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Consumidores de historias

¿Por qué la nota roja ocupa cada día más espacios en la prensa mexicana?

Después de un fin de semana de paseo, una niña de cuatro años con discapacidad, aparentemente es arropada a las ocho de la noche del domingo por su madre en su recámara. A las siete de la mañana del día siguiente, alarmada la nana de la niña despierta a la madre y le dice que la chiquita no está en su habitación.

La buscan por todas partes, dan cuenta a la policía y se inicia una búsqueda por todo el país. Se activan de inmediato los medios de comunicación y la historia ocupa todos los espacios informativos. Se despliega una gran cobertura. Se activan de inmediato también las redes sociales de Internet. La sociedad civil se moviliza y se colocan mantas y espectaculares por toda la ciudad. La fotografía circula por la red. Especialistas, penalistas, investigadores y el Procurador del Estado de México, todos convertidos en estrellas de los medios. Entrevistas a los padres en espacios estelares pidiendo que les devuelvan a la niña.

Un dato nuevo añade un ingrediente curioso y de suspenso: era prácticamente imposible que la niña saliera de un edificio tan exclusivo, con vigilancia permanente y cámaras de seguridad por todos lados. Las chapas no han sido forzadas. Averiguaciones, peritajes, especulaciones y a los ocho días, los investigadores descubren el cadáver de la niña, dentro de una bolsa de plástico, escondido en su propia recamara.

Esta es la historia real de la niña mexicana Paulette Gebara Farah y hoy todo México se pregunta ¿quién mató a Paulette?, pero al mismo tiempo y en paralelo surgen muchas otras preguntas: ¿Se justifica semejante cobertura de los medios de comunicación? ¿Debe la información de policía, la nota roja, ocupar esos espacios en los medios de comunicación?

Es claro que para los medios es prácticamente imposible abstraerse de seguir una nota con estas características. La historia desde el punto de vista periodístico y de comunicación tiene todos los elementos para despertar el interés y el sentimiento de la sociedad. Decenas de casos similares se dan en todo el mundo. Por una razón u otra, por lo novedoso del crimen, por lo carismático de los personajes, por la coyuntura, por la violencia, pero siempre hay casos de policía que despiertan el interés de toda la sociedad y la masiva cobertura y el seguimiento de los medios de comunicación.

Los seres humanos somos ante todo consumidores de historias. Nuestra natural curiosidad nos lleva a interesarnos por la vida de los otros, solo que antes nos asomábamos a la ventana y ahora prendemos el televisor.

En la infinita cantidad y variedad de géneros de las historias que podemos consumir, es especialmente seductor y popular aquel que tiene que ver con la guerra, la violencia, el crimen, y las catástrofes de los otros.

Lo describe muy bien en su ensayo Ante el dolor de los demás la novelista y ensayista norteamericana Susan Sontag: (1933.2004): "Ser espectador de calamidades que tienen lugar en otro país es una experiencia intrínseca de la modernidad, la ofrenda acumulativa de más de un siglo y medio de actividad de esos turistas especializados y profesionales llamados periodistas. Las guerras son ahora también las vistas y sonidos de las sala de estar. La información de lo que está sucediendo en otra parte, llamadas 'noticias' destaca los conflictos y a violencia -'si hay sangre va en la cabeza' reza la vetusta directriz de la prensa sensacionalista y de los programas de noticias que emiten titulares las veinticuatro horas- a los que se responde con indignación, compasión, excitación o aprobación, mientras cada miseria se exhibe ante la vista."

Ante una escena de violencia, un hecho de policía o una catástrofe, los medios de comunicación reaccionan conforme a su naturaleza: informar, transmitir. Los medios responden y satisfacen finalmente una demanda. Una necesidad de saber. Una curiosidad. Pero también una necesidad de ver. Un morbo. Retroalimentan. Estimulan. Se crea un círculo vicioso. Se pone la violencia porque la gente lo ve. La gente ve la violencia porque los medios la ponen. ¿Quién empezó primero?

Las audiencias no mienten. Está más que visto y medido. Es cíclico, pero es real. La gente ve más los medios cuando proyectan escenas de violencia, notas de policía o catástrofes. Al poco tiempo la gente se cansa y deja de ver. Se satura y baja el interés. Pero con el tiempo se recrea y se repite el ciclo.

Somos consumidores de historias y las historias de policía tienen muchas audiencias y muchos seguidores. Es una tarea para psicólogos y antropólogos explicar las razones, pero es un hecho que esa información vende y tiene audiencia.

Para los medios serios, el contrapunto o el dilema está entre el deber, la obligación y la responsabilidad de informar, frente al riesgo de hacer periodismo amarillo o sensacionalista. Es claro que el amarillismo y el sensacionalismo son una opción, como estilo y como género en sí mismo. Es una forma cuestionable, analizable, pero muy real, de información, o quizá de entretenimiento y hay medios que optan abiertamente por el amarillismo, y varios millones de consumidores pagan por ese servicio.

El término amarillismo surgió a fines del siglo XIX en una batalla por el mercado de lectores de la ciudad de Nueva York entre los diarios New York World de Joseph Pulitzer y de New York Journal de William Randolph Hearst. Ambos medios recurrieron a todo género de portadas, sensacionalistas y escandalosas, exagerando notas y magnificando eventos, para tratar de atraer a los lectores.

Recordar el episodio sirve para entender un poco. El amarillismo nace de una guerra caracterizada estrictamente por criterios económicos, de poder y de mercado. Surge con el afán de vender más diarios. Y creo que ahí está una de las pistas para entender la frontera entre el amarillismo y la libertad de información. La clave está en los fines. La diferencia está cuando el medio publica algo y lo hace por vender más, a cuando el medio publica algo y lo hace estrictamente por cumplir con su deber informativo. Vender contra informar.

Resulta por supuesto sutil y difícil el parámetro, en una era en la que todos los medios que informan, para existir, necesariamente tienen que vender más. Empero creo que la diferencia es útil porque sí existen distintos tipos de medios. El dilema existe por supuesto sólo para los medios serios, que cuidan su prestigio, su credibilidad y que buscan realmente informar, antes que vender.

En México el debate es especialmente relevante, no solo por el caso de la niña Paulette arriba descrito, sino por los años que llevamos inmersos en una guerra contra el narcotráfico, en el que de manera recurrente resurge el debate sobre los límites de la información. Qué publicar y qué no publicar.

En todo el mundo hay veces en que la nota roja salta temporalmente a las primeras planas. En México, la nota roja, la información de policía, hace meses que vive de manera permanente en las primeras planas de los diarios.

Es verdad que hay ocasiones en que los medios agreden al lector al espectador con notas, imágenes o historias francamente espeluznantes. Pero los medios, medios son, y finalmente solo retratan lo que sucede en las calles, en las plazas y en la realidad. Una realidad que es la que en última instancia agrede al lector.

Para los medios serios, el dilema es inevitable, ineludible, cotidiano y permanente. Se presentará hoy, mañana y todos los días en las mesas de redacción. No hay manual, no hay regla y no hay manera de evitarlo. Los medios y quienes trabajamos en ellos, debemos de tratar de construir valoraciones y parámetros éticos, profesionales, de servicio a la comunidad y hasta de buen gusto, al momento de preparar lo que comunicamos. Pero por encima de todo y primero que nada, debe estar el valor superior de expresar y de informar, y la libertad y el derecho de la sociedad a saber.

Debemos resignarnos: Si la realidad es incómoda, la información será incómoda. Si queremos cambiar la información, primero debemos cambiar la realidad.

La gente quiere saber ¿Quién mató a Paulette? Los medios deben y deberán informar en su momento los detalles y el desenlace de la historia, porque aunque no nos guste aceptarlo, finalmente somos consumidores de historias.

Sabino Bastidas Colinas es analista político.

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