Disuasión sin silenciador
La forma de disuasión más eficaz es el asesinato selectivo y silencioso de los jefes enemigos, la transmisión de un mensaje sin ambigüedad: quien se ponga al frente de este ejército que me ataca será atacado sin piedad allí donde esté y por más escondido que esté. Para que la amenaza sea de la máxima eficacia debe actuar, efectivamente, con silenciador: todos deben saber de dónde viene la amenaza, pero nadie debe tener las pruebas. Así funciona la posesión del arma nuclear por parte de este país que jamás ha reconocido que la tenga: no se siente interpelado por ninguna negociación ni ninguna convención de desarme, no reconoce su posesión, pero tampoco la niega, para que se vayan enterando los enemigos, y trata como agente enemigo a quienes desvelan sus secretos. En la época de la guerra abierta no le importaba, casi al contrario, que se conocieran sus acciones ilegales en el extranjero para liquidar a responsables de crímenes contra los suyos. Tampoco le ha importado efectuar asesinatos selectivos con medios aéreos directamente a cargo del ejército en el curso de situaciones prácticamente de guerra abierta.
La mayor amenaza a la propia disuasión nuclear es que aparezca una nueva potencia nuclear en la región. Si se consuma y lo que ahora es meramente una capacidad futura se convierte en un arsenal presente, el equilibrio regional entero quedará modificado. Un nuevo equilibrio del terror nuclear regional puede trastocar el mapa y la correlación de fuerzas. Estamos hablando, naturalmente, de Israel y de Irán, dos Estados radicalmente incompatibles en las posiciones de sus respectivos gobiernos actuales: el primero considera que la posesión de capacidades nucleares por parte del segundo constituye una amenaza existencial intolerable, cosa que el segundo confirma al rechazar cualquier atisbo de derecho a la existencia del primero. El ataque aéreo contra las instalaciones iraníes por parte de Israel es una hipótesis que ha estado encima de la mesa desde hace ya algunos años, sobre todo con Bush en la Casa Blanca. La llegada de Obama con su mano tendida a un diálogo con Irán y sobre todo la fuerza de la oposición contra Ahmadinajead están desactivando la idea de un ataque que sólo demoraría un par de año la carrera nuclear, pero inmediatamente facilitaría la vida al régimen y desactivaría las protestas.
Queda muy poco trecho para recorrer en el silogismo. La acción fulminante atribuida al Mossad en Dubai cabe fácilmente en una operación destinada a recuperar algo de la capacidad disuasiva perdida por parte de Israel. El dirigente de Hamas liquidado por el comando se supone que israelí iba a viajar a Irán para comprar armas. Su asesinato no tan sólo sigue descabezando al grupo palestino, sino que manda un contundente mensaje a quienes vayan sustituirle. Revela, además, la debilidad logística y organizativa del grupo armado palestino: pudo haber un confidente dentro de Hamas que facilitara las cosas; es casi seguro que dos palestinos de Fatah colaboraron en la operación. El único fallo, del que no eran suficientemente conscientes los agentes ejecutores, es que fueron muchas y muy bien situadas las cámaras de video que captaron los movimientos, hasta el punto de dejar una huella visual excesiva, que ha facilitado las cosas a la policía de Dubai de forma muy preocupante para el gobierno de Benjamín Netanyahu.
Varios países europeos han lamentado el uso fraudulento de pasaportes de ciudadanos suyos con doble nacionalidad israelí; algo incompatible con el comportamiento de un país que quiere tener una relación cada vez más estrecha y privilegiada con la Unión Europea. Los once agentes han quedado totalmente quemados: sólo podrán dedicarse a tareas de despacho a partir de ahora. El jefe de los servicios secretos, Meir Dagan, pero quien sabe si también el primer ministro Netanyahu, pueden tener problemas en sus viajes al extranjero con los tribunales de distintos países. Para no hablar de las relaciones entre los estados árabes e Israel, enturbiadas ahora por esta acción en territorio de uno de los emiratos que mejor se entendía con el Estado israelí.
Si ha sido una acción destinada a levantar de nuevo la disuasión, y todo conduce a pensarlo, se ha producido en la forma inconveniente de un disparo sin silenciador. Y cuando la disuasión se convierte en espectáculo, puede incluso rebotarse en un efecto retroceso contra quien ha perpetrado el golpe. Así de dura es la vida para los espías y los asesinos profesionales en la época de la videovigilancia casi universal.
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