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La punta de la lengua
Columna
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Aplicación desaplicada

En vez de ‘app’, con una ‘p’ que sobra, se podría escribir “ap”, pero eso sería una extraña formación

Álex Grijelmo
Una mujer usa una aplicación desde su móvil.
Una mujer usa una aplicación desde su móvil.ljubaphoto (Getty Images)

Nuestra acomplejada veneración por el inglés ha llegado a tal punto que hasta adoptamos sus abreviaturas. Sucede con el signo ampersand (&), que significa “y”. Se inventó en la Roma del siglo I antes de Cristo, y en latín tenía sentido para abreviar con un solo trazo una palabra muy frecuente que constaba de dos: et. Se lo quedó luego el inglés para resumir las tres letras de su conjunción and. Y nosotros lo copiamos ahora en nombres comerciales como “Vittorio & Lucchino”, “Durán & Durán, abogados” o “Pérez & Ruiz, supermercados”, pero realmente carece de sentido abreviar lo que ya es de por sí muy breve: “y”.

Nuestro léxico cotidiano está lleno de acortamientos: “foto”, “zoo”, “saxo”… Los formamos con el principio de una palabra (“moto”, “bici”, “Nico”, “Asun”) o con su final (“bot”, “bus”, “Nando”, “Tina”).

Pero qué raro lo que sucede con la secular palabra “aplicación”, tan usada hoy en informática (“descárgate nuestra aplicación”): al llegar a su reducción gráfica cambiamos de idioma y adoptamos la grafía inglesa app (de application), que al formar el plural crea una especie de interjección sorprendente: “apps”.

Ante el vocablo “aplicación”, formar el acortamiento con la segunda parte de la palabra no contribuiría a entender de qué se habla: “Voy a ver una ción muy interesante” podría referirse a una actuación, una curación o una habitación. Así que deberíamos elegir el principio. Su primera sílaba es una “a”, lo que tampoco ayudaría mucho porque miles de vocablos empiezan con esa letra. Por tanto, como en la mayoría de los acortamientos, nos hacen falta dos sílabas; y en este caso podríamos decir, “apli”; con su correspondiente plural “aplis”.

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La palabra application se amplió en inglés al propósito de distinguir entre el lenguaje informático codificado que hace funcionar un programa y el programa en sí que utilizará el usuario. Y cualquier persona alfabetizada traduce sin dificultad el término: “aplicación”, si bien el amplio significado en aquella lengua no siempre coincide con el español, pues en inglés también quiere decir “solicitud”, por ejemplo. Pero esa habilidad de algunas personas alfabetizadas llega hasta ahí; porque algo las paraliza cuando necesitan el abreviamiento, y lo reproducen sin traducir: app.

EL PAÍS empezó a usar la abreviación “aplis” en su vanguardista suplemento impreso Ciberpaís (1988-2010), y la mantuvo durante años; pero la ola anglocentrista va acabando con ella. Últimamente se ve por doquier la grafía inglesa “app”, y su alternativa en castellano (y en catalán) se desvanece pese a figurar en el Libro de estilo.

Sin embargo, la opción “app” parece un tanto incongruente en español, pues añade una p innecesaria para nosotros. Se podría haber escrito “ap”, sí, pero tomar una letra de la primera sílaba y una de la segunda constituiría una disímil formación respecto a otros acortamientos. Porque si rechazamos “apli” y elegimos “ap”, habremos de decir también “voy a llevar a mi hija al col”, “queda cerca del metr” o “se estrena una pel en el cin”. Y en el caso de escoger “app”, la lógica duplicativa nos conduciría a “llevar a los niños al coll”, “viajar siempre en metrr” y disfrutar por fin de “una pell en el cinn”.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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