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Los supervivientes de la tragedia en Suiza empiezan a volver a Bélgica

Las familias identifican a los muertos del siniestro para su repatriación Dos aviones belgas repatriarán los cadáveres una vez finalice la identificación Se descarta por el momento que el autobús accidentado excediera la velocidad permitida Tres menores están muy graves, dos de ellos en coma

Michel Callens, responsable sanitario del hospital, comenta que unos 14 niños están mejorando y que mañana o pasado mañana podrán ser trasladados a Bélgica. Uno de los niños heridos aún está en la UVI. (En inglés)Vídeo: LUCIA MAGI

El nombre del pueblo es Sion, como el de la lejana tierra prometida. Encajada entre montañas blancas y bosques, serrerías y casas ordenadas, el Sion de Suiza es desde este miércoles el centro de un duelo que no casa con una imagen tan idílica y, aparentemente, perfecta. Hasta Sion, capital del cantón suizo de Valais, fueron trasladados los cuerpos de los 28 fallecidos en el accidente de autobús ocurrido el martes por la noche en un túnel de Sierre, a unos 15 kilómetros. 22 eran niños de cerca de 12 años. La mayoría provenía de la localidad belga de Heverlee. Ahora yacen en el tanatorio, un impecable edificio moderno situado junto al cementerio, dominado por una gran cruz que durante la noche se ilumina con una luz de color naranja. La verja de la entrada está repleta de flores y juguetes. Los vecinos, sobre todo mujeres, sobre todo madres, han ido llevándolos en silencio.

Los familiares de los fallecidos llegaron a Sion durante la tarde del miércoles. Durmieron y amanecieron en un hotel del pueblo, controlado por las autoridades para evitar que los periodistas se agolpen a su alrededor. Hasta hoy no habían accedido a la morgue para ver los cuerpos de sus hijos. A lo largo del día, familiares de las víctimas fueron identificando los cuerpos. A las seis de la tarde, 19 habían sido ya identificados. Otros nueve cadáveres estaban en tan mal estado que no habían sido mostrados a los allegados. Ocho de los supervivientes regresaron a Bélgica a lo largo del jueves.

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El edificio de la morgue permanece precintado y bloqueado por agentes de la Policía que solo abren el cordón de seguridad a los familiares de las víctimas y los vecinos que se acercan para rendir su particular homenaje. Allí yacen los cuerpos de las 28 víctimas: 22 de ellas tenían 12 años. Agentes de la Gendarmería y de la Policía vigilan los accesos para impedir que vecinos y periodistas se acerquen a los familiares que están procediendo con las identificaciones oficiales: cada uno tiene que reconocer a su hijo, salido de casa para ir a esquiar y que jamás ha vuelto.

El hotel donde se alojan los familiares también está protegido, así como el hospital, un alto edificio color naranja, que se eleva al lado de la autopista A9. La única persona que proporcionó algún tipo de noticias fue Michel Callens, responsable sanitario del hospital local. Muy afectado, sin parar de frotarse las manos, con un hilo de voz, el médico explicó que 13 de los 14 niños que están ingresados aquí ya están mejor y podrán viajar a casa en los próximos días. Solo uno deberá esperar más. Callens detalló que "las identificaciones fueron difíciles porque presentan muchas quemaduras y heridas" y confirmó que este jueves mismo iban a recibir el alta los seis pequeños hospitalizados en Viège.

"Visionamos las grabaciones, ahora incautadas por el juez, y no parece que fueran demasiado rápido"

"Entre los familiares de los heridos se ha creado una gran solidaridad, han formado una gran familia: hablan, se abrazan, comen juntos", relata Callens describiendo la vida tras la puerta de cristal de la clínica. Fuera, es un continuo ir y venir de hombres y mujeres pálidos, con paso rápido y nervioso, mirada escondida por gafas negras o fija en el suelo, y manos que dicen que no y alejan a los periodistas. Madres, padres, abuelos y hermanos visitan a los supervivientes cargados de grandes cestas de flores, juguetes y maletas. "Sus sentimientos varían desde la felicidad porque sus hijos salieron con vida hasta el desolación más absoluta por la suerte de sus pequeños compañeros".

Los chavales han sido interrogados por los investigadores que intentan aclarar las causas de lo ocurrido. Se trata de un accidente en apariencia inexplicable, y quizás por eso aún más terrible. No han trascendido novedades en este aspecto, ni Callens pudo relatar lo que los testigos recuerdan y contaron a los agentes. Lo que sí subrayó es que los pequeños están siendo atendidos por un equipo de médicos, psicólogos y traductores, una unidad de crisis que trabaja sin parar con el permiso de las familias. "¿Donde está mi amigo?" Es la pregunta más frecuente. "Nos preguntan por sus compañeros, les llaman, quieren saber cómo están. Nosotros tenemos que explicarles la verdad, tenemos que contarles cuánto de trágico fue su accidente. Es un paso fundamental para ayudarles a elaborar la situación. Hasta quien se encuentra en mejores condiciones físicas, sigue muy, muy tocado en lo psicológico", subraya el médico.

Salvatore Musumeci les vio pocos minutos después del impacto, bajo aquel túnel. Es un obrero italiano de mediana edad. Llegó hace ocho meses a Suiza para trabajar y lleva dos noches sin dormir. El martes por la noche, estaba volviendo de Sierre hacia Sion, tras visitar a un amigo, y fue el segundo testigo - involuntario - del trágico accidente. "Al entrar en el túnel oí un gran ruido, pero no presté atención - ha contado frente a la cámara de SkyTg24 - pero un par de kilómetros más adelante vi un autobús parado, me parecía como empotrado en el nicho de seguridad que se halla en la derecha de la calzada. Ralenticé y lo que vi fue horrible. Estaba aplastado contra la pared, se oían niños llorar y gritar. Bajé y vi que ya se había parado otro coche, con una señora". Musumeci recuerda que desde la calle se podía atisbar a varios niños atrapados entre los asientos. Enseguida llamó la policía que acudió a los cinco minutos. A los diez ya estaban los bomberos y los equipos de rescate. "No noté ningún frenazo en el suelo. No puedo explicarme tanta fuerza en el impacto. Empezamos a ayudar a sacar cuerpos. Los tumbaba en el asfalto, los tapé con mantas. No podía hacer mucho, daba la mano a los niños, intentaba calmarlos, tranquilizarlos. Estaban fuera de sí". Y no hablaban francés, lo que complicaba su labor de socorrista de improvisación. Solo podía acariciarlos. "Recuerdo sobre todo una niña. Rubia, de pelo largo. Tenía una herida en la ceja y sangraba mucho. No paraba de gritar. No decía nada, solo gritaba como enloquecida".

Una vez finalicen las identificaciones, las autoridades repatriarán los cuerpos en dos aviones C-130 de las Fuerzas Aéreas belgas listos para despegar.

En el autobús siniestrado viajaban dos clases de sexto grado, con 52 personas en total, seis adultos entre ellos. Según el último balance médico ofrecido, tres de los 24 menores supervivientes (los adultos murieron todos), trasladados a un centro de Lausana, tienen diagnóstico reservado por su gravedad. Otros seis menores están ingresados en un centro de Viege y podrían recibir el alta hoy; otro está hospitalizado en Martini, mientras los 14 del hospital de Sion sufren fracturas, heridas y traumatismo y ya están recibiendo terapia infantil. Los niños volvían de unos días de vacaciones en la nieve, unos días en las pistas de esquí del valle de Anniviers, en los Alpes suizos.

El cuartel de la Policía de Sion no queda lejos. Nadie allí sabe explicarse este accidente, comenta uno de los portavoces, Rieder Marcus: Las condiciones del túnel eran perfectas. Construido en 1999, tenía dos carriles y uno más de emergencia. La calzada estaba iluminada y despejada. El autobús, un modelo reciente y en regla con las normas de seguridad, tampoco tenía ningún problema.

A las 21.15, cuando el vehículo impactó con la pared del túnel, el viaje no había hecho más que empezar hacía una hora. Tras un sinuoso recorrido por las montañas del cantón de Valais, el autobús había alcanzado el fondo del valle y se incorporaba a la autopista A9 que lleva a Lausana (Suiza). Le dio tiempo a cubrir un puñado de kilómetros de esa ruta, en un tramo recto, donde la velocidad máxima permitida es de 100 kilómetros por hora.

Los investigadores descartan la posibilidad de que fuera demasiado rápido. "Este túnel mide entre cuatro y cinco kilómetros de largo; hay por lo menos 12 cámaras de seguridad. No de las que toman la foto de un vehículo si supera los límites, —comenta Marcus— sino de las que siempre están encendidas. Visionamos las grabaciones, ahora incautadas por el juez, y no parece que fueran demasiado rápido".

Se manejan otras tres hipótesis: un problema mecánico del autobús que le hizo desviarse y perder la dirección; un problema de salud del conductor o un error. Será difícil averiguar las razones que provocaron esta tragedia, porque los conductores han muerto en el impacto. Podrá ayudar la autopsia del chófer, que se conocerá en los próximos días. El chasis del autobús, destrozado y arrugado como un juguete roto, también está siendo examinado en un gran garaje, a apenas 100 metros de distancia del lugar del accidente.

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