Ya todo es icónico (y encima Alvise también nos defrauda)
No sé ustedes, pero estoy tan ávido de algo que tenga realmente sustancia que el otro día lo que más me apetecía era una fabada
Nuestra joven promesa, Alvise, ha dicho que si hay una decisión de la que está orgulloso en su vida es la de haber dejado los estudios a los 16 años. Es muy respetable hacerlo y luego ponerse a trabajar, pero es que en el caso de nuestro hombre no parece haber segunda parte, y vamos a ver cómo acaba esta tercera en la que está ahora. Me recuerda que cuando Silvio Berlusconi decía que era un hombre que se había hecho a sí mismo, un cómico italiano comentaba: “Y se nota”. Quizá las lagunas de formación de nuestra joven promesa son las que le han llevado a cobrar 100.000 euros en negro de un tipo que hace criptomonedas para, ha explicado, tener un colchón de ahorrillos y así poder decir luego que no se enriquece con la política. De verdad, si la política ya es complicada, la complica aún más. Encima ha llamado a sus votantes a evitar pagar impuestos siempre que puedan, que como proyecto de país es impresionante. Mi frase favorita es esta: “Pero díganme, ¿quién de ustedes no ha hecho concesiones, pequeños sacrificios de moral, para llegar donde está?”. Y no te digo si los haces y no llegas a ninguna parte, ahí sí que te sientes sucio. Tenemos en este individuo un sólido referente, de cemento armado concretamente, y veremos dónde acaba, la vida da muchas vueltas. Precisamente una de las últimas exparejas de Berlusconi, Francesca Pascale, nos acaba de dar una lección de vida: “Ya no soy rubia, quiero una relación más íntima con la verdad”. Lleva unos años de maduración personal, que en uno de sus giros más audaces la llevó a casarse con una mujer tras dejar al magnate. Hay experiencias que le marcan a uno.
Lo de Alvise ha sido una desilusión, qué poco ha durado. Diría que nos ha defraudado, si no fuera porque pensarían que lo digo con doble sentido. No sé ustedes, pero estoy tan ávido de algo que tenga realmente sustancia que el otro día lo que más me apetecía era una fabada. Vivimos cada vez más rodeados de conjuntos vacíos mientras no paran de vendernos “contenidos”. Y hay “creadores de contenido”, creadores nada menos, cuánta elevación. “Contenido” es uno de esos palabros huecos que no contienen nada y alertan de que te la están metiendo doblada. Otro que no falla es “icónico”, cuya creciente difusión es muy graciosa. Todo es icónico. Basta que alguien lo diga. El icónico frigopié o el icónico bolso de no sé quién. Lo que revela es que “icónico” es el único adjetivo que se podía usar para justificar que se habla de una tontería. Ahora significa algo así como famoso o celebérrimo, simbólico o representativo, pero como versión muy menor de esos términos, que no puedes utilizar porque moverían a risa, y en cambio este otro aún se toma en serio. Vete tú a contarme, qué sé yo, que debo interesarme por el famoso y simbólico bocadillo de chóped. Pensaría que me toman el pelo, pero si me hablas del icónico bocadillo de chóped pues no me doy cuenta de que me lo están tomando, parece un análisis de tendencias de algo que marca una época. Estamos logrando una banalidad cada vez más sofisticada, que hace importante lo que no lo es, pero supongo que cuanto peor está el mundo menos queremos verlo. Si Putin dice que se plantea lanzarnos una bomba nuclear (una icónica bomba nuclear), lo que menos apetece es pensar en ello. Sin embargo, no puedo evitarlo, cuando leo algo sobre un icónico objeto o un icónico personaje me imagino a Faemino y Cansado diciéndolo, muy serios, y me da la risa. Queda destruido inmediatamente. Yo también me estoy haciendo un poco iconoclasta. Así que voy a comerme una icónica fabada.
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