De crisis en crisis, como siempre
Apenas unos 110.000 votantes irlandeses han conseguido paralizar la ratificación del Tratado de Lisboa. Será dificil que alguno de los países que quedan por ratificar no se enganche a esta oportunidad. Los conservadores británicos quieren que su país lo someta a referéndum para poder rechazarlo, desalojar a Gordon Brown de Downing Street y dar al fin un voto negativo a la Unión Europea deseado y esperado durante décadas por la opinión euroescéptica británica, ampliamente mayoritaria. También están mal las cosas en la República Checa, pendiente de la firma presidencial de Vaclav Klaus y de la revisión de su máxima autoridad judicial. Y en Italia, donde la Lega Nord ha echado las campañas al vuelo y puede obstaculizar la ratificación parlamentaria.
Está claro que ya la tenemos armada, como sucede regularmente en Europa desde hace 20 años. Pero mejor no desesperarse. Estamos perfectamente habituados a que sucedan cosas así desde el Tratado de Maastricht. Dinamarca, Irlanda, Francia y Holanda han interrumpido procesos de ratificación en distintas ocasiones. Europa vive permanentemente en crisis e incluso vive de las y para las crisis. El mayor responsable de todo y quien debe dar las primeras indicaciones es, sin lugar a dudas, el taoisech (primer ministro en gaélico) Brian Cowen. Es una crisis europea, pero antes es una crisis irlandesa. A ver qué nos propone el gobierno de Dublín al resto de los europeos.
Esta crisis fastidia, y de qué manera, a Nicolas Sarkozy. La mejor manera de que Francia regresara a Europa era liderándola, y esto es lo que intentó su presidente, apenas estrenado, apoyando e incluso quitándole protagonismo a Angela Merkel, en aquel momento presidenta de turno. La presidencia francesa que empieza este primero de julio iba a tener en su agenda la aplicación del Tratado de Lisboa, algo que le iba a muy bien a Sarkozy en todos los sentidos. Coronaba su esfuerzo e iba a convertirse en el honesto intermediador de los nombramientos para altos cargos previstos en el Tratado: el nuevo presidente del Consejo Europeo, el nuevo vicepresidente de la Comisión y alto representante de Asuntos Exteriores de la UE, y el propio presidente de la Comisión.
Ahora, con el Tratado colgado, no habrá nombramientos dentro del semestre francés. La agenda de la presidencia francesa quedará, además, dominada por la búsqueda de una salida al Tratado de Lisboa. A señalar, sin embargo, que esta crisis pondrá a prueba las dotes de improvisación y el talento político de Sarkozy. Se trata de una dificultad, pero también de una oportunidad, que es lo que los chinos entienden por crisis.
Las dos siguientes presidencias, de Chequia y Suecia, poco margen tendrán para hacer avanzar las cosas, aunque este año próximo habrá elecciones europeas bajo las reglas todavía de Niza que pueden convertirse en un momento interesante del debate europeo. Las presidencias semestrales seguirán teniendo protagonismo, precisamente porque no podrán producirse los nombramientos hasta que el Tratado no entre en vigor. Aunque con Lisboa no iba a desaparecer este turno rotatorio, sí quedaba claramente relegado a la organización de reuniones ministeriales de segundo nivel, pues se perdía la presidencia del Consejo Europeo y del Consejo de Asuntos Exteriores. Será dificil que antes de 2010 se resuelve el embrollo, por lo que es muy probable que España presida de nuevo la UE en el primer semestre de 2010, y se le ofrezca así una oportunidad incluso de dar un impulso al proceso que actualmente acaba de descarrilar.
Veremos qué dice a todo esto Zapatero hoy en su discurso sobre política exterior, y si sabe tomar algún protagonismo en un campo en el que hasta ahora se le ha echado en falta. Vamos a ver pues si para él, como para Sarkozy, hay una oportunidad a aprovechar dentro de esta crisis europea. Tiempo habrá para discutir a fondo sobre esta nueva interrupción de la construcción europea. Sólo anotar que se produce en un momento especial, de ascenso de Rusia de nuevo como superpotencia energética, con grandes intereses de todo tipo en Europa; justo cuando Estados Unidos está preparando un relevo presidencial y probablemente un cambio de rumbo; y, finalmente, en plena crisis económica de una profundidad y trascendencia tan discutidas como temidas. Es decir, que los europeos nos atamos la mano en la espalda justo cuando más necesitábamos ampliar nuestros márgenes de acción.
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