Más inhibidores y menos inhibición en el gasto de defensa
Me ha ocurrido muchas veces al aparcar el coche en una calle céntrica en Madrid. No consigo cerrar la puerta con el mando a distancia. Sucede sobre todo en zonas oficiales, en las proximidades de cuarteles y ministerios, pero también en el Madrid civil. Cuando el coche no cierra con el mando significa que estoy cerca de un coche no necesariamente oficial que cuenta con un inhibidor de frecuencias. ¿Cuántos coches debe haber en España que cuentan con un inhibidor de frecuencias? Esta pregunta ha saltado en la reunión de la redacción de El País hace unas pocas horas. Después de la ruptura de la tregua de ETA seguro que se han instalado algunos centenares más en los coches que pudieran constituir un blanco probable de la organización terrorista.
Es verdad que en Oriente Próximo hay muchos métodos, a cual más bestia, para colocar bombas. El coche suicida es una práctica frecuente. Pero da un poco de vergüenza que los cascos azules españoles, muchos de origen latinoamericano, vayan en misión al Líbano en condiciones precarias. Nunca se había producido un atentado con coche bomba en estas condiciones, se oye decir. Realmente me extraña. Si hay un país que haya sufrido todas las variantes de la guerra civil, del terrorismo privado y de Estado, del secuestro y del asesinato, de la matanza masiva de civiles, del coche bomba, y de todo lo que se quiera y desde hace décadas, éste es Líbano.
Basta con recordar que en 1983 las tropas francesas y norteamericanas que formaban parte de una fuerza internacional de mantenimiento de la paz se vieron obligadas a retirarse tras sufrir varios ataques suicidas que causaron un número de bajas terrible: en el ataque a la Embajada Americana el 18 de abril murieron 63 personas, en el ataque a los cuarteles generales francés y americano murieron 58 soldados franceses y 241 norteamericanos. Aquella horrible lección está todavía inscrita en la memoria y en los anales de una violencia que ya tomaba entonces las proporciones del megaterrorismo. Me parece claro que nadie puede circular armado y en un vehículo blindado por las aldeas del sur libanés con menos prevenciones de seguridad que por el barrio de Salamanca de Madrid o la parte vieja de San Sebastián.
Me apena la reacción de Mariano Rajoy ante las muertes de estos seis jóvenes militares. Veo mucho interés en denunciar al progre al que se le suponen todos los males pacifistas y al que se le atribuye que quiere esconder que estamos en una zona de guerra, y muy poco énfasis en la sustancia del problema. La sustancia es que hay que cuidar del gasto militar y probablemente aumentarlo de forma consensuada y argumentada. En España en concreto, y en el conjunto de Europa en general. No creo que podamos construir Europa sin gastar más en nuestros ejércitos y sin dar medios a los gobiernos europeos para que hagan algún día, si los Kascinski y el Tony Blair de turno no lo boicotean, unas fuerzas armadas europeas en correspondencia con nuestras necesidades de seguridad y con nuestras responsabilidades en el mundo. No creo que España pueda mantener sus niveles de compromiso en Afganistán y en Líbano en condiciones sin echar el resto en medios y en sueldos. Y ahí, en este gran debate sobre la defensa española y europea que no se ha producido, el PP debería tener un papel que ni siquiera parece haber intuido.
Todo en este capítulo debe funcionar, como ha impuesto la doctrina Zapatero, dentro de la legalidad internacional y con la aprobación de las Cortes Generales. Gastemos de momento mucho más en la seguridad de los soldados que España manda al extranjero a cumplir con nuestras obligaciones internacionales. El Gobierno podría aprovecharlo para explicar más, mucho más, y mejor, mucho mejor, nuestra política exterior y nuestra presencia en las misiones de Naciones Unidas. Pero por favor, démonos prisa ya, y no ahorremos en inhibidores de frecuencia ni en nada que pueda preservar las vidas de nuestros cascos azules.
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