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"Nos resistimos a desaparecer"

Indígenas de Colombia, Ecuador, Perú y Brasil reivindican durante un encuentro en Bogotá su derecho a formar parte de las políticas estatales

"Nos resistimos a desaparecer como pueblos indígenas", afirmó con voz recia Willinton Chapal, indígena cofán, comunidad que habita en Putumayo, al sur de Colombia. Lo dijo ante un auditorio de más de 150 personas reunidas en esta ciudad durante el encuentro amazónico Fronteras que unen, que terminó el pasado viernes.

El interés principal del evento, que convocó a dirigentes indígenas de cuatro países (Colombia, Ecuador, Perú y Brasil), y a expertos y estudiosos de la Amazonia, fue escuchar la voz de los que desde siempre han cuidado del principal pulmón del planeta. Y llegaron con una propuesta concreta: que sus planes de vida —que hablan de respeto a la naturaleza ya a su saber ancestral— sean tenidos en cuenta en las políticas estatales.

Si esto no ocurre, afirmaron varias voces en este seminario organizado por el Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos, las nueve comunidades indígenas que comparten este territorio podrían desaparecer. Para ellos, no hay fronteras; "desde los Estados nos dividieron, antes no teníamos límites", afirmó César López, un indígena huitoto. Por eso, Sebastián Jansasoy de la comunidad inga hizo un llamamiento: el primer paso que deben dar los países amazónicos es entender que estos territorios limítrofes son territorios ancestrales que deben integrarse.

Las políticas nacionales e internacionales —repitieron en muchas ocasiones— están acabando con la biodiversidad generando explotación de recursos naturales y acabando con la identidad de estos pueblos. Y uno a uno repasaron los eslabones de la cadena de atropellos que los han ido extinguiendo: las bonanzas del caucho, las pieles, las maderas, el petróleo y la coca que, en el caso colombiano, arrastró detrás de sí todo tipo de violencias.

La fumigación los está dejando sin alimentos, los planes militares contra la guerrilla llevan al desplazamiento, y muchas acciones de la fuerza pública han significado para ellos desapariciones y atropellos. Están de acuerdo con la iniciativa gubernamental de erradicar la coca, pero piden respeto a su cultura. Para ellos, la coca es una planta sagrada indispensable para su vida espiritual.

Respeto al territorio

Chapal, de 32 años, se niega a aceptar que su comunidad camine hacia la extinción. No hace mucho, los cofanes sumaban 25.000. Hoy, apenas quedan 901 en Putumayo; al otro lado de la frontera, en Ecuador, hay otros 800. Además, apenas tienen un 20% de su territorio amparado en una reserva indígena. "Como cofanes, estamos convencidos de que hemos hecho aportes importantes para el verdadero desarrollo del país". Y cita ejemplos: los médicos tradicionales —como el taita Querubín, presente en el encuentro siempre con su atado de collares colgado al cuello— tienen el don de curar muchas enfermedades que la ciencia occidental no puede curar.

"¿Será que esto de salvar vidas no es importante para el país?", se pregunta este joven indígena, estudiante de etnoeducación. Y continúa con los ejemplos: un pueblo que ha contribuido a conservar la armonía entre los hombres y con la naturaleza. Para este indígena, "el calentamiento global es un invento de la sociedad occidental. El problema es qué estamos haciendo nosotros para que no se manifieste la naturaleza".

En definitiva, lo que piden es el respeto de sus territorios, de su especial manera de estar y entender el mundo, de su lengua, de su manera de gobernarse y de hacer justicia. "Hay una serie de conocimientos que tiene este pueblo indígena que en nuestros sentir queremos compartir; ése es nuestro mandato espiritual", concluye Chapal.

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