La guerrilla accidental
Librar las guerras que convenga. A los intereses nacionales y a la seguridad mundial, por supuesto. Hacerlo al más bajo coste posible en vidas propias, la de los soldados, claro está. Evitar sobre todo el más ligero asomo de regreso al síndrome de Vietnam. Cuando cada día llegaban a decenas las bolsas con los cadáveres de los muchachos. Cuando se fraguó como respuesta el bombardeo sin piedad sobre poblaciones civiles, en la estela de la la Segunda Guerra Mundial: sobre Hanoi como sobre Hamburgo, Dresde, Hiroshima, Nagasaki…Convertir además el ejército entero en profesional. Dejat así exenta de peligro la entera clase media y sobre todo los hijos de las elites, con los consabidos beneficios políticos que se derivan. Incrementar con la tecnología esos combates a distancia con misiles teledirigidos, proyectiles ‘inteligentes’, bombarderos no tripulados –los drones-, esta vez inaugurados con la primera guerra de Irak y sus imágenes verdes y fosforescentes de la falsa muerte limpia y quirúrgica. Así hasta hoy.
Hasta hoy,incluso con Barack Obama en la Casa Blanca. Escandalosamente, incluso con Barack Obama. Y en el día preciso en que se reúne con Karzai y Zardari, los aliados que le deben exigir indignados el cese de tanta muerte civil, de tanto ‘daño colateral’. ¿Acaso no hay otro medio para combatir a Al Qaeda y a los talibanes? ¿No suenan los argumentos sobre los escudos humanos como un reflejo de los utilizados por Israel en Gaza? ¿Son la retirada y el desistimiento las únicas alternativas a la muerte en masa de poblaciones inocentes? ¿No percibiremos en el límite diferencia alguna entre unos presidentes y otros?
Hay razones políticas potentísimas para condenar estos hechos. También y sobre todo razones morales, por supuesto. Pero no sólo. ¿Alguien entenderá alguna vez que nada favorece más a los talibanes que el impúdico desprecio por la vida humana que exhiben ciertos jefes militares a la hora de resolver sus problemas? Estas decisiones son las banderas de reclutamiento de la guerrilla accidental, la denominación bien precisa de un especialista, David Kilcullen, para calificar a las poblaciones que han sido arrastradas circunstancialmente a la insurgencia. “La contrainsurgencia efectiva provee seguridad humana a la población allí donde vive durante 24 horas al día, y esto, no destruir el enemigo, es la tarea central”, dice Kilcullen. Este militar australiano, cargado de razones por lo mal que se han hecho las cosas en Irak y en Afganistán, viene asesorando a los militares norteamericanos desde hace tiempo, pero a la vista está que no se le hace todo el caso que merece.
La guerrilla accidental es el producto de dejar la política y la diplomacia en manos de los militares, y a la vista está que todavía no han regresado: cada bombardeo de este tipo puede matar a diez guerrilleros, pero reclutará a cien más. Los últimos ocho años de Bush han convocado a la guerrilla accidental en muchas zonas conflictivas del planeta. Pero en los de Obama que ahora justo empiezan se la sigue convocando a las armas.
(Enlaces. Para el libro de Kilcullen. Para la reseña publicada en la revista de libros del New York Times. Para la participación del autor en un blog sobre problemas de contrainsurgencia).
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