Memoria de la Guerra Fría
Los inicios de la Guerra Fría y de la carrera nuclear se han convertido en una buena fuente de inspiración. Estamos ante un relevo de personas y de doctrinas, hasta el punto de que hay que poner orden en los conceptos básicos. En estos momentos una de las cuestiones cruciales es conocer y valorar el calibre del peligro que representa un Irán con una industria nuclear propia y desarrollada a espaldas del resto del mundo. Dos escuelas se están consolidando alrededor de la hipótesis de que Teherán se incorpore al club nuclear sin autorización de sus otros miembros. Una nos habla de una guerra inminente. La otra acude precisamente a la memoria de la Guerra Fría para fundamentar una nueva estrategia de contención y disuasión.
Estamos a la espera de la respuesta del régimen de los ayatolás a la oferta de negociaciones con la UE y EE UU presentadas en la reunión de Ginebra el pasado 19 de julio. Han aparecido pequeños signos para el optimismo: la asistencia del número tres del departamento de Estado, William Burns, a la reunión con los iraníes; el lugar ocupado por el tema iraní en el temario del viaje de Obama desde Kabul hasta Londres; o las declaraciones de suave optimismo de las autoridades de Teherán. Pero no han desaparecido a la vez los nubarrones y los razonamientos tenebrosos. Si la respuesta de Irán a la oferta occidental es negativa, cosa que no se puede descartar, regresarán las declaraciones alarmistas y los pronósticos de un ataque inminente sobre las instalaciones de Natanz donde se halla el grueso de las instalaciones nucleares.
El artículo del historiador Benny Morris, que ya cité en un texto anterior, partía de la inevitabilidad del ataque contra un país que, desde Israel, se percibe como una amenaza existencial. Hay que decir que si nos atenemos a las intenciones abiertamente manifestadas por el presidente iraní, no faltan razones en Israel para identificar al arma nuclear iraní con el holocausto. La única forma de cerrarle el paso sería un ataque aéreo contra las instalaciones nucleares que produzca un retraso muy significativo en el programa iraní o su definitiva cancelación. Si el ataque no es suficientemente concluyente, deduce Morris que conducirá a una guerra nuclear en Oriente Próximo, puesto que Teherán terminará devolviendo el ataque e Israel utilizando sus propias armas nucleares.
No ve el historiador espacio alguno para salir de la lógica de la guerra, sobre todo porque termina atando todo el razonamiento con la siguiente deducción: “Dada la mentalidad fundamentalista y suicida de los mulás que dirigen Irak, Israel sabe que la disuasión puede que no sirva tan bien como lo hizo con los hombres comparativamente racionales que dirigían el Kremlin y la Casa Blanca durante la Guerra Fría”. Desmiente directamente esta valoración un personaje tan relevante como el general ya jubilado John Abizaid, que fue jefe del Comando Central para Irak y Afganistán entre 2003 y 2007. Coincide el ex general con la inevitabilidad de que Irán consiga un desarrollo nuclear que le sitúe en condiciones de contar con la bomba, pero difiere, en cambio, respecto a las consecuencias y la estrategia con que debe enfrentarse este peligro. Los ayatolás no son suicidas, por lo que la disuasión funcionará, asegura.
Deduce, sin embargo, algo trascendental: la alianza entre Israel y Estados Unidos deberá ser todavía más estrecha y exclusiva, hasta el punto de que el paraguas nuclear de Washington cubra y proteja al Estado judío. El paralelo con la Guerra Fría es evidente, pero permite recordar también hasta qué punto el paraguas nuclear norteamericano limitaba los márgenes de acción de quienes recibían su protección. Todos los europeos, pero especialmente los alemanes, sabemos algo de todo esto. Abizaid advierte, para que quede claro, que un ataque nuclear a Israel significaría la destrucción total de Irán, tal como ya advirtió, por cierto, Hillary Clinton.
Yo no sé si estamos en vísperas de un ataque contra las instalaciones nucleares iraníes. De lo que estoy seguro, en cambio, es que veremos nacer muy pronto una estrategia de contención y disuasión frente a Irán inspirada en parte en la Doctrina Truman con que empezó la Guerra Fría. Respecto al paralelismo entre la Unión Soviética e Irán sólo quiero señalar que era mucho mayor aquel peligro que el actual. Era mayor la amenaza y su potencia militar relativa. La URSS era ya una superpotencia, fraguada en la guerra contra el nazismo. Irán es sólo una potencia regional, con una capacidad de expansión muy limitada y una ideología también acotada geográficamente. Si se pudo contener un peligro existencial para la mitad del planeta, regido por unos dirigentes que yo no creo más irracionales que los iraníes, y que contaba con mayores medios militares, no veo yo por qué no se puede ahora contener y disuadir a Irán. Una de las diferencias fundamentales es que Washington sabía muchísimo del peligro soviético y conoce muy mal, en cambio, al régimen de los ayatolás, con el que se han cortado todas las relaciones desde 1979.
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