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Voces e imágenes de otra época

Lo más curioso de su anuncio es su carácter retrospectivo. No nos anuncian que a partir de hoy suspenden su actividad armada, sino que levantan acta de que lo hicieron hace unos meses, en un momento impreciso sobre el que nada aclaran, sobre todo en cuanto razones. (Tampoco es extraño, nunca han sido la razones su fuerte). Saber por qué se deja de matar, aunque sea provisionalmente, sirve al menos para saber por qué se mataba. Tanto se han esmerado matando durante 50 años con sus 800 muertos sobre sus conciencias que ya dan por sentado que en su idea de lo que es la actividad política se mata por que sí, como se respira.

Levantando acta de que últimamente no están matando, nada nos dicen qué piensan seguir haciendo en el futuro y si tiene límite alguno, del tipo que sea, esta pasividad sobrevenida en su oficio de asesinos. De momento sueltan alguna pista truculenta, no vaya a ser que a los asesinos les quede cara de ángeles gracias a sus comunicados: las acciones armadas que ahora están suspendidas son las ofensivas. ¡Vaya usted a saber qué benevolente y generoso concepto tienen estos benefactores de la humanidad sobre las acciones no ofensivas¡

Queda luego y por si acaso la idea de que “sin confrontación” no se podrá superar nada, eufemismo suficientemente expresivo en boca de quien lo pronuncia. Levantando acta de que ahora mismo no están matando, los etarras vienen a decirnos que pueden volver a hacerlo en cualquier momento. O mejor, sabiendo el estado en que se encuentran, más bien parecen decirnos que volverán a matar en cuanto puedan. Sólo Jaime Mayor Oreja parece estar tan interesado como los etarras en hacernos creer que la banda asesina está más fresca que una lechuga. Los terroristas quieren aprovechar su debilidad para colarse en la actualidad y en el proceso político que se esfuerza por abrir la izquierda abertzale y el ex ministro del Interior del PP quiere hacer lo propio para demostrarnos que este alto el fuego es fruto de unos acuerdos secretos entre ETA y Zapatero.

La primera reacción de cualquier observador internacional no muy avisado ante el vídeo entregado a la BBC el domingo y convertido en su noticia de apertura debió ser de asombro: ¡Ah! ¿Pero todavía existe la ETA? El lenguaje de su comunicado, los tétricos perifollos de los tres etarras, el sombrío escenario y la entera actuación y gesticulación parecen salidos de una época remota, del hoyo más profundo de la guerra fría, antes de que cayeran el Muro de Berlín y muchas escamas ideológicas y políticas de los ojos de la gran mayoría de la gente.

Hay que reconocer, además, que en el mundo del megaterrorismo y de las guerras entre ejércitos delincuentes en el que nos hemos adentrado en los últimos años esa cosa siniestra que todavía pega algún zarpazo en nombre de la libertad de Euskadi es más bien ridícula e insignificante y que sus bravuconadas sólo producirían carcajadas si no fuera porque de vez en cuando se traducen en la muerte de un ser humano por mano de otro, algo siempre grave y repugnante.

Pero la verdad es que ETA está muerta y más que muerta. Son exactamente nulas, iguales a cero, sus posibilidades de sacar algún rendimiento a los 50 años de acción criminal exhibida en el comunicado con ridículo orgullo y lamentable autosuficiencia. Sólo la atención mediática que todavía suscite, y el auxilio que le presten quienes quieran y puedan sacar provechos políticos de este espantajo sangriento, pueden seguir resucitándola como si fuera un zombie, un muerto viviente salido de las profundidades del pasado franquista.

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