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DÍAS CONTADOS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Una vida sin propósito, ¡gracias Pixar!

‘Soul’ nos recuerda que hay otros mundos y que son más discretos, más bellos y más importantes que la ideología con propósito de libre mercado

Nuria Labari
Un fotograma de 'Soul', la película de Pixar.
Un fotograma de 'Soul', la película de Pixar.Pixar/Disney (PIXAR)

Desde hace algún tiempo hay una tendencia imparable en el mercado laboral: la moda de los propósitos. Todas las empresas serias tienen los suyos escritos en sus páginas web. Así, por ejemplo, el propósito de una empresa como Glovo puede ser conseguir una ciudad más verde. Y el propósito de este mensaje es que sus trabajadores entiendan que pedalear bajo la lluvia sin contrato tiene una finalidad ecológica. Lo peor es que ahora esta idea del propósito se está pegando también a los individuos y sirve para diferenciar las vidas con sentido de las que no lo tienen. Entonces llega Pixar y lo hace. Una película de animación sobre el alma donde se deja claro que las vidas no tienen propósito ninguno. Ni profesional ni personal ni romántico. Pixar 1, LinkedIn 0. Gracias, Pete Docter, por esta nueva joya.

Soul es un paraíso de la mejor animación de toda la vida —es evidente el homenaje al dibujante Jeff Smith y su inolvidable Bone— y el mayor virtuosismo técnico del presente. Es deslumbrante de principio a fin, tanto por su técnica como por su guion, que pelea por explicar nada menos que el sentido de la vida. Y lo hace de una manera rebelde y, lo que es más inaudito en el cine de animación, también decente.

Joe, el protagonista de Soul ,es un hombre fracasado: sin pareja, sin éxito y sin dinero. Y además es negro, lo que significa que tiene menos opciones de mejorar lo anterior que cualquier hombre blanco en su situación. Sin embargo, su vida tiene un propósito: el jazz. Reconozco que cuando empezó Soul pensé que la música iba a terminar siendo lo que la bicicleta a los trabajadores de Glovo y que no me iba a gustar nada. Pero sucede que Soul se esfuerza en explicarnos por qué el jazz tampoco sirve para nada. Porque cualquier idea que relacione el sentido de la vida con el éxito es mejor tirarla a la basura. Así que si se muere Joe, cosa que pasa nada más empezar la película, no pasa nada. El mundo está lleno de pesados con propósito empeñados en deslumbrarnos son su talento.

Muerto Joe, resulta que para volver a la vida a dar su gran concierto necesita ayudar a un alma joven —que aún no ha bajado a la tierra— a conseguir un alma completa con la que vivir. Algunos críticos dicen que esta película es complicada para los niños por trabajar un tema abstracto como el alma. Sin embargo, los niños se manejan con mucha más naturalidad entre el mundo visible e invisible que los mayores, pues aún no han sido machacados por el trabajo, el dinero y el logro. Por lo demás, la película es tan fácil como lo fue Buscando a Nemo, solo que aquí en vez de un padre, se busca un alma. Pixar 2, Freud 0.

El caso es que el alma joven está convencida de que no puede vivir porque no conoce su propósito y el tonto de Joe intenta darle envidia con su pasión musical. En plan “mi vida vale más porque conozco mi pasión”. O eso que ya hemos aceptado en LinkedIn: “mi trabajo es valioso no por lo que vale —cada vez menos— sino porque me aporta sentido”. Bien, todo esto es pura ideología. En realidad, el sentido de la vida no es otro que ser vivida. Una idea que se despliega en los 107 minutos que dura Soul y que sirve para recordarnos lo que ya sabíamos: que hay otras vidas, que hay otros mundos y que son más discretos, más bellos y más importantes que la ideología con propósito de libre mercado.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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