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Jay Graber, la treintañera que creó Bluesky a prueba de milmillonarios

Nacida en EE UU, la ingeniera y consejera delegada defiende un modelo de redes sociales descentralizadas donde los usuarios (y no los algoritmos) puedan elegir lo que quieren ver

Jay Graber
Luis Grañena
Ana Vidal Egea

Bluesky está en boca de todos. Tras las elecciones presidenciales en EE UU ha ganado 11 millones de usuarios y ha superado la barrera de los 25 millones de personas registradas en la red social. Un movimiento que se ha intensificado tras la huida en estampida de muchos usuarios de X una vez que se hizo pública la noticia de que Elon Musk había sido nombrado codirector del Departamento de Eficiencia Gubernamental de Donald Trump. Pero promovido también por el cambio de paradigma de Bluesky, que ofrece un servicio descentralizado y devuelve a los usuarios la capacidad de elegir el contenido que quieren ver, dándole una patada a los polémicos algoritmos. “Queremos que las redes sociales sean tan abiertas como el propio internet”, explica por videollamada la portavoz de la compañía, Emily Liu.

El origen de Bluesky se remonta a 2019, cuando Jack Dorsey, uno de los fundadores y por entonces director ejecutivo de Twitter, propuso a los otros miembros directivos experimentar con la idea de descentralizar la red social. Dorsey se ha caracterizado por ser un empresario atípico, de ideas anticapitalistas, creativo, yogui y que medita a diario, y soñaba con devolver a los usuarios su poder frente a los algoritmos, pero no sabía específicamente cómo. Bautizó el proyecto Bluesky y puso al frente de la investigación a Jay Graber (Tulsa, EE UU, 1991), una ingeniera graduada en Penn University —parte de la liga Ivy de la excelencia universitaria del país— y que, pese a su juventud, había desarrollado una aplicación social propia llamada Happening como alternativa a Facebook Events. Graber contaba con años de experiencia creando protocolos sociales descentralizados y comenzó su carrera como activista por los derechos digitales, trabajando para proteger la neutralidad y la privacidad en redes.

Sin embargo, el tiempo pasaba y no había planes concretos de implementar la idea de descentralización desarrollada por Bluesky, especialmente desde que Musk empezara las negociaciones para comprar Twitter. La clave del éxito de Jay Graber está precisamente en ese momento, en el que en lugar de empequeñecerse, siguió abanderando el proyecto con la persistencia y convicción que la caracterizan. En 2021, con 31 años, fundó fundó Bluesky como empresa y quedó al frente de la compañía como consejera delegada. Puede parecer que estaba predestinada a ello, porque anecdóticamente la empresa y Graber comparten el mismo nombre. Graber es hija de un matemático de origen sueco y de una acupuntora china que emigró durante la Revolución Cultural china de los años sesenta y setenta, y además de su nombre americano, Jay, su madre le puso un nombre en mandarín, Lantian, que en inglés se traduce como blue sky (cielo azul).

La red social que dirige reemplaza los algoritmos por un protocolo que permite escoger el contenido

Bluesky se abrió al público en febrero de 2024 y, tan solo tres meses después, Jack Dorsey abandonó el proyecto alegando que la compañía estaba repitiendo los mismos errores que en Twitter, lo que generó interrogantes sobre el futuro de la iniciativa y acaparó muchos titulares mediáticos. “Que Jack Dorsey se fuera no cambió absolutamente nada”, explica rotundamente por videoconferencia Rose Wang, directora de operaciones de Bluesky. “Él solo formaba parte de la junta directiva y no estaba implicado en la toma de decisiones del día a día. Tenía una idea difusa de que quería un sistema descentralizado, pero fue Jay Graber quien ideó cómo conseguirlo, creó el ecosistema y todas las especificaciones. Ella es la fundadora y el alma del proyecto”.

Wang conoció a Graber en 2018 durante un fin de semana con amigas en común. “Fue un flechazo, nos hicimos íntimas rápidamente”, recuerda Wang, refiriéndose al viaje en coche de cinco horas hacia el lago Tahoe en el que conectaron. Incluso fueron compañeras de piso en 2020. Años después, Graber la invitó a unirse a Bluesky aprovechando la experiencia de Wang en negocios entre empresas. “Me ilusionó mucho el proyecto porque tenemos un historial de ser muy honestas y transparentes la una con la otra. Trabajar con una amiga es muy gratificante cuando se hace bien. Tenemos conversaciones productivas incluso cuando no estamos de acuerdo”, señala.

Para Wang, la clave del éxito del liderazgo de Jay Graber está en la belleza de la descentralización, que se aplica tanto al producto como a la toma de decisiones internas. “Lo que hace a Jay tan especial es que además de ser colaborativa es una visionaria, capaz de anticiparse 10 pasos a lo que está por venir.” También cuenta que el funcionamiento interno de Bluesky fluye de forma armónica y relajada, alineando a cada persona con sus fortalezas. “Jay confía en las personas y cree que hacen lo mejor que pueden, y siempre trata de entender por qué hacen lo que hacen antes de hacer cualquier acusación”, lo que se refleja también en la red social, que carece de la inquina que prolifera en X. La forma de liderar de Graber es rompedora porque se comunica directamente con los usuarios, y se muestra cercana y accesible. Desde su cuenta personal, escribe hilos explicando trucos para usar mejor Bluesky y suele revelar datos curiosos con sentido del humor. Hace unos días contaba: “Pensáis que estoy de broma, pero va en serio que todos nuestros servidores tienen nombres de hongos”. Su apariencia también es radicalmente distinta a la de una alta ejecutiva tradicional. Suele optar por ropa informal, cómoda y sencilla, de forma que tras hablar con ella es fácil olvidar lo que lleva puesto para centrarse en lo que importa, que es lo que dice.

Medio año después, la popularidad de Bluesky está en auge tras el retorno de Donald Trump como presidente de EE UU, con la ayuda de Elon Musk, y Jay Graber se ha convertido en una de las líderes globales más influyentes, revolucionando la industria de las redes sociales. “Estamos construyendo una red abierta que prioriza a los usuarios. La demanda que hemos experimentado en las últimas semanas prueba que cada vez hay más necesidad de una red así. Nos ilusiona seguir construyendo Bluesky como un hogar para tener conversaciones sanas”, comenta la propia Graber por correo electrónico.

Además de Jay, su madre le puso un nombre en mandarín, Lantian, que en inglés significa ‘blue sky’, cielo azul

Bluesky reemplaza los algoritmos que dictaminan lo que los usuarios ven (censurando o limitando también ciertos contenidos) por un protocolo que permite que cada usuario personalice el contenido al que quiere estar expuesto. Además, “está diseñada a prueba de milmillonarios”, como aclaró Graber en una entrevista con la CNBC. “Si alguien compra Bluesky o incluso si la compañía se viene abajo, todo sigue siendo de código abierto”; los usuarios pueden migrar sus cuentas a otros servidores que usen el mismo protocolo y mantener sus conexiones. La directiva ha mostrado su compromiso ético, lo que hace que la red sea única frente a sus competidores: prescinden de anuncios, no utilizan contenido para entrenar IA y está constituida como una corporación de beneficio público, es decir, los accionistas han de dar prioridad al impacto en la comunidad por encima de sus ganancias.

Su equipo también es pequeño. En la actualidad lo forman solo 20 personas, pero defienden que un mayor número no es sinónimo de eficiencia. En una reciente entrevista a la web de tecnología The Verge, Graber comentaba: “Leí algo en Bluesky que me pareció muy gracioso. Alguien escribió: ‘Lo que más me gusta de esta app es que no sé quién es el CEO’. Y pensé, qué genial. Es una comunidad lo suficientemente próspera como para no necesitarme como personaje principal”.

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Sobre la firma

Ana Vidal Egea
Periodista, escritora y doctora en literatura comparada. Colabora con EL PAÍS desde 2017. Ganadora del Premio Nacional Carmen de Burgos de divulgación feminista y finalista del premio Adonais de poesía. Tiene publicados tres poemarios. Dirige el podcast 'Hablemos de la muerte'. Su último libro es 'Cómo acompañar a morir' (La esfera de los libros).
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