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Reportaje:

Las frasecitas del ministro

Claude Guéant, titular de Interior y mano derecha de Sarkozy durante años, salta de polémica en polémica por sus declaraciones y meteduras de pata

Un ministro francés se ha convertido -tal vez a su pesar, tal vez no- en la estrella mediática del momento debido a sus frases polémicas y a sus meteduras de pata de cara al micrófono. Se trata de Claude Guéant, viejo colaborador de Sarkozy, su mano derecha desde hace casi una decena de años, ex Secretario General del Elíseo hasta que, hace un mes, fue nombrado ministro del Interior. Su rostro atildado y pulcro, sus maneras algo sinuosas y su todopoderosa influencia en la sombra cuando trabajaba en el despacho contiguo al del Jefe del Estado, en el epicentro del poder, le valieron el oscuro sobrenombre de El Cardenal. Tan cortés y amable como misterioso, se encontraba detrás o al lado de todas las decisiones importantes, y daba consejos perentorios a este o al otro invocando el deseo sacrosanto del presidente de la República. Todo, sin aparecer nunca del todo, siempre de perfil, detrás de la cortina de su cargo confuso de Secretario del Elíseo. Ahora, como ministro del Interior, expuesto al vaivén mediático de plano y sin matices, salta de charco en charco y de lío en lío.

La semana pasada, antes del primer turno de las elecciones cantonales, soltó, tal vez sin saber lo que le esperaba tal vez sabiendo, una frase polémica: "A fuerza de inmigración irregular, algunos franceses, tienen la sensación de no estar en su casa". La izquierda se levantó, acusándole de quererse atraer el electorado del Frente Nacional a base de comentarios racistas. Y Marine Le Pen, la presidenta de esta formación de ultraderecha, se limitó a ofrecerle un carné del FN.

El lunes, Guéant volvió a la carga. Preguntado sobre la intervención libia y sobre el papel de Sarkozy dentro de la coalición internacional, respondió: "Todo el mundo se ha dado perfecta cuenta de que, afortunadamente, el presidente estaba allí. Él lideró la cruzada para movilizar el Consejo de Seguridad, la Liga Árabe y la Unión Africana".

El mismo Vladimir Putin, reacio a la intervención, utilizó esa misma palabra "cruzada", para referirse peyorativamente a la operación militar. Las críticas volvieron a arremolinarse en torno a Guéant y su palabra. El ministro de Asuntos Exteriores, Alain Juppé, empeñado en que los países árabes no se descabalguen de la coalición, definió la frase -con cierta condescendencia- como "una torpeza sin mayor importancia". Martine Aubry, primera secretaria del Partido Socialista francés (PS), fue algo más lejos: "Es un error profundo, un error político y un error de principiante". Y el centrista François Bayrou, aún más: "Cada vez estoy más convencido que es peligroso embarcarse en política sin conocer la historia y la mentalidad de los pueblos. La palabra "cruzada" es un signo de unión de todas las naciones árabes contra Occidente. (...) Utilizar esta palabra es echar una mano a Gadafi".

El mismo Guéant, en la Asamblea Nacional, se agarró a los rincones del diccionario para justificarse y hacer creer que no dijo lo que dijo: "Esta es la definición de la palabra 'cruzada' que ofrece el Petit Larousse: 'Campaña para crear un movimiento de opinión pública".

Con todo, hoy, en una emisora de radio, el ministro ha reconocido que tal vez debería "haber empleado otra palabra".

¿Aplacada la polémica?

Esa sí. Pero surge otra: en la misma entrevista, Guéant ha manifestado, refiriéndose a los hospitales -y a los musulmanes-, que los empleados públicos no deben "ni llevar ningún signo religioso ni manifestar ninguna opción religiosa dentro de su trabajo".

A las 11 de la mañana, ya comenzaban a repicar los teletipos la nueva frasecita del ministro.

El ministro de Interior de Francia, Claude Gueant.
El ministro de Interior de Francia, Claude Gueant.

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