Hoy no es un día de elección sino de rechazo. Ganará quien tenga a menos votantes enfrente. Ninguno de los dos candidatos despierta ilusión. Nada que ver con 2008, cuando la esperanza era el eslogan. Ni el titular ni el aspirante han sido capaces de proponer un programa claro con propuestas efectivas, salvo las ideas genéricas que corresponden a cada partido: Estado mínimo, nada de subidas de impuestos y más gasto militar el republicano, y políticas sociales, impuestos para los más ricos y contención del presupuesto militar el demócrata.
La campaña ha sido negativa y la elección es negativa, todo lo contrario de cómo fueron las cosas en 2008. El balance de los cuatro años de Obama no permite mucho margen. Es excepcional que un presidente sea reelegido cuando cuenta con casi un 8 por ciento de parados y no ha conseguido que la economía de su país vuelva a crecer con brío. Este es el principal argumento de Romney, que reivindica su experiencia empresarial como creador de puestos de trabajo.
Aun así, hay tener en cuenta que Obama se encontró con una economía arruinada, la banca de Wall Street en quiebra y la industria del automóvil a punto de echar el cierre. En su cuatrienio se ha producido el mayor terremoto geopolítico desde la caída del Muro de Berlín y ha quedado certificado el ascenso de las potencias emergentes, en un mundo menos occidental y menos americano. A la hiperpotencia de Bush le ha sucedido la obligada hipopotencia de Obama. Difícil lucir de buen balance cuando todo está en contra.
El candidato republicano tampoco es para tirar cohetes. Fue derrotado en las primarias republicanas en 2008 y en esta ocasión consiguió su nominación tras una larga pugna con el radicalismo del Tea Party, que contaminó a todos los candidatos. Sus cambios de chaqueta ya son proverbiales: ahora quiere aparecer como moderado, después del radicalismo de las primarias y de gobernar en Massachusetts como moderado. Y sobre todo, es un personaje gris y sin fulgor alguno al lado de la personalidad y del atractivo de Obama.
Un presidente desgastado y sin un balance que se imponga por si solo y un pretendiente poco fiable y sin brillo conducen a una campaña negativa y sin ilusión y llena de incógnitas de futuro. Si Obama vence, la principal duda es saber si podrá superar esta vez el bloqueo republicano en el Congreso, previsiblemente en manos de la oposición. Si gana Romney, la incógnita es todavía mayor, porque se sabe poco de sus ideas volubles y evanescentes y mucho, en cambio, de los neocons que merodean de nuevo por sus inmediaciones.
Sí se sabe que un presidente republicano no será boicoteado por el Congreso, con independencia del color que tenga; lo contrario de lo que le ha ocurrido a Obama, al que quienes le han boicoteado le acusan de inmovilismo. Obama ha querido ser un presidente de consenso, bipartidista en terminología estadounidense. Pero el consenso es un baile de dos: los republicanos no han querido bailar. Solo quieren consenso cuando son ellos quienes mandan. Todo esto, siendo tan americano, suena tremendamente próximo y actual si lo trasladamos a la política española.
Comentarios
Todo es tan parecido, en general, allá y acá del charco. Y de todos modos, quien debería ilusionar y no lo hace es el candidato, el no desgastado por el ejercicio presidencial. Si fuera al revés e incluso con el mismo balance, no dudo que Obama se comería a Romney con patatas. Lo que debe hacer recapacitar es que el republicano, ni siquiera con un Obama menos pletórico, acaba de cuajar. Lo del voto en negativo yo creo que siempre se da, pero sobre todo con respecto al que trata de revalidar, del que ya se conoce, en esta labor concreta, su experiencia. Con la actual y pasada coyuntura, de 2008 a 2012, que Obama no haya podido culminar su programa puede entenderse, pero que la alternativa tampoco solo puede deberse a que su argumentario es el de siempre, ya se sabe lo que significa, más allá de conocimientos concretos sobre el candidato, y significa que no sabe adaptarse a la realidad para sacar provecho y rentabilidad, pero de la buena, en interés propio y del ciudadano. Vamos, que uno ilusiona, incluso cuando no le van bien las cosas, y el otro solo es un cartucho del que se tira cuando no hay más remedio, siquiera por probar suerte, aun a sabiendas de que la pólvora está mojada y ello desde hace ni sé. Un poco lo que ocurre aquí, que se tira de la derecha porque falla la izquierda y no tanto porque se confíe en aquella de primeras.
Antoni, el mismo Mitt Romney ha comparado a España con USA durante la campaña electoral, y lo hizo porque el gasto público en España y en USA como porcentaje del PIB es similar, asi como el porcentaje de funcionarios sobre el total de la población activa o los resultados en el indice de corrupción de Transparency International o educativos de PISA...
Pienso que a Lluis Bassets le gustaría que ganara un presidente que no haga del incremento de los gastos militares bandera de enganche para sus partidarios. Le gustaría posiblemente que ganara un presidente que, aunque logrando un 10% de lo que prometa, consiga que se incremente la partida social en los presupuestos federales. Seguramente también le gustaría un presidente que, sin decirlo abiertamente para no dar carnaza a quienes todavía siguen cantando América, América, pensara que el mundo ya es multipolar y uno de estos polos es una Europa devastada por políticas neoliberales. Hay ejemplos en uno y otro sentido entre los dos candidatos a la Casa Blanca. Creo que, además, le gustaría ..... ¿Soy lo suficientemente explícito para que me entienda este lector despistado que lo ha confundido con un neocon?
Así es, creo que la cuestión de hoy es mas bien decidir cual será el peor de los candidatos, porque madre mía. El déficit y el precipicio fiscal parece importarles poco la verdad...
A largo plazo, el desembolso militar tan fuerte que se hizo en la era Bush es difícil que se repita, a no ser que ronde causa mayor. Por otro lado, hay cierto desgaste entre los veteranos y parte del sector militar.
De hecho, las líneas de investigación en aviacion y blindados se han quedado en segundo plano frente al apoyo de la infanteria y el uso de drones como "ojos" y armas.
Gane Obama o Romney, EEUU seguirá propulsado por sus ideas seminales. Teniendo en cuenta que llegado a cierto punto la democracia suele ser predecible (salvo situaciones extraordinarias), los estadounidenses pueden votar tranquilos. Por un lado, Romney y una mayoría republicana en el Congreso agilizaría su toma de decisiones, pero sería complicado que los demócratas pudieran hacer contrapeso. Por otro lado un Obama constantemente torpedeado por el Congreso no es precisamente algo apetecible para el país. De todos modos, ya tardaba en aparecer la polarización política en el país americano. Suele suceder en muchas democracias. Por cierto, un dato significativo del 2008: la movilización del electorado joven, que solía tener una abstención bastante alta. Lo más probable es que se repita el dato anterior al 2008, aunque eso depende.
¿Mi opinión? Hay muchas probabilidades de que sigamos viendo la misma situación actual: la de un Obama gastado y un Congreso fuertemente escorado hacia el Partido Republicano. Y eso que un Presidente estadounidense tiene mucho poder, pero está bastante atado en ciertos aspectos. Y me parece bien. Obama tiene carisma, y eso pude servir de cara a la politica en el exterior. De Romney sólo conocemos su etapa como gobernador. Pero a Obama le puede pasar como a Roosevelt, ver cómo le crecen los enanos, hasta que estalle un providencial conflicto. O le peten, directamente. De todos modos, a estas alturas, pocos conocemos de verdad verdadera quién es de veras Romney. ¿Le daran esa oportunidad los votantes? Parece moderado, a pesar de la escasa coherencia en lo que lleva de campaña (y antes). A mí me importa más de quién se rodearía para crear un Gabinete presidencial... Obama usó asesores conservadores y otros más "izquierdosos". Suele escuchar bastante. De Romney no sabemos todavía el perfil que tendría su politica en el Despacho Oval. Lo que sí es verdad es que no me gusta mucho la idea de la vuelta de los "neocons" a los despachos, pero es una posibilidad candente. Está en la sombra, por cierto, el peso oculto del Tea Party, que no olvidemos que sigue siendo una iniciativa popular en origen.
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Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).