Un Estado para Palestina, ya
El conflicto entre israelíes y palestinos raramente entra en la dinámica del círculo virtuoso, al contrario, lo suyo es el vicioso, el de la dinámica endiablada entre el terrorismo y el antiterrorismo, el atentado y la represalia, la espiral acción-reacción famosa que está en el origen de todos los proyectos violentos. La caída de la entera franja de Gaza en manos de Hamas culmina una dinámica de este tipo y, a pesar del horror, abre una pequeña oportunidad para invertir la marcha negativa de la historia. Israel y la comunidad internacional pueden hacer muchísimas cosas para evitar una catástrofe en Gaza entre la población civil y a la vez facilitar la vida a los palestinos de Cisjordania y ofrecer a los de la franja la contraimagen de cómo pueden vivir si se desembarazan del terrorismo.
No es fácil que esto suceda. En primer lugar porque las oportunidades para proseguir la dinámica del diablo siguen existiendo, también en la propia Cisjordania: allí también está Hamas, aunque tenga menos fuerza y se halle ahora acosada por las fuerzas de la Autoridad Palestina. Allí también hay grupos violentos vinculados a Fatah, que no están muy lejos de Hamas en sus planteamientos. El apoyo de la población a Hamas, incluso en Cisjordania, es evidente, como demostraron las elecciones en las que venció por amplia mayoría del 44 por ciento. El aislamiento de Gaza puede conducir, si no se hacen las políticas adecuadas, a una mayor radicalización en los dos territorios incluso, solidificando las relaciones entre facciones frente al enemigo israelí y frente al presidente Abbas que les ha hurtado el gobierno y ha paralizado el parlamento.
¿Cosas que se puede hacer? El ministro de Justicia palestino, Riad Maliki, lo contaba ayer en El País: “Levantar el embargo, abrir los pasos de manera permanente, devolver el dinero palestino que retiene desde hace tanto tiempo, liberar a los prisioneros políticos palestinos”. Pero habría que tomar estas medidas muy en serio, deprisa y de forma enérgica, con resultados visibles y beneficios rápidos que se noten en la vida de cada día de la gente. Y todavía podría añadirse una segunda oleadas de iniciativas, con mucho más fondo: como primera y urgente medida, congelar la creación de nuevas colonias; lanzar luego una política de desmontaje de las colonias instaladas en Cisjordania con posterioridad a 1967; revisar la valla de seguridad y como mínimo hacerla retroceder hasta la línea de demarcación internacional para no perjudicar a los palestinos en sus propiedades; paralizar la política de ocupación practicada en Jerusalén. Dicho en otras palabras, prepararse para la paz de verdad prefigurando la posibilidad de que Cisjordania sea el núcleo central y sólido del futuro Estado palestino.El espejo de Cisjordania podría reverberar sobre Gaza de tal manera que fuera posible en un tiempo un retorno de la franja al control de la Autoridad.
Pero todo esto es probablemente un sueño. Siempre en Oriente Próximo la realidad es mucho más dura que los proyectos, los acuerdos y los buenos deseos. Desde Israel, una vez divididos los palestinos, lo más probable es que surjan iniciativas radicales destinadas a cortar la alas de una vez y para siemrpe a la idea del Estado palestino. Que se sugiera por ejemplo la confederación de la Cisjordania palestina recortada por el muro y las colonias con la monarquía jordana. Que se propugne el encapsulamiento total de Gaza, convertida en megaprisión al aire libre, en vez de una política de recuperación que debería pasar por volver a meter en el proceso de negociación a Hamas, no a las milicias sino a su brazo político. (A fin de cuentas, si se quiere la paz habrá que hacerla con todos). Todo esto sin contar con que van a seguir funcionando los malos hábitos y la corrupción en la Autoridad Palestina.
Por el otro lado, las cosas no pintan mucho mejor. Ahora mismo parece lógico que exista una gran preocupación en Israel, ante el avance del radicalismo en todo su entorno. Algunos hablan ya de una guerra este mismo verano con Siria. La presencia de Al Qaeda en Líbano y en Gaza no puede suscitar más que la mayor de las alarmas. Es lógico que muchos planteen la cuestión en términos meramente militares, de autodefensa, aunque ya se vio el verano pasado que la doctrina militar israelí se halla también en precario y que la capacidad disuasiva y resolutiva del ejército israelí, tan celebrada ahora hace 40 años con la Guerra de los Seis Días, está ahora mismo entre interrogantes. Todos los argumentos del pesimismo deberían conducir a reforzar la tesis de los dos Estados, separados pero en paz. Y mejor que sea cuanto antes, aunque sea contando por el momento sólo con Cisjordania. Que Bush la haya defendido ayer no la convierte en mala: al contrario, es la base para que se utilice como motivo de presión de la UE y de todos los países que desean la paz en la región.
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