Venecia se hunde en las aguas de... Coca Cola
Los venecianos han dicho basta. Son conscientes, con dolor, de que la antaño poderosísima República es hoy prácticamente una ciudad museo, pero todo tiene un límite. Y éste ha llegado con la noticia de que este fin de semana el Ayuntamiento y Coca-Cola van a firmar un acuerdo por el cual se instalaran unas 60 máquinas de bebidas en 32 puntos de la ciudad a cambio de unos 2 millones de euros en cinco años más un generoso porcentaje en las ventas de latas y botellas.
La decisión ha puesto de los nervios a la teórica Serenissima y ha hecho coincidir a concejales de izquierda y derecha. "Nuestra ciudad ha sido vendida por cuatro cuartos", ha denunciado Sebastiano Bonzio de Rifondazione Comunista para quien se ha puesto precio "al alma de la ciudad que irradió derechos humanos". En la derecha también han echado mano a la historia. "Al menos podían haber hecho como las cortesanas venecianas que se hacían pagar bien y si han decidido prostituir la ciudad a Coca-Cola por lo menos que les paguen bien", ha subrayado Pietro Bortoluzzi, jefe del grupo de Alleanza Nazionale.
Las autoridades aseguran que las máquinas (que además de bebidas expenderán sándwiches y otros comestibles) no llevarán marca alguna y que se tratará de situarlas en lugares donde no afecten al paisaje urbano. El alcalde de la ciudad, el filósofo Massimo Cacciari, ha hecho gala de pragmatismo veneciano: "Necesitamos desesperadamente fondos para las labores de restauración de la ciudad".
El edil tiene oposición hasta en la familia. Su sobrino lidera un grupo antiglobalización que, obviamente, se opone a la iniciativa. Eso sí, otros políticos locales, que han puesto el grito en el cielo, no han sido menos pragmáticos que Cacciari y han escrito a Pepsi-Cola pidiendo que la eterna rival ofrezca al menos un millón de euros al año a la ciudad.
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