El PAN de Calderón cae al tercer puesto tras 12 años de desgaste
La llegada de los panistas en 2000 hizo pensar en nuevas reglas y acotamiento de poderes fácticos, pero fracasaron
Los mexicanos han puesto fin este domingo a 12 años de gobiernos panistas. México no está tan mal pero no va nada bien, pareciera ser el dictamen de la población que ha acudido a las urnas para renovar la presidencia de la República. Según los datos anunciados por la autoridad electoral, y a la espera de los datos definitivos, el Partido Acción Nacional ha quedado marginado en esta ocasión, al alcanzar la tercera posición con el 25% de los votos. La propia candidata, Josefina Vázquez Mota, salió poco después de las ocho de la tarde (hora local en México) ante los suyos para reconocer que "las tendencias no le eran favorables" y aseguró que aceptaba la voluntad de los ciudadanos y que ejercería su papel de vigilante para que el Gobierno cumpliese. Horas después fue el presidente saliente, Felipe Calderón, el que se dirigió al país para felicitar al candidato del PRI por la victoria. "El pueblo de México ha tomado una decisión en las urnas que todos debemos respetar. Si hay alguna disconformidad, espero que se dispute por los cauces democráticos". En este sentido, Calderón apeló a la madurez de los actores políticos.
Paralizante crispación política, mediocre economía, regiones enteras destrozadas por la violencia de poderosos criminales autores de decenas de miles de homicidios, impunidad generalizada, pero también estabilidad macroeconómica, cobertura universal de servicios médicos básicos, fortalecimiento de las instituciones de gobernanza financiera y el surgimiento de instancias de rendición de cuentas son parte del agridulce balance de este ciclo de dos administraciones, muy distintas entre sí, del PAN en el poder.
Fundado en 1939 para resistir al Partido Revolucionario Institucional, el PAN no supo estar a la altura de las expectativas de los votantes mexicanos. El país que les entregó el poder el 2 de julio del 2000 nunca vio caer a ningún “pez gordo” del PRI en las redes de los fiscales anticorrupción nombrados tanto por Vicente Fox como por Felipe Calderón, presidente cuyo ejercicio concluye el 1 de diciembre próximo, cuando jurará quien resulte ganador este domingo.
A los panistas hay que acreditarles, sin embargo, que en estos 12 años han surgido el Instituto y la Ley Federal de Acceso a la Información Pública Gubernamental, entre otras instancias de evaluación. Ese robustecimiento del marco de rendición de cuentas contrasta con episodios de falta de voluntad de estos mismos gobiernos de someterse al escrutinio público, y con la debilidad mostrada por Fox y Calderón frente a sectores y personajes que resistieron exitosamente el cambio.
La llegada de los panistas hizo pensar en nuevas reglas y acotamiento de poderes fácticos. Nada ilustra mejor ese fracaso que la líder del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, Elba Esther Gordillo. Nombrada por el expresidentes Carlos Salinas, fue aliada de Fox y de Calderón y hoy su poder es mayor que en 2000: condiciona políticas de evaluación educativa, e incluso ahora cuenta con un partido político. En el polo opuesto, no hubo impulso de estos gobiernos para romper la cultura monopólica de sectores como la televisión y la telefonía. En enero pasado, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos estimó que la ausencia de competencia en telecomunicaciones cuesta a este país casi 20.000 millones de euros al año. La cifra fue refutada por Carlos Slim, el magnate de ese sector.
Incluso el mayor mérito de los panistas se ha vuelto contra de ellos. Supieron mantener la ortodoxia económica pero carecieron de imaginación y arrojo para convertir ese orden en progreso. “El promedio de la inflación en el periodo 2001-2012 fue de 4.5%, muy inferior al promedio de 20% registrado entre 1989 y 2000”, escribió el analista Alberto Gómez Alcalá, en Letras Libres en mayo pasado. “El nivel de las reservas internacionales creció notablemente de 33.500 millones de dólares en 2000 a 161.200 hoy”, agregó. Empero “las noticias no son tan buenas cuando analizamos el crecimiento: el promedio en el periodo 1989-2000 fue de 3.7%, superior al registrado entre 2001 y 2012 (1.9%); el per cápita fue de 1.8% y 0.5% respectivamente”.
El respeto a la libertad de prensa que las presidencias del PAN podrían argumentar a su favor palidece ante la cifra de 81 homicidios de periodistas desde el año 2000, a los que hay que sumar 14 desapariciones de comunicadores en este mismo periodo, según el recuento de la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
En el plano internacional, México tuvo su mejor momento en la efímera gestión de Jorge G. Castañeda al inicio del gobierno de Fox y luego con la representación de Adolfo Aguilar Zinser en el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas en 2003, cuando junto con Chile los mexicanos resistieron presiones de George W. Bush para autorizar la ilegal invasión a Irak. Salvo eso, la presencia mexicana en el plano internacional se desvaneció mientras Brasil y Chile crecían como referentes de la región.
Pero sin duda fueron la incapacidad para lograr acuerdos con los otros partidos, que posibilitaran reformas estructurales en materia laboral, fiscal y energética, y las crecientes dudas sobre la idoneidad de la estrategia de combate al crimen organizado, lo que más lastró las posibilidades del PAN.
El escepticismo sobre el éxito del modelo de combate anticrimen de Calderón no solo surge tras al menos 55.000 homicidios, con demostraciones de brutalidad por parte de los criminales cada vez más grotescas, sino porque de tanto en tanto agencias del propio Gobierno son causa de escándalo de ineficiencia, violación a derechos humanos y corrupción.
La propia campaña de la candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota, ha sido ejemplo de los males que los mexicanos reprochan al ejercicio del poder del PAN. El desempeño de la primera mujer que en México ha disputado la presidencia desde un partido con posibilidades reales de ganar, padeció la improvisación y, sobre todo, la división entre los militantes panistas. Comenzó segunda en las encuestas y al llegar al día de la votación todo mundo daba por hecho que la elección sería entre Enrique Peña Nieto, del PRI, y Andrés Manuel López Obrador, candidato del izquierdista Movimiento Progresista.
El domingo los mexicanos han dado la espalda, respectivamente, al gobernante que cuando le pidieron actuar ante una televisora que se adueñó en diciembre de 2002 de una señal de televisión contestó “¿Y yo por qué?”, y al presidente que creyó que con pura voluntad e incondicionales se podía gobernar a un país complejo y vibrante que ha decidido que sea otro partido el que a partir de diciembre rija su destino.
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