Yasmina y Nicolas, y II
Ahí van mis subrayados del libro de Yasmina Reza sobre Nicolas Sarkozy:
Los escritores tienen en común con los tiranos que quieren plegar el mundo conforme a sus deseos.
No soporta ninguna explicación, ningún desarrollo inútil.
Lo que me interesa es contemplar un hombre que quiere competir con la fuga del tiempo.
Me doy cuenta de quién eres, bromea, yo también podría escribir un libro sobre ti.
Varias veces le he oído decir esto: cuando termine con la ambición.
“La ambición transforma el deseo en incandescencia, dice. Hay momentos en los que aspiro a algo menos de incandescencia. Mira, lo tengo todo para estar contento, he soñado que tenía un partido, lo tengo, he soñado que tenía los mejores puestos ministeriales, los he tenido, he soñado que estaba preparado, y lo estoy. Pero no tengo excitación. Es tan duro. Estamos ya en la presidencia. Yo ya no estoy en el ‘antes’.”
Pide que le lean los proyectos de discurso (que no están listos) para dentro de dos días. “Quiero deciros sin arrogancia que yo soy la prioridad. Sin arrogancia. Si no hay tiempo para hacer mis discursos en tiempo y hora, esto no tiene sentido. Ahora hace falta un nivel de exigencia que haga que los que no sigan sean despedidos”.
Juegan fuerte. Es lo que me conmueve. Juegan fuerte. Son a la vez el jugador y la apuesta. Se apuestan ellos mismos sobre el tapete. No juegan su propia existencia, sino más grave aún, la idea que se han hecho de ella.
Cree en la ayuda sobrenatural. Cuando la gente le dice, rezaré por usted, él les anima sinceramente. Me ha contado que en África le sacrificaron un toro gris. “¿Tú crees en esto?, le he preguntado. En mi situación, estoy dispuesto a creer en todo”.
“Las reuniones con los políticos están hechas más para hacerles felices que para escuchar consejos”.
(A dos periodistas): “Realmente soy una fuente inagotable para vuestros artículos de mierda”.
“Sabes qué es lo peor de todo, los consejos. Además yo nos lo escucho. Te dicen de forma brutal que es demasiado pronto, y te dirán de forma no menos brutal que es demasiado tarde. Los consejos se resumen en eso: no es el momento”.
En el vestíbulo (de 10, Downing Street): -Bien, ¿no hay oídos indiscretos? Hemos tomado una decisión. Tony y yo vamos a conquistar Europa.
Es realmente uno de tus personajes, dice un amigo al que acabo de leer ciertos pasajes de este texto.
Hablan de ‘turno’. Dicen, es mi turno, no es mi turno. Es el turno de fulano. Quien es elegido es aquel de quien los franceses piensan que ‘es su turno’, me ha dicho Jacques. Una palabra de la vida de cada día que supone un orden, un lugar, una espera legítima. Todas las cosas relacionadas en el tiempo. En el de los péndulos o en el de la edad. Pero allí donde se bate el hierro, el turno es un ‘fatum’ invisible.
Dice, me tienta abrirme un poco acerca de la eutanasia. -¿Crees que hay que hacerlo ahora? -En algún momento hay que decir que hay límites al sufrimiento. La vida no pertenece a quien está mirando al lado de la cama. Pertenece a quien sufre.
(M)e parece evidente que sólo se dirige a sí mismo. Los lugares, la gente, las circunstancias, poco importan, va tejiendo su propia tela, su trama de hierro, sus vueltas, sus apretados zurcidos. El gran armazón de su comedia.
Corre en cabeza. Todas las encuestas, desde hace semanas, le dan como ganador, en la primera vuelta como en la segunda. Él sigue diciendo, yo me considero un challenger. Quiero seguir en la piel del challenger. Lo dice sinceramente. Ser el favorito, qué desencanto para un enamorado de la adversidad.
A su derecha la muchacha rubia, con los hombros desnudos, le dice que sueña con él todas las noches, ¿no es turbador?. Yo digo, sí, sí…Escucha, ¿no es de verdad conmovedor? (dejando errar su mano por la espalda de la vecina…) Digo, conmovedor no es exactamente la palabra… Bueno, ¡es encantadora esta muchacha! Has visto que bien adornado. Ni un gramo de vulgaridad, y ¿has probado ya la mousse de chocolate blanco? Yo le digo, intenta comportarte un poco mejor, Nicolas, no olvides que quieres ser presidente de la República… Ríe con su risa infantil, alisa su cráneo, un poco confundido, la partida queda olvidada, la chica se pega contra él, él bebe Limoncello, dice es un sitio magnífico, todo es mágico esta noche.
No hay lugares en la tragedia. Tampoco hay horas. Es el alba, la tarde o la noche.
Hace todo lo que puede. A fondo. No cree que el cielo vaya a ayudarle.
(La tarde de la primera vuelta) Está solo. Le llaman a él, él recibe las cifras, informa a los otros, es él quien analiza, da instrucciones, divierte. No hay ningún colaborador, a parte de Claude Guéant, reducido a garrapatear notas misteriosas. No hay ningún filtro entre él y la cosa. La hora le pertenece, el día le pertenece.
-Vas a ver lo que voy a decir sobre Argelia. Me hubiera gustado nacer en Argelia. Cuando nacías en Africa del Norte soñabas en Francia, cuando nacías en París no soñabas en nada.
Nicolas: (repitiendo una frase de su discurso de Bercy:) Entre Jules Ferry y el 68, ellos han elegido el 68…Bueno, está en el límite de la mala fe… Y.: Me alegra oírtelo decir. Nicolas: (ríe) Sí, es incluso aterrador de mala fe, pero en fin, hay que jugársela.
Pierre Giacometti sabe que habla a un hombre al que no le gusta que le hablen.
Hojea los diarios que van siguiendo; todos, el presidente victorioso. “Me encontraré con un palacio en París, un castillo en Rambouillet, un fuerte en Bregançon. C’est la vie”. (no voy a traducir ahora esta frase).
He pensado, ha reinventado la política mediante el verbo, ahora estamos en la acción. Sólo él puede actuar.
Ivan me cita una frase de Mitterrand repetida por alguien cercano: “Para acceder a la función suprema hay que desear, amar y al final querer”. Y comenta enseguida, claro que es el querer lo que cuenta. Me turba la verdad de estas palabras. Las de Mitterrand y las de Ivan. Al lado de Nicolas durante estos meses, no he visto más que el querer en acción.
Quisiera que me concedieras lo que nunca has querido hacer. ¿Qué? Una conversación real.
Nada puedo sacar de esta conversación real, quiero decir, nada para escribir.
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