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Reportaje:

Con miniprotestas, el crimen organizado busca imponer una agenda mediática en México

Los manifestantes exigen que el Ejército no realice más operativos en contra del crimen por violar los derechos humanos

"No venimos para que saquen la nota, venimos para que sepan que aquí estamos". Los reporteros se quedaron petrificados. El modus operandi fue idéntico en los tres periódicos de Tampico, puerto del fronterizo estado de Tamaulipas: primero, dos camionetas todoterreno con lunas tintadas cerraban la circulación en la calle; luego, salidos de la nada y portando pancartas, un centenar de personas se "manifestaba" en contra del Ejército Mexicano. Y finalmente, a los periodistas que salían de las redacciones, algunos manifestantes les tomaban fotos y video. La noticia, por supuesto, nunca se publicó.

Lo anterior no pasó ayer ni la semana pasada. Ocurrió en octubre de 2008. A diferencia de otras manifestaciones populares, recuerda un periodista que las presenció y que pidió el anonimato, en ésta "no gritaban, ni nada, era silenciosa, todo era muy silencioso; y las pancartas que portaban son muy parecidas a las de Monterrey. En Tampico se decía que los habían enviado los señores".

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Si hace meses estas 'manifestaciones' pasaron inadvertidas porque se realizaban en ciudades medianas, en los últimos seis días han sacudido Monterrey, la capital industrial de Nuevo León, sede de corporaciones como el gigante cementero CEMEX o de emporios mediáticos como Grupo REFORMA.

La situación entró en crisis este martes, cuando se registraron una decena de estas "protestas" en cuatro estados del país que bloquearon no sólo calles y carreteras, sino que incluso cerraron puentes fronterizos con Estados Unidos en Reynosa, Nuevo Laredo, Matamoros y Ciudad Juárez. ¿Qué piden los manifestantes? Formalmente, que el Ejército no realice más operativos en contra del crimen porque, alegan, los soldados violan los derechos humanos. Pero esa demanda no se la cree nadie.

Para empezar, porque las fuerzas armadas mexicanas gozan de amplia popularidad entre la población: una encuesta realizada en septiembre de 2008 por María de las Heras -una de las tres firmas encuestadoras más prestigiosas de México- las pone en primer lugar de buena imagen por sobre todas las instituciones. Y en segundo lugar, porque la opinión pública desconfió de la legitimidad de estas protestas mucho antes de que las autoridades señalaran que son financiadas por el crimen organizado, que tras haber recurrido a las narcomantas ahora explora una nueva estrategia de presión y de imposición de su propaganda: usa a mujeres, niños, adolescentes y ancianos.

"Está quedando claro que no se trata de ciudadanos que se manifiestan espontáneamente, ni que quieren ser considerados así", explica Raúl Trejo Delarbre, estudioso de fenómenos de comunicación colectiva. "Todo indica que es una expresión para tener peso público de los interesados en reclamar ante el Ejército".

Las manifestaciones son conocidas ya como las de los tapados, porque las personas que participan van embozadas. Al principio, las autoridades de Nuevo León se limitaron a contener a los manifestantes y a señalar que a cada uno de ellos el crimen organizado les pagaba unos 500 pesos (unos 25 euros, pero casi diez veces el salario mínimo diario) por aparición. Luego, el 10 de febrero fue detenido un presunto organizador, Juan Antonio Beltrán Cruz, alias El Queco, de 20 años y en cuyo domicilio encontraron armas largas, mil cartuchos y falsos uniformes policiales. Dos días después apareció muerto el policía que había capturado a El Queco

"Hay elementos para pensar que se trata del cártel del Golfo el que está detrás de las manifestaciones", dijo este martes Natividad González Paras, gobernador de Nuevo León. Un día antes y al anunciar que desplegarían más policías, el Ministro de Seguridad Pública Genaro García Luna había advertido de que "no podemos permitir que el derecho ciudadano de manifestarse en la vía pública lo usen delincuentes o criminales para poder mostrarse con una demanda que no está ligada a un esquema social o que tenga soporte social".

"Esto es nuevo en México, por lo general las actividades delincuenciales transcurrían en el sigilo, en el secreto que es parte de la ilegalidad, pero en estas ocasiones ya tenemos grupos de narcotraficantes que buscan ser vistos, en primer lugar porque ésta es una manera de dirimir rivalidades y enconos mutuos, pero también para influir en la apreciación que la sociedad tiene de ellos, este sí es un cambio notable en la sociedad mexicana", subrayó Trejo Delarbre.

Los delincuentes quieren las primeras planas, lo que reavivará un debate que ya se había dado en los medios mexicanos cuando surgieron en el verano del 2007 las narcomantas: mensajes que los criminales dejaban junto con los cadáveres de personas ajusticiadas, y en puentes y monumentos, con leyendas que amenazaban por igual a la policía o a otros delincuentes. En diversas ocasiones, el Gobierno federal acusó a los medios de comunicación de dejarse utilizar por los criminales.

"Este es un dilema que no se ha resuelto en buena medida porque no ha habido una discusión abierta entre los medios mexicanos", planteó Trejo Delarbre, "seguimos habituados a un manejo con frecuencia sensacionalista de la noticia, en donde pesa más el estruendo que la responsabilidad pública y política. Todavía hay medios que prefieren mostrar las narcomantas, o las imágenes de los decapitados o de las manifestaciones de los tapados antes de evaluar de qué manera lo hacen. No creo que se deba ocultar un asunto de estos pero en cada medio hay recursos para poner esta información en contexto".

Dentro de la gravedad del asunto, resulta curioso que se haya bautizado a estos manifestantes como tapados, un término que se acuñó durante los gobiernos del ahora opositor PRI para designar al delfín (o delfines) del presidente en turno.

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