También China, claro que sí
Menos Sarkozy y más China, decía un lector hace unos días. Lleva razón. El presidente francés es hombre de ruido y espectáculo, allí adonde va quiere que se le reconozca como protagonista. China, en cambio, se dedica a su ‘ascenso pacífico’ sigilosamente. Es un país laboriso y en ebullición que ama la discreción, la sombra se diría, y sólo está interesado en los resultados. Hablemos, pues, de China.
La reciente gran encuesta del norteamericano Pew Research Center, cuyo trabajo de campo se ha realizado entre abril y mayo, sobre las actitudes de la opinión pública de 47 países, habla también de China. Su título es bien explícito. “Insatisfacción global ante las mayores potencias mundiales”. Esta encuesta ha dado muchos titulares y comentarios sobre el ascenso del antiamericanismo en el mundo, pero no ha dejado en mucho mejor lugar a Rusia, China e Irán. Ha analizado la imagen de una acotada lista de líderes mundiales, de los que sólo uno se ha salvado. La lista es la siguiente: Vladimir Putin, George Bush, Hugo Chávez, Mahmoud Ahmadinejad, Hu Jintao y Angela Merkel. ¿Adivinan quién es el único que sale bien librado de la encuesta? (No está Sarkozy todavía, por cierto. Pero también incluyen en el capítulo, de forma bien discutible, a Osama Bin Laden, que sólo suscita confianza entre los palestinos y nigerianos y sufre de un desprestigio creciente en todo el mundo musulmán).
Hu Jintao, el presidente de la República Popular China, tiene como característica que le diferencia de los otros líderes mundiales su escasa visibilidad. Siendo el primer dirigente del mayor país del mundo en demografía es el más desconocido de todos. La opinión sobre Hu es negativa en América y Europa, así como en los vecinos Japón y Corea del Sur, y más equilibrada en Rusia e India. En Africa, en cambio, es positiva. La imagen de Hu tiene su correspondencia con lo que nos dice la encuesta sobre la imagen de su país, que ha sufrido un deterioro en la mayor parte de países aunque sigue siendo favorable en 27 de los 47 países encuestados.
La mayor preocupación mundial se refiere al crecimiento de China como poder militar, algo que los dirigentes chinos se hartan de desmentir, asegurando sus propósitos pacíficos, pero por lo que se ve con escasos resultados. El poder económico chino, en cambio, suscita mayoritariamente simpatías, y es observado como positivo para 25 de los 46 países encuestados (aquí no se cuenta a China, lógicamente). Algunos países, como México, cuya mano de obra compite directamente, observa su evolución económica como un peligro.
Donde China tiene mayor y mejor predicamento es en Africa. En Costa de Marfil, Mali y Kenia, el juicio positivo supera cifras del 90 por ciento. También en otros países de América Latina, como Venezuela o Chile superan el 70. “A través del Africa subsahariana –dice el informe- la influencia de China está creciendo más rápidamente que la de Estados Unidos y China es juzgado universalmente como un país que produce unos efectos más benéficos sobre Africa que Estados Unidos”.
Destaquemos algunos datos sobre cómo se ven las cosas desde España. Respecto al poder militar, los españoles encuestados (son 500 en la muestra) siguen la misma tónica que el resto de Europa aunque algo más moderada: un 58 por ciento lo ven como negativo y un 15 por ciento positivo (en Francia, por ejemplo, es 84 y 15 respectivamente) y respecto al poder económico chino un 35 por ciento lo valora positivamente y un 44 por ciento negativamente (en Francia, 35 y 64). Globalmente la visión de China es negativa para un 43 por ciento y positiva para 39 (51 y 47 para los franceses). Este 39 por ciento era un 45 en 2006 y un 57 por ciento en 2005.
De manera que está claro que los gobernantes chinos tienen un problema. Su imagen en el mundo está en declive, a pesar del esfuerzo realizado con la organización de los Juegos Olímpicos de 2008 o del éxito de la incorporación de Hong Kong hace diez años, celebrada el pasado fin de semana. La idea de un solo país con dos sistemas ha dejado un surco ya muy profundo. El éxito de la economía china, los niveles de crecimiento siempre en torno al 10 por ciento y la efervescencia de sus empresas e incluso sus valores bursátiles no ofrecen dudas. Pero la falta de pluralismo político y de transparencia, las limitaciones a la libertad de expresión, el descubrimiento de fenómenos propios del capitalismo manchesteriano más salvaje, su plusmarca mundial en la aplicación de la pena de muerte y la creciente desconfianza en la calidad de muchos productos fabricados en China han introducido una profunda distorsión en la imagen internacional del gran país asiático.
Si Estados Unidos tiene un problema serio en su imagen y en la imagen de sus dirigentes actuales, el problema que tiene China es todavía mayor porque afecta a la credibilidad del propio sistema. Una sociedad de mercado sin libertades, sin partidos políticos y sin elecciones libres y democráticas es un gigante con los pies de barro. A ver si aprovechan de verdad el estímulo de los Juegos Olímpicos para empezar la transición política que todavía ni siquiera han insinuado.
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