El Papa espera a Obama y elude a Berlusconi
El primer ministro italiano se queda también sin la conferencia de prensa junto al mandatario de EE UU
"Estamos muy ocupados con la visita de Obama. Yo no especularía sobre un asunto que no está en absoluto confirmado. No me consta que esa reunión se vaya a celebrar". Las tres frases de Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, destilan gotas de ironía jesuita, pero son todo lo claras que pueden ser, y significan una cosa: el Papa se ha negado a recibir a Silvio Berlusconi tras el G-8.
Las gestiones, anticipadas esta semana por el entorno del primer ministro para tratar de recuperar imagen tras los escándalos y contrarrestar las feroces críticas de los obispos italianos, han sido truncadas por la diplomacia vaticana, que solo piensa en el primer encuentro entre Benedicto XVI y Obama, previsto para esta tarde.
La cita escenificará un entendimiento político iniciado con el viaje del Papa a Tierra Santa, donde predicó la doctrina Obama de 'dos pueblos dos Estados'. "Hablarán de los grandes temas", explica Lombardi, "de la paz mundial, de los esfuerzos comunes para resolver la situación en Oriente Medio, de la crisis. También de las propuestas contenidas en la Encíclica papal, y de las discusiones del G-8".
Los asuntos morales (aborto y células estaminales) no impedirán sellar la alianza que debe gobernar el mundo en los próximos años. Obama, en la única entrevista concedida estos días en Italia (al diario de los obispos, 'Avvenire') ha preparado el terreno: "Sé que algunos se esperan siempre lo peor de mí sobre ciertos temas, pero siempre defenderé el derecho de los obispos a criticarme", ha dicho.
El portavoz del Papa subraya las coincidencias: "Es conocida la divergencia de sensibilidades en el campo moral, pero el Vaticano aprecia mucho sus esfuerzos en política exterior y por la paz entre israelíes y palestinos".
Otro motivo de satisfacción en San Pedro es el nombramiento del nuevo embajador estadounidense ante la Santa Sede, con la pragmática elección de Miguel H. Diaz, teólogo católico e hispano de la Universidad de Saint John's, de 45 años, que debe sancionar todavía el Congreso.
Berlusconi no tendrá, por tanto, el soñado beso redentor del Papa tras la cumbre. Y se ha quedado sin la conferencia de prensa conjunta con Obama, un rito imperativo en estas cumbres. Así, el balance de un G-8 que debía servir para su resurrección esclarece el creciente declive del Cavaliere, que sale más débil de lo que llegó. La mejor prueba es que su único defensor público estos días ha sido el Opus Dei, corriente que hoy no goza de influencia en San Pedro. Berlusconi ha asegurado a los líderes mundiales que seguirá en el poder pese a los "ataques personales". Quizá sea verdad: su vulnerabilidad le convierte en un arma útil para muchos. Pero él sabe mejor que nadie que los poderes fuertes han dictado sentencia.
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