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Muere Norodom Sihanuk, el monarca enamorado de Camboya

Artífice de la independencia de su país, fue un actor clave en la política asiática de la segunda mitad del siglo XX

Sihanuk, en una imagen de archivo de 2007.
Sihanuk, en una imagen de archivo de 2007.TANG CHHIN SOTHY (AFP)

Norodom Sihanuk era Camboya. Apenas contaba 18 años cuando la Francia de Vichy, en 1941, le colocó en el trono de este país de su colonia indochina. París estaba convencido de que en el alumno del Liceo Francés de Hanoi había encontrado la marioneta que buscaba. Nada más lejos de la realidad. Extremadamente inteligente, populista y con grandes dotes políticas, Sihanuk comprendió que tras la II Guerra Mundial surgía un orden en el que el colonialismo iniciaba su retroceso. No lo dudó. Se revolvió contra sus antiguos mentores, exigió la independencia de Camboya y la salida de los franceses de toda Indochina.

Amante del teatro y de los golpes de efecto, el monarca adujo que su vida corría peligro y se exilió en Tailandia en mayo de 1953. No volvió a su país hasta hacerlo por la puerta grande de una Camboya libre, que obtuvo su independencia en noviembre de ese mismo año.

Sihanuk abdicó a favor de su padre para dedicarse a su pasión: la política. Instaurada una monarquía constitucional de carácter democrático, se presentó a las elecciones parlamentarias y, tras obtener una sonora victoria, se convirtió en primer ministro. Se unió entonces a quienes trataron de crear una alternativa a la división mundial impuesta por la guerra fría: Zhou Enlai, Jawaharlal Nehru, Gamal Abdel Nasser y Sukarno, fundadores del Movimiento de los No Alineados, mientras defendía la neutralidad de Camboya en la primera guerra de Indochina.

Sihanuk, en 1941
Sihanuk, en 1941AP

Cuando los franceses se fueron y les sustituyeron los estadounidenses, su pequeño país y el mismo Sihanuk se vieron arrastrados por los acontecimientos. Venerado como un dios viviente, el exmonarca no quiso, a la muerte de su padre, en 1960, volver a ser rey. Convocó elecciones presidenciales y las ganó por goleada, pero su país estaba cada día más expuesto al contagio del conflicto de Vietnam.

Sus intentos de neutralidad se agostaron cuando en 1965 firmó un pacto con China y Vietnam del Norte por el que permitía bases norvietnamitas en Camboya y facilitó una ruta de avituallamiento a los vietcongs. Aunque el estallido de la Gran Revolución Cultural (1966) le alejó de China y le acercó a EE UU, en uno de sus viajes, su primer ministro Lon Nol, con apoyo de Washington, dio un golpe de Estado y le apartó del poder. Corría 1970.

Sihanuk se exilió en Pekín, un refugio que llegó a convertirse en su segunda casa, aunque también pasó largas temporadas en Pyongyang. En la capital china, donde vivió buena parte de sus últimos años, murió en la madrugada del lunes, a los 89 años. Enfermo de cáncer de próstata, diabetes e hipertensión, en octubre de 2009 escribió en su página web: “Esta ya prolongada longevidad me pesa de manera insoportable (...) Sinceramente, quiero morir pronto, ya he vivido demasiado”.

En aquel Pekín de 1970, el depuesto presidente formó el Frente Unido Nacional de Kampuchea (FUNK) y comenzó a apoyar a los jemeres rojos, cuyas filas se multiplicaron cuando corrió la voz de su apoyo entre los campesinos, la mayoría de los cuales no sabía nada de comunismo pero se unió a la batalla contra Lon Nol para defender a su dios-rey. Con el triunfo de los jemeres rojos, Sihanuk volvió a Phnom Penh, pero no recuperó el poder. Cayó presa de la locura que bañó en sangre su país. Entre el millón y medio de camboyanos muertos durante los cuatro años de terror de los jemeres se incluyeron cinco de los 14 hijos de Sihanuk y nueve nietos.

En 1979, durante la invasión vietnamita que puso fin a aquella barbarie, Sihanuk salió de Camboya con la ayuda del Gobierno chino para, de nuevo, refugiarse entre Pekín y Pyongyang. Días de vino y rosas, en los que el depuesto gobernante gustaba de recibir en la mansión que sus anfitriones ponían a su disposición a los diplomáticos y corresponsales extranjeros que por entonces vivíamos en Pekín. Jamás perdió el sentido del humor y amenizaba sus fiestas cantando —a veces incluso en español— y brindando por echar a los vietnamitas de su país.

En 1985 me encontraba entre el pequeño grupo de periodistas que acompañó a Sihanuk a la selva camboyana para reunirse con los dirigentes de los jemeres rojos, de manera que ellos reforzaran la lucha sobre el terreno contra los vietnamitas y él la diplomática. En 1991, tras dos años de negociaciones en París, los vietnamitas se retiraron y Sihanuk volvió como el rey benévolo de todos los camboyanos. Pero el movimiento monárquico que creó para las elecciones celebradas en 1993 con el apoyo de la ONU no levantó cabeza debido a la mala gestión de su hijo, que lo encabezaba. Cada día más aislado en su palacio, Sihanuk abdicó por segunda y definitiva vez en 2004.

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