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"Me di cuenta demasiado tarde de que había sido vendida a un burdel"

El periódico 'Red Light Despatch', hecho por y para las prostitutas de Bombay, recoge testimonios e historias personales de las trabajadoras del sexo

Desafiando la marginación del barrio rojo de Bombay, un grupo de antiguas prostitutas se reúne cada semana en un burdel para discutir las historias que poblarán las páginas del periódico que les sirve de voz, el Red Light Despatch.

El rotativo nació hace seis meses en el barrio de Kamathiputra, uno de los centros de la vida nocturna de la capital financiera de la India, con el objeto de "proporcionar una plataforma de expresión a las prostitutas", ha dicho su editor, el antiguo periodista Anurag Chaturvedi. "El Red Light es la voz de los sin voz y las mujeres sin identidad, porque nadie discute sobre los sueños, las agonías o las nostalgias de las prostitutas; así que buscamos articular su memoria y nostalgia, frustradas por la violencia y la pobreza", ha señalado Chaturvedi.

Apenas un modesto folletín de ocho páginas sin fotos y en blanco y negro, el Red Light es editado en inglés, hindi y bengalí, y ya ha trascendido las fronteras del abigarrado barrio de Kamathiputra. "Llegamos a Calcuta, Delhi, Bombay y la región de Bihar. Como nadie recoge su forma de vida, estaba claro que las prostitutas necesitaban algún tipo de plataforma. Así que pensamos, ¿por qué no hacer un periódico por y para ellas?", ha revelado Chaturvedi.

En el Red Light hay espacio para testimonios e historias personales, poemas, asuntos de salud y derechos humanos, pero también para elaborados textos como el escrito por la premio Nobel de la Paz Shirin Ebadi, aparecido en un reciente número. Aunque tiene firmas conocidas, la mayor aportación del modesto periódico radica en realidad en su capacidad para mostrar las mil historias del mundo de las prostitutas, a quienes el Gobierno indio, según Chaturvedi, ni siquiera reconoce la ciudadanía.

'Mi hija pequeña rehúsa hablar conmigo'

Fieles a esa idea, las periodistas del periódico se reúnen cada semana en un burdel con moquetas rojas de Kamathiputra, una amalgama de viejos edificios en las que las prostitutas y sus proxenetas, vestidas con saris o con ajustadas ropas occidentales, callejean para ganarse cada día el sustento. "Recogemos las historias de las mujeres, y venimos y las contamos aquí", ha dicho Rita, una antigua prostituta, en declaraciones a una cadena de televisión.

Con la ayuda de la ONG Apne Aap y reunidas en su pequeña redacción de Kamathiputra, las prostitutas luchan con las teclas, ya que ellas no saben leer. Todas tienen un ánimo común: evitar que otras mujeres caigan en la misma trampa en la que ellas cayeron. "Hay que crear conciencia entre las mujeres, entre quienes caen sin querer en las redes de quienes las sacan de sus pueblos con romesas de trabajo, y luego las arrojan a este comercio", ha dicho la coordinadora del grupo, Rupa Metgudd, también procedente de ese mundo.

En la India, con más de dos millones de trabajadoras del sexo, la prostitución está en un limbo legal y, aunque es una actividad tabú, existe incluso una tribu, los Bedia, en la que la práctica del sexo por dinero es aceptada como la labor natural de la mujer. En la mayoría de los casos, sin embargo, la calle no es más que un último recurso o un secuestro de facto que sufren las jóvenes pobres que llegan a las grandes ciudades y caen engañadas en las garras del hampa o sucumben a la tentación de obtener dinero fácil. "Me di cuenta demasiado tarde de que había sido vendida a un burdel, sin retorno posible. (...)Pero era el único modo de alimentar a mi familia", escribe en una de las ediciones una prostituta llamada Sita, ayudada por una redactora de la revista.

En Kamathiputra, las prostitutas han hecho del Red Light Despacht y sus mil ejemplares de tirada por número un faro de concienciación y otro espejo ante el que quitarse el maquillaje. "Me duele cuando mi hija pequeña rehúsa hablar conmigo por vergüenza (...) ¿Por qué siempre me avergonzaré de lo que hago, cuando la sociedad no se avergonzará jamás de lo que hizo conmigo?", concluye Sita.

Un ejemplar del 'Red Light Despatch'
Un ejemplar del 'Red Light Despatch'EFE

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