La fluidez imbatible de Elliot Page que enerva a carcamales y cenizos
Elliot Page, antes conocido como Ellen Page, ha demostrado ser una persona moderna e inteligente en un mundo que no lo es
Aunque su carrera comenzó cuando solo contaba con diez años y su puntual incursión en el terror de venganza –Hard candy (2005)– ya llamó la atención sobre su talento entre los incondicionales del cine de género, la primera vez que el gran público se fijó en Elliot Page fue bajo la forma de una adolescente embarazada en Juno (Jason Reitman, 2007).
Por entonces, respondía al nombre de Ellen y a la asignación de género que había marcado una biología incapaz de desarrollar las sutilezas de la teoría queer, pese a alumbrar singularidades genitales capaces de delatar que hay vida más allá de ese binarismo que no debería ser ningún determinismo. Con su capacidad de desgranar esos afilados diálogos que barnizaban de espíritu indie la tradición de la screwball comedy, Elliot (en ese momento, Ellen) Page parecía una entidad bastante más moderna e inteligente que la película en que estaba metida, demasiado obsesionada por presentarse, de hecho, como una película moderna e inteligente, cuando lo que hacía era nadar y guardar la ropa.
La frente despejada de Elliot (por entonces, Ellen) parecía contener algún superpoder oculto, algo que debieron pensar los directores de reparto que, más tarde, le ofrecieron los sucesivos papeles de Kitty Pride, de los X-Men, y Vanya Hargreeves, de The Umbrella Academy. Sería facilón asociar una identidad trans a la figura de un superhéroe que no ha descubierto su poder (y, por tanto, vive marginalizado de su grupo) o de una mutante capaz de atravesar muros: seis años después de su salida del armario como persona gai, Elliot ha decidido comunicar y fijar su identidad transgénero, colocando a la prensa en el trance de relevar pronombres y poniendo a prueba la rapidez de reflejos de wikipedias e iemedebés para ponerse al día.
De formación budista y práctica vegana, Elliot suma ahora un motivo más para enervar a carcamales y cenizos, confirmando lo que se intuyó en Juno: que cuando tú vas, Elliot ya vuelve de allí.
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