Con Sarko, noticia cada día
Tal como es el personaje, a diario puede haber noticia. Desde el domingo, día de su elección, ha dado ya mucho de sí. El Financial Times, probablemente el diario más perspicaz en temas europeos, le dio el miércoles el primer titular de primera página para pedirle que deje tranquilo al Banco Central Europeo. El joven presidente elegido por ‘la France’ tiene ideas peculiares sobre el funcionamiento de las instituciones europeas. Cree que el euro está demasiado alto en relación al dólar; piensa que el BCE debiera escuchar a los gobiernos a la hora de fijar los tipos de interés; no le gusta que el BCE elabore su política monetaria a partir del criterio de la estabilidad, como dicen los tratados, sino que preferiría que lo hiciera en función de la creación de empleo y del crecimiento. Es un dirigista, qué caramba, dicen los periodistas del FT. Por eso ya escuchó las primeras críticas de los ministros de Finanzas europeos reunidos en Bruselas antes incluso de haber tomado posesión.
Estas ideas de Sarkozy son todo un síntoma de un liberalismo de doble rasero: por un lado, dirigismo y proteccionismo para las grandes empresas francesas; por el otro, mercados libres y desregulación para ‘la France d’en bas’, los de abajo. Estos primeros destellos de la polítia económica y monetaria sarkozista son mucho más importantes que la escandalera que se ha montado con sus vacaciones pagadas en Malta. Como estreno no está mal. Me permito ofrecer aquí la traducción del post que ha colgado sobre este tema el corresponsal de Libération en Bruselas, Jean Quatremer, en su blog Coulisses de Bruxelles.
Sarkozy: ¿Thatcher o Berlusconi?
Jean Quatremer
Me salgo del objeto de este blog. Pero el comportamiento del nuevo Presidente de la República desde su elección es, como mínimo, chocante. El hombre que pretende reformar profundamente Francia, el hombre que va a pedir sacrificios a sus conciudadanos en nombre de un futuro mejor, el hombre que quiere cambiar la política, da un mal ejemplo. Su forma de actuar está manifiestamente más cerca de la vulgaridad escandalosa muy a lo nuevo rico de un Silvio Berlusconi que del rigor ascético demostrado en sus tiempos por la Dama de hierro. El día siguiente a la primera vuelta François Bayrou se atrevió a compararle con el antiguo presidente del Consejo italiano, pero parecía algo exagerado.
Pues bien, desde el domingo gozamos de un espectáculo por parte de quien proclamó que había cambiado: para celebrar su victoria, Nicolas Sarkozy cenó – y durmió – en compañía de sus amigos famosos en el lujosísimo Fouquet’s, cuyos precios están fuera del alcance de los comunes mortales (la habitación oscila entre 600 y 1.900 euros), mientras hacía esperar a sus partidarios, que le esperaban en la Plaza de la Concordia. No era más que el principio de esta ostentación de dinero y pompa, aunque Sarkozy pretende dirigirse a la Francia que sufre. Al día siguiente voló a Malta en un avión privado (un Falcon 900) para realizar un crucero a bordo de un yate de lujo de 60 metros, el Paloma (que se puede alquilar por 173.000 euros a la semana). El avión y el barco pertenecen al empresario Vincent Bolloré, un hombre con mucha mano en los medios de comunicación (Havas, Direct 8 y Directsoir). Semejante muestra de complicidad entre el poder político y el mundo de los negocios es muy chocante según nuestros criterios y los de los demócratas nórdicos y anglosajones: ¿quién ha pagado este pequeño retiro de lujo? ¿Puede Nicolas Sarkozy presentar la factura y el extracto de su cuenta para demostrar que lo ha pagado? Y si Bolloré le ha regalado este viaje, ¿es normal que un presidente de la República acepte semejante obsequio? ¿Podrá el estado mantener en el futuro su neutralidad respecto a Bolloré?
En la misma línea berlusconiana, Nicolas Sarkozy no duda en sacar a escena a su familia: durante las dos vueltas se dirigió a su cuartel general de campaña en compañía de sus dos hijastras – más rubias de Neuilly, para morirse – y todos se preguntaban qué hacían allí. La tarde de la segunda vuelta también soportamos a su mujer, Cecilia, lo que es normal, aunque en estos últimos tiempos ha sido muy discreta, y a su hijo mayor, también endiabladamente pijo, que, en el coche que recorría los muelles del Sena, cogía la mano de una de las hijas de Cecilia Sarkozy, como se pudo ver en televisión.
¿Vamos a aguantar durante cinco años esta puesta en escena de la familia Sarkozy? Y si los medios de comunicación no le siguen el juego y se atreven a criticar esta mezcla de géneros o revelan lo que el presidente quiere esconder, ¿va a exigir la cabeza de los periodistas recalcitrantes, igual que hizo con el antiguo redactor jefe de Paris Match? ¿Puede un dirigente pedir sacrificios a su pueblo sin mostrar ningún comedimiento, tanto en lo que respecta a sus amistades financieras como a su gusto por el lujo?
(Traducción de News Clips).
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