Pensar en la esperanza de vida
El sistema debe incorporar en sus cálculos el número esperado de años de vida del perceptor a partir de la jubilación
Especial: El nuevo contrato social
La reactivación del debate dentro del Pacto de Toledo ha puesto de nuevo encima de la mesa, tras unos meses atípicos en nuestras vidas a causa de la pandemia, la necesaria reforma de nuestro sistema de pensiones. Y es que, a punto de entrar en el año 2021, vemos mucho más de cerca aquello que llevamos años anunciando: la inminente entrada en jubilación de grandes colectivos de pensionistas para los que se espera una mayor esperanza de vida. Hace más de una década que venimos hablando de la entrada en jubilación de los nacidos en el baby boom español; estamos a cinco años de que empiece a observarse seriamente.
La reforma debe seguir el criterio de países que ya han sufrido la entrada masiva de pensionistas. Hay un factor clave: la creciente longevidad de nuestros mayores. Es impensable un sistema que no incorpore en sus cálculos de forma directa el número esperado de años de vida a partir de la jubilación. Desde mi punto de vista, lograr que la edad legal de jubilación sea la edad real de jubilación es clave. Si el peso de las jubilaciones anticipadas sigue siendo el visto hasta ahora, no tenemos en cuenta como deberíamos la esperanza de vida a partir del retiro. El diseño del sistema de penalizaciones por la jubilación temprana y de las necesarias bonificaciones por la jubilación tardía requieren sí o sí la adecuación a ese factor. Y no podemos olvidar la vida laboral de la persona y su historial de cotizaciones.
El margen de maniobra es amplio y diverso. Necesitamos generar (o recuperar) en nuestra sociedad la vinculación entre generaciones, que ya se está trabajando, por ejemplo, dando relevancia a políticas no discriminatorias en género en el mercado laboral. La diferencia en pensiones entre hombres y mujeres no es una cuestión legal (la normativa es la misma para todos); son sus carreras laborales las que impactan en las diferencias. Y aún queda por hacer, pero está cambiando, porque la incorporación de la mujer al mercado laboral no tiene nada que ver con la del siglo pasado.
Es necesaria también una mentalidad de ahorro a largo plazo: que las personas que trabajan no vean las pensiones como algo del mañana, sino como algo del hoy (al fin y al cabo, la esperanza de vida nos dice que viviremos aproximadamente un 25% de nuestros años de vida jubilados). Complementar el primer pilar de nuestras pensiones (que deben estar garantizadas a nivel público) con el segundo pilar, las pensiones de empleo [planes de ahorro compartidos entre empresas y trabajadores], es una de las políticas más frecuentes en las recientes reformas de países de nuestro entorno. No solo por lo que supone en cuanto a generación de ahorro a largo plazo para el trabajador, sino por su afectación a la productividad laboral y permanencia en el mercado de trabajo. Es un comportamiento emocional (del que bien pueden hablar grandes expertos en nuestro país), de vinculación directa, palpable, entre lo que aportas y lo que recibes. Y el tercer pilar, de ahorro voluntario, no debe desaparecer del juego. Es lo que nos dice la Teoría de los Tres Pilares de Lovaina, base de las reformas de pensiones de la economía moderna.
Mercedes Ayuso es catedrática de la Universidad de Barcelona (departamento de Econometría- Riskcenter).
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