Un duro golpe para la diplomacia paralela
Davos es una oportunidad. Este escenario ofrece todos los niveles posibles para los contactos, las conversaciones e incluso la escenificación de los consensos. Sus organizadores recuerdan con frecuencia la ristra de éxitos cosechados, desde los acuerdos entre gobierno y oposición en Sudáfrica hasta el proceso de paz en Oriente Próximo. Pero también es una oportunidad para la catástrofe. Sucedió ayer, muy tarde, cuando la mayoría de los participantes se incorporaba a las cenas-debate. El primer ministro turco, Erdogan, abandonó el foro con un portazo y la promesa de no volver nunca más. El incidente se produjo durante un ácido debate con el presidente isarelí Shimon Peres.
El enfado con Erdogan fue aparentemente con David Ignatius, el ex director del International Herald Tribune y ahora columnista del Washington Post que hacía de moderador. Después de una intervención de más de 20 minutos de Peres, Erdogan tuvo que conformarse con apenas los diez que le tocaban. Pero esta es la cuestión formal. Erdogan había pedido poco antes al presidente Obama que "redefina el concepto de terror y de organización terrorista en Oriente Próximo, y basándose en esta redefinición desplegara una nueva política en la zona". Peres se dio por aludido e hizo una defensa encendida de la acción militar isarelí sobre Gaza: "la tragedia de Gaza no es Israel sino Hamas, que ha creado una dictadura muy peligrosa".
El discurso de Peres fue muy subido de tono y alejado del tipo de intervención diplomática que corresponde a un foro privado como éste. No hay duda de que el presidente de Israel miraba más a su opinión pública que a una opinión internacional difícilmente sensible a los excesos enfáticos y al tono excitado de voz de la bronca contra Erdogan. Me cuenta un periodista turco horas más tarde que Peres ha llamado al premier de su país para excusarse. No sé si es verdad, pero debiera serlo porque el israelí ha salido de sus casillas y no ha tenido mucha deferencia con un político y un país que normalmente juegan un papel positivo en relación a Israel.
Hay todavía una explicación más a tanta excitación exhibida públicamente en Davos. Erdogan está muy molesto con el gobierno de Olmert porque se ha sentido traicionado en su papel de mediador para conseguir la libertad del soldado Gilad Shalit, en manos de Hamas en Gaza. Al parecer la negociación estaba a punto de caramelo para que Hamas soltara al soldado a cambio de la liberación de un número determinado de presos islámicos cuando Olmert decidió tomar la calle de en medio, dejando tirado a Erdogan. Este esperaba una llamada para hacer el siguiente paso negociador, pero la llamada desde Jerusalén nunca llegó y empezó en cambio la invasión.
Estoy escribiendo como un puro blogger, intentando orientarme entre rumores y explicaciones más o menos plausibles: periodismo converesacional como se suele decir. He podido ver y escuchar entera la intervención de Peres y una parte de la de Erdogan, pero abandoné el palacio de Congresos justo cuando se estaba produciendo el incidente. Me enteré de la espantada ya sentado en una cena donde estaba el premio Nobel Joseph Stiglitz, el periodista alemán Josef Joffe y el historiador y columnista británico, Timothy Garton Ash, donde practicamos el ejercicio de repertoriar las cosas que había que tirar al basurero de la historia. Había bastante acuerdo que los sindicatos franceses estaban muy arriba en la lista. El clash de civilizaciones y el fin de la historia quedaron también en buen lugar, así como el mundo unipolar y la economía financiera. Alguien dijo que la propia idea del basurero de la historia, originada por la idea del progreso histórico lineal, también terminaría en el basurero de la historia. Los más osados pusieron a Europa y alguno incluso a Davos entero. Peres y Erdogan han hecho su contribución en cualquiera de los casos a que Davos sea noticia, pero mala. Lo cual quizás también puntúa para alcanzar el destino de los objetos desechables.
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