Alemania es próspera, pero crece la brecha entre ricos y pobres
Uno de cada siete niños menores de 15 años vive de las ayudas sociales. En la Antigua RDA, es uno de cada cuatro; en la capital, Berlín, uno de cada tres
A primera vista Alemania parece un país superlativo. En el ámbito económico apenas hay otra nación industrializada a la que le vaya mejor que a la República Federal. En el extranjero cunde el asombro ante un “milagro laboral” que no conoce el paro juvenil masivo que padecen los Estados en crisis del sur de Europa. Las máquinas y automóviles “Made in Germany” están muy solicitados en todo el mundo. En relación con el tamaño de su población, Alemania es la nación exportadora número uno a escala mundial. Pero a la hora de hacer balance social, queda poco de todo ese brillo.
La República Federal es también un país de contrastes donde los más ricos son cada vez más ricos y los pobres, muy a menudo, jamás dejan de ser pobres.
Ahora se habla mucho de este asunto en los programas de debate. La ministra de trabajo Ursula von der Leyen, la mujer más importante del panorama político alemán después de la canciller, Angela Merkel, ha proporcionado tema para la discusión. Esta cristianodemócrata ha presentado el cuarto informe sobre pobreza y riqueza del Gobierno federal, que deja bien claro que las diferencias crecen.
Este mosaico de cifras de más de 500 páginas se lamenta de la existencia de “una distribución muy desigual del patrimonio privado“. Así, “el 10% de los hogares con mayor riqueza reúne más de la mitad de la totalidad del patrimonio neto”. Es más, el porcentaje que corresponde a esa décima parte superior al resto “no ha dejado de aumentar con el transcurrir del tiempo”. Al mismo tiempo, el informe registra grandes diferencias en lo que respecta a la evolución de los salarios. “En Alemania han experimentado una evolución positiva al alza en el ámbito de los ingresos más altos”. Sin embargo, el 40% de los empleados a tiempo completo situados al final de la escala ha tenido que soportar pérdidas en su salario como resultado de la inflación. “Semejante evolución de los salarios ofende al sentido de la justicia de la población”, comenta al respecto el informe.
Por el momento, esto no ha provocado agitación en el país. Casi nadie sale a la calle a manifestarse. Ciertamente, en la franja central de la sociedad cunde el miedo a verse obligado dentro de poco a vivir del subsidio público básico (Hartz IV) en estos tiempos de paro. Pero la clase media no se desmorona; desde la reunificación, ha demostrado ser asombrosamente estable. El politólogo berlinés Klaus Schroeder señala que en la Europa del sur, del centro o del este la situación es “mucho más desigual”. A pesar de los contrastes crecientes, Alemania todavía ocupa una posición relativamente buena. “Estamos justo detrás de los países escandinavos”.
Sin embargo, se oyen muchas voces críticas. “La enfermedad de la pobreza se ha hecho resistente al remedio básico del crecimiento económico”, critica Ulrich Schneider, director de la Asociación de Beneficencia paritaria.
Con ello alude a un problema sobre el que ha llamado reiteradamente la atención la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): en Alemania, el ascenso social resulta extraordinariamente difícil. Si uno lleva varios años sin trabajo, tiene muy pocas posibilidades de volver a integrarse en el mercado laboral. El sistema de enseñanza desatiende a los niños procedentes de familias en las que los padres tienen poca o ninguna formación ya que existen muy pocos colegios de jornada completa.
Todos los años, el Instituto Federal de Estadística establece cuántas personas corren el peligro de caer en la pobreza, es decir, cuántas personas disponen de menos dinero que la media de la sociedad. A pesar del auge económico, su número ha experimentado un ligero aumento en 2011. El 15,1% de la población se enfrenta al problema de la pobreza. De acuerdo con la definición de los expertos en estadística, en el caso de un hogar unipersonal este problema comienza a partir de unos ingresos netos de menos de 848 euros al mes. En Alemania, uno de cada siete niños menores de 15 años vive de las ayudas sociales. En la Antigua RDA, es uno de cada cuatro; en la capital, Berlín, uno de cada tres.
En Alemania, la pobreza y la riqueza se heredan; en eso están de acuerdo los economistas y los expertos en educación. Por eso, el investigador del mercado de laboral más conocido del país, Joachim Möller, lanza el siguiente aviso: “Cuando la frustración de los más pobres se transforma en letargia, alcohol y criminalidad, toda la sociedad lo padece. Eso es algo podemos ver en América”. Pero el país del “milagro laboral” parece estar todavía muy lejos de llegar a una situación así.
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