Auge, caída y resurrección de Brendan Fraser, el héroe del Hollywood de los noventa
En los noventa tuvo éxitos como ‘George de la jungla’ o ‘La Momia’ y se convirtió en uno de los actores más taquilleros de Hollywood. Tras unos años alejado de la primera línea vuelve con un papel protagonista en la nueva película de Darren Aranofsky
El pasado 18 de junio, durante la celebración del Festival de Cine de Tribeca, las redes sociales se llenaron de imágenes de Brendan Fraser (Indiana, 52 años). El actor estadounidense había acudido al festival para presentar su nueva película No Sudden Move, un thriller ambientado en los años cincuenta, dirigido por Steven Soderbergh, que protagoniza junto a Benicio del Toro, Jon Hamm y Don Cheadle.
Los comentarios más repetidos en las redes, que por otro lado, siempre han demostrado un gran afecto por el intérprete, se centraban en su aspecto físico. “¿Qué le ha pasado a Brendan Fraser?” era la pregunta que se repetía en cientos de tuits y publicaciones. En las imágenes, el actor, al que todo el mundo recuerda por sus papeles de sex symbol noventero en comedias de éxito George de la jungla o dramas como Dioses y monstruos (donde demostró, además, que era un gran actor), se dejaba ver con un evidente sobrepeso y una postura extrañamente rígida.
En cuestión de minutos, decenas de medios sensacionalistas comenzaron a publicar artículos con titulares sembrados de atrapaclics que hacían alusión al sobrepeso del actor, que se debía –explicaban– a que había terminado de rodar recientemente una nueva película en la que es el protagonista. Se trata de The Whale, un filme dirigido por Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño, Cisne negro), en el que da vida a un profesor de literatura que, con más de 270 kilos de peso, vive atrapado en su sofá mientras intenta recuperar la relación con su hija de 17 años.
“No tiene nada que ver con cualquier cosa que haya hecho con anterioridad”, declaró Fraser hace solo unos días a Newsweek, “pero puedo decir, aunque no la he visto todavía, que va a causar una gran impresión”. Aunque el actor no tuvo que engordar hasta sobrepasar los 250 kilos –eso se logra en la película gracias a la magia de las prótesis–, sí que tuvo que aumentar notablemente de peso, una práctica en absoluto nueva que ya colmó de grandes críticas y premios a intérpretes como Robert de Niro o Antonio de la Torre.
Pero esta vez, más allá del reclamo para los clics con el consabido titular “No te vas a creer cómo luce ahora Brendan Fraser”, esta reaparición es celebrada por confirmar el regreso al cine de calidad de un actor que, aunque ha seguido trabajando en producciones menores y series de televisión, hace tiempo que muchos habían dado por desaparecido.
Brendan Fraser, el chico de moda
Hubo un tiempo, entre los últimos años noventa y los primeros 2000, en el que era habitual ver la cara de Fraser en los pósteres colocados a la entrada de los multicines y las paradas de autobús de medio mundo. Sus comedias juveniles y cintas de aventuras (como la saga La momia) recaudaban cientos de millones de dólares. Pero menos conocido es que su carrera, que había empezado unos años antes, estuvo a punto de tomar una dirección completamente diferente. Fraser, que se sintió interesado por la actuación en su adolescencia al asistir a una representación en el West End londinense durante unas vacaciones, se graduó en Teatro en la Cornish College of the Arts de Seattle en 1990. Al año siguiente, se suponía que estudiaría un Máster en Bellas Artes, con la especialidad de actuación, en la Southern Methodist University de Dallas, Texas, pero de camino a su destino, realizó una pequeña parada en Los Ángeles que lo cambió todo.
Fraser decidió probar suerte en las audiciones. Fue seleccionado para interpretar a ‘Marinero 1’ en El amor es un juego cruel, una película protagonizada por River Phoenix y Lili Taylor. Se trataba de un papel sin diálogo en el que su único cometido era recibir una paliza. “Nos dieron el uniforme a mí y a unos cuantos más y teníamos que participar en una pelea con unos marines”, recordó en una entrevista concedida a la edición estadounidense de GQ en 2018. “Me gané el carnet del sindicato de actores y 50 pavos por hacer una escena de especialista, ya que me lanzaron contra una máquina de pinball. Creo que me fracturé una costilla, pero yo pensaba: ‘¡Estoy bien! Dejadme hacerlo otra vez. Si queréis, la rompo en pedazos. ¿Queréis que lo haga otra vez?”.
Además de la rotura de un hueso, ese pequeño papel, gracias también a su juventud, su belleza y una extraña mirada entre limpia, sexi y despistada, le trajeron otro rol algo más relevante en la película El hombre de California, una comedia juvenil, ahora considerada de culto, en la que interpretaba a un hombre prehistórico que resucita en el Los Ángeles de los noventa, lleno de fiestas de piscina y líos de instituto, tras pasar miles de años congelado en un bloque de hielo.
Ese papel le abrió las puertas de Hollywood, aunque principalmente para las comedias juveniles. En aquellos años apareció en películas como Cabezas huecas, Con honores o George de la jungla, aunque también hizo incursiones en filmes algo más serios como Colegio privado, junto a unos todavía desconocidos Matt Damon y Ben Affleck; o Dioses y monstruos, película en la que compartió pantalla con Ian McKellen y que consiguió un Oscar al mejor guion adaptado. Pero incluso en estos papeles más serios, su atractivo físico jugaba un importante papel en la trama. “Me veo a mí mismo entonces y pienso en un trozo de carne andante”, se lamentó el actor.
Entre 1997 y 2003, la carrera de Fraser iba como un tiro: estrenaba entre dos y tres películas al año y muchas de ellas se convertían en auténticos éxitos de taquilla como La momia, Dudley de la montaña o Looney Tunes: De nuevo en acción. Su ritmo de trabajo era brutal y el cuerpo del actor comenzó a resentirse. “Creo que me estaba esforzando demasiado, de una forma destructiva para mí”, declaró. Las lesiones, provocadas porque en muchas ocasiones realizaba él mismo las escenas de riesgo, unidas al estrés del trabajo, comenzaron a pasarle factura. No obstante, el actor se sentía todavía en la cresta de la ola y miraba hacia adelante con optimismo. “Sé que tendré muchas oportunidades en el futuro, solo espero saber escoger bien”, declaró durante una gira europea durante la promoción de La Momia. Lo que entonces desconocía es que aquel brillante futuro le tenía guardadas unas cuantas sorpresas muy desagradables.
De hecho, en esta misma entrevista que concedió en 2018 a la revista GQ, el actor decidió revelar algo que pasó durante ese aparentemente triunfal año 2003 y que, en parte, fue el causante de que Fraser se apartara poco a poco de la primera fila de la opinión pública.
El incidente en Beverly Hills
Todo ocurrió en el Hotel Beverly Hills, después de un almuerzo organizado por la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood (HFPA), que cada año organiza la entrega de los Globos de Oro. Tras la comida, Fraser estaba saliendo del hotel cuando se cruzó con Philip Berk, el presidente de dicha asociación que, delante de un gran grupo de personas, le estrechó la mano y aprovechó para darle un pellizco en el trasero. “Su mano izquierda se extiende, me agarra la nalga y uno de sus dedos me toca en el perineo. Y empieza a moverlo”, explicó Fraser. “Me puse enfermo. Me sentí como un niño con un nudo en la garganta. Creía que me iba a poner a llorar. Fue como si alguien me hubiese tirado pintura invisible encima”. El actor se fue a su casa apresuradamente, aterrorizado, y allí se lo contó a su mujer, pero decidió no presentar cargos contra Berk temiendo que la denuncia le hiciese revivir la terrible experiencia.
Berk aseguró a GQ, en el mismo artículo, que Fraser se había inventado la historia. Pero Fraser no pudo olvidarlo y su angustia acabó desembocando en una depresión. “Me hizo retroceder, me hizo recluirme”, confesó el actor.
Tuvieron que pasar quince años para que Fraser decidiese hacerlo público, al hilo del movimiento #MeToo, cuando muchas de sus compañeras daban un paso adelante y denunciaban los abusos y vejaciones que habían sufrido a lo largo de su carrera a manos del productor cinematográfico Harvey Weinstein y otros hombres poderosos de la industria.
Philip Berk ha seguido vinculado a la HFPA hasta este año, aunque tiene ya 88 años, y nunca ha admitido los hechos. Hace solo un par de meses, sin embargo, fue expulsado definitivamente de la asociación tras filtrarse un correo electrónico que envió a sus miembros calificando al Black Lives Matter como un “movimiento de odio racial” y criticando a una de sus fundadoras, Patrisse Cullors, por comprarse una casa en la exclusiva región californiana de Topanga Canyon.
A la depresión que sufría Fraser se unieron los efectos de todas sus lesiones físicas, que le obligaron a someterse a múltiples operaciones a lo largo de los años; el divorcio de su mujer en 2009, con la que llevaba 21 años casado, y cierta sensación, que nunca llegó a ser confirmada, de que Berk y su importante asociación hacían todo lo posible por boicotear su carrera. Lo que resulta innegable es que dejaron de invitarlo a los Globos de Oro, y las franquicias de La momia y Viaje al centro de la Tierra continuaron sin su participación.
Es cierto que Fraser nunca dejó de trabajar, pero en producciones mucho más modestas, y su nombre se perdió en la memoria del gran público hasta que en 2016 lo ficharon para interpretar al melancólico funcionario de prisiones John Gunther en la serie The Affair.
A pesar de ser un papel secundario y estar presente solo durante una temporada, aquella fue la primera vez en muchos años que Fraser actuaba en un producto audiovisual masivo y su regreso fue celebrado en algunos medios, incluso se popularizó el concepto Brenaissance, un juego de palabras entre el nombre de Brendan y la palabra “renacimiento” en francés.
Desde entonces, y tras la confesión en 2018 de los abusos sexuales que sufrió, Fraser se ha ido dejando ver cada vez más; encarnando papeles secundarios en diferentes series de televisión como Trust, Titanes o Doom Patrol. Los papeles que Fraser ha interpretado en No sudden move y The whale distan mucho de los de sus descerebradas comedias de los noventa. Se asemejan más al trabajo de un hombre que sabe lo que es la reclusión, la soledad y el sufrimiento.
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