Es la hora del federalismo. Pero no de un federalismo rotundo y eficaz, capaz de convencer y aplicar sus fórmulas a nuestros numerosos problemas, sino de un federalismo de difícil comprensión, que requiera explicaciones y adjetivos. En Cataluña, por ejemplo, estamos en el federalismo cansado, que pronto se puede convertir en escéptico y fácilmente desemboca en un federalismo arrepentido. En Madrid, en cambio, vemos cómo crece otro federalismo de signo contrario al que podemos considerar sobrevenido, converso o directamente oportunista.
Aún hay un caso más sofisticado como es el vaciamiento de la idea federal gracias al desgaste de la palabra. Este es el caso del PSOE, que utiliza la denominación federal para buen número de sus organismos sin que signifique absolutamente nada, y solo mantiene una relación ambigua y polémica como se suele dar en las federaciones en su tensa relación con los socialistas catalanes. Se llama federal, pero su alma es jacobina, y por eso solo se pronuncia con la boca pequeña en favor de una salida federal a la actual crisis de caballo del Estado de las Autonomías. Tiene una explicación que poco explica de la racionalidad política y mucho del populismo ambiental: lo que vende fuera de Cataluña es la defensa de la unidad de la patria amenazada y no un federalismo que no se sabe qué esconde, ni que adjetivo requiere o incluso si exige prefijo, como es el caso de la confederación, denostada como grado de disgregación mayor, próxima a la secesión.
Hay casos más drásticos todavía, en los que no hacen falta adjetivos porque es el sustantivo federal entero el que se tira al vertedero de la historia. Para cierta derecha española es un concepto próximo al separatismo, que reconoce la existencia de soberanías separadas que luego, solo hipotéticamente, se unen en la federación. Exactamente lo mismo, aunque en dirección contraria, sostienen históricamente el nacionalismo conservador vasco y catalán: sus naciones no deben unirse a las otras sino mantener una relación lo más bilateral posible con el Estado.
Ahora en Cataluña se está ampliando a ojos vista la corriente soberanista que exige esta relación bilateral y el reconocimiento de la soberanía. El resultado reactivo es que el federalismo deviene la formulación imprecisa y angustiada de quienes no quieren ni la unidad indivisible de la nación española ni la independencia de Cataluña. Electoralmente se verá el 25 de noviembre qué vale esta tercera vía, esa opción tachada en un lado de separatista y en el otro de españolista.
(Escribí este artículo por encargo de la redacción de El País en Valencia para su publicación hoy en el suplemento especial con motivo del '9 d'octubre', Día de la Comunidad Valencia, dedicado al federalismo.)
Comentarios
Me perdonan, pero no se llega al federalismo desde las rabietas nacionalistas, sino desde la racionalidad y el convencimiento pleno de que la mejor manera de gobernar es acercar los líderes a los problemas. El federalismo es un plan administrativo que optimiza recursos, pero siempre partiendo de la base de que hay un nodo de necesidades, comunes a todos, que tienen que recibir satisfacciones generales: defensa, macroeconomía, orientaciones fundamentales en educación, etc. Creer otra cosa es tomar prestado el concepto de federalismo para desnaturalizarlo.
Ay, las palabras, cuántos líos no habrán creado en lugar de evitarlos. Podría decirse que España es una federación de hecho integrada en una confederación de derecho, resultando que somos menos soberanos en la segunda que en la primera.
Es comprensible que la carga emocional que trae consigo el tema de la independencia de Cataluña o del País Vasco nos ofusque. Pero es necesario darse cuenta de que la estructura territorial del Estado es solo una parte de un debate más amplio, el de la Reforma del Sector Público. Con un país en plena crisis económica y un sector público que absorbe el 45% de nuestro PIB, la primera reforma estructural que necesita este país, es esta.Recomiendo este artículo: http://www.otraspoliticas.com/politica/la-reforma-del-sector-publico-que-yo-haria
El federalismo es una idea republicana, que pretendía equiparar a los hombres de diferentes naciones o estados en un interés común. Un ejemplo claro de esta idea está en el lema estadounidense: “De pluribus, unum“. España quizá llegue a esa conclusión algún día, pero quizá demasiado tarde. Aunque algunos dicen, más vale tarde que nunca.
"Ahora en Cataluña se está ampliando a ojos vista la corriente soberanista que exige esta relación bilateral y el reconocimiento de la soberanía. El resultado reactivo es que el federalismo deviene la formulación imprecisa y angustiada de quienes no quieren ni la unidad indivisible de la nación española ni la independencia de Cataluña". Se equivoca, sr. Bassets. El federalismo sólo es invocado por lo que quieren la unidad indivisible de la nación española, y aspiran a conservarla a través de esa palabra-promesa (ni siquiera de ese sistema, que en realidad (casi) nadie quiere, como prueba el que no se haya hecho nada en ese sentido durante estos 34 años). Los que no ponen la unidad indisivisible de la nación española como valor supremo aceptan que los catalanes (o cualqesquiera otra nación) decidan libremente su futuro, incluyendo la independencia. La diferencia es notable.Como ud. bien dice, nadie concreta exactamente qué es el federalismo que propone, principalmente porque concretarlo dejaría al descubierto su modelo de estado y alejaría de él a la mayoría de los que se proclaman federalistas. No digamos ya a los que quieren autogobierno real para Catalunya, puesto que esos federalismos generalmente esconden simple centralismo con descentralización administrativa; igual que el actual estado de las autonomías, quizás mejor ordenado, pero igual de centralista en el fondo.Y por cierto, ¿aún no han movido este blog a la sección de política local española?
Si los catalanes quieren separarse de España, tiene todo el derecho de hacerlo, por mucho que les duela a los demás españoles. Les recuerdo que los países europeos no tuvieron problemas en alentarla secesión de Kosovo (a la sazón una provincia autónoma de Serbia) e incluso intervinieron militarmente para garantizar la independencia dle nuevo Estado. Les recuerdo que entre los países que enviaron tropas a Kosovo para aoyar abiertamente a los secesionistas estaba España.Ahora les toca a ustedes (o a voshotrosh, como les gusta decir por allá). No hay deduda que no se pague ni plazo quem no secumpla. Y así como ustedes apoyaron la secesión de Kosovo, habrá muchos países que en represalia aporyarán la secesión de Cataluña.
Lluis, siempre tan agudo y conciso! Al menos el debate se ha abierto y, como bien dices, después del recuento empiezan las negociaciones. Como decia otro comentarista, "l'écume des jours", el poso que quede de esa espuma y quién haya sacado ventaja de ella, determinara el curso de los acontecimientos. Sin olvidar que el 21 de este mes llega la primera entrega. Sera una bofetada para Rajoy? o Galicia demostrara de nuevo que no toma sus responsabilidades y le dara un pequeño respiro?
A mí lo que me parece ridículo, y un claro indicador del nacionalismo cateto que crece en España (cada país tiene el o los nacionalismos que se merece), es la intención de los catalanes por independizarse pero seguir manteniendo los privilegios forales. Y luego, para seguir alentando el autoengaño y ese mito de Nación que se inventaron recientemente, repiten como papagayos, que son "europeos y cosmopolitas". Como dijo alguien hace mucho tiempo: el orgullo brota de cualquier cosa, incluso de la nada.
Yo no entiendo a estos españolitos. Se la pasan apoyando la autodeterminación de los pueblos: Kosovo, Palestina, etc. pero ponen el grito en el cielo ante las aspiraciones catalanes. ¿Cómo se llama esto? ¿Cobardía? ¿Hipocresía?
Creo que Cataluña debería estar totalmente integrada en España o ser independiente. Lo que es insoportable es este constante tira y afloja, este no ser ni carne ni pescado... Esto no puede durar indefinidamente. Resta energías que debería ser empleadas en cosas más importantes.Y también creo que si España fuera un estado federal la capital debería ser Zaragoza. Primero, porquie es equidistante de los tres nacionalismos históricos. Segundo, porque aunque es de habla castellana formó parte de la Corona de Aragón, con una tradición política distinta de la castellana (más "confederal") y porque Aragón tiene minorías linguisticas y sería más sensible a estos temas. Y tercero, porque en los paises federales la capital no suele estar entre las grandes ciudades porque así se evita que un estado prevalezca sobre los demás.Soñar no cuesta nada...
Aunque para adjetivar, nadie como Wert. Qué forma de echar leña al fuego. Ahora dice que quiere españolizar a los niños catalanes, lo que significa que hasta ahora los niños catalanes solo eran eso, catalanes. A palo seco. Lo que significa, siguiendo el criterio del ministro peor valorado del gobierno, que en Cataluña el proceso de separación ya se ha producido, al menos en lo educacional, y por extensión, en lo emocional. Porque si no es así, a qué viene decir que se españolizará, signifique lo que signifique esta boutade, y más cuando es referida a españoles. ¿A qué espera el ministro para rectificar? Aunque lo mejor sería que el rectificado fuera él mismo.
Ahora va a resultar que los catalanes son el Pueblo elegido pero, ¿desde cuándo no ganan un premio Nobel?. Bájense de la nube, que son igual de mediocres que el resto de peninsulares.
Y un último apunte, éste de política general comparada. Zapatero, el presunto débil, siempre en minoría, perdió las últimas elecciones por equivocarse de política. Podría decirse que decepcionó a los suyos por no hacer políticas de izquierdas. En cambio, de Rajoy, el presunto fuerte, pues mayoría no le falta, puede decirse que decepciona, pero no defrauda, valga la contradicción, ya que hace la política que se esperaba de él, salvo que algunos pensaran que iba a gobernar mirando hacia ellos, los más necesitados. En eso mismo estaba pensando el gallego, en gobernar para los pobres. Nada de eso. Rajoy hace su política, la de derechas de toda la vida, la que se esperaba de él, por más que la ocultó con austeros ropajes. ¿Cuál es la diferencia, entonces, entre ambas decepciones, la de Zapatero y la de Rajoy? Pues que el primero, el socialista, decepcionó a los suyos y Rajoy está decepcionando a los ajenos, es decir, a aquellos que le votaron pero que no forman parte de su electorado fanático sino del de alquiler, y que es muy posible que cambien de arrendador tan pronto como sea posible.
España:
Dizque de la pasada nación, tan sola , tan sola, que entre todos la mataron y ella solita se murió.
O sea, que nadie la quiere ni la ama, sino como capa y sayo. Ustedes no verán jamás a un francés o americano que no estén orgullosos de los logros de sus países.
Es que en España no hay liberales, ni tampoco izquierdistas, que conciban la nación como un objetivo común dentro del cual realizar los deseos de prosperidad, ( "sed justos, benéficos... y leales a vosotros mismos y a vuestra ley" decía aquella ingenua Constitución de 1812) . No hemos aprendido como ciudadanos, a crear causa común para crear las listas abiertas y meter la voz ciudadana de todos. Al final, el Estado de las Autonomias ha sido un agosto para el particularismo político, y ha creado resentimiento, incluso una suerte de fronteras ideologicas y topográficas inauditas. Desgraciadamente, este modelo desigual, inacabado, y con fuertes tendencias a la centrifugacion de poderes y el reparto de prebendas, es el que ahora tenemos, el que nos ha dado 30 años de libertades civiles largo tiempo olvidadas. Pero este sistema necesita reforma y también reformar a aquellos que lo dirigen (o directamente renovarlos). Esto sólo lo puede conseguir con constancia inaudita una ciudadanía constante, unida en todo el territorio español . Y donde se debe presionar con fuerza es dentro de esos partidos
que han acabado reproduciendo el ocultismo y pactismo interno de aquel Partido Unico... Forzar a todas las fuerzas políticas a cambiar a un sistema de listas abiertas en las elecciones, y luego votar a quien proponga una reforma clara del Estado, bien explicada en su programa, sin eslóganes.
Una reforma que puede ser si se quiere, hacia un estado federal, o no. Un estado grande o pequeño en extensión, y una separación de poderes efectiva y real. Pero todo, todo bien explicado, debatido, razonado, en un programa bien redactado, conciso y directo.
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