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Francamente, querido
Columna
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Kim Novak, la inconformista rubia-lavanda

La protagonista de ‘Vértigo’ acaba de cumplir 90 años, más de media vida alejada de la industria del cine

Elsa Fernández-Santos
Melena rubia, media sonrisa y en la mirada, un mundo al que jamás tendremos acceso.
Melena rubia, media sonrisa y en la mirada, un mundo al que jamás tendremos acceso.Getty Images

“Si me convierto en ella, ¿me querrás?”. Kim Novak suele decir que el ruego que pronunciaba su doble personaje en Vértigo (1958) encierra todo el dolor de su pasado como estrella del cine. Hace un par de años The Guardian publicó una fabulosa entrevista con la actriz en su casa de Oregón que recuperé estos días junto al reciente documental La doble vida de Kim Novak, estrenado en Movistar+. La rubia gélida de la película de Hitchcock encerraba el secreto de una mujer profundamente inadaptada que literalmente huyó de Hollywood cuando a principios de los años sesenta un incendio provocó una avalancha de lodo que destruyó su casa de Bel Air.

Novak acaba de cumplir 90 años y lleva más de media vida lejos de una industria que intentó sin éxito borrar sus raíces checas o que no le perdonó el escándalo de su amistad con Sammy Davis Jr., estrella afroamericana del Rat Pack. El control obsesivo que los estudios ejercían sobre sus actrices encontró una resistencia inusual en una mujer que nunca acabó de encontrarse cómoda en su papel de sensual rubia-lavanda.

El desquiciante desdoblamiento que, para cumplir la obsesión del personaje de James Stewart, interpreta en Vértigo resume a la perfección la jaula de oro en la que Novak vivía, y cierra el círculo de su brillante (y breve) carrera. La que para muchos es la mejor película de la historia del cine, considerada un fracaso en su día, esconde muchas claves de la fuga de una actriz inconformista que detestaba a su jefe en Columbia Films, Harry Cohn, pero que supo ganarse la complicidad y el afecto del difícil Hitchcock.

La gran paradoja es que fue el colapso de su residencia lo que salvó su vida. Novak recuerda que aquel desastre la rompió del todo pero a la vez fue el detonante para emprender una nueva vida. Los estudios le proporcionaron una furgoneta en la que cabía lo poco que pudo salvar. Con eso a cuestas, sobre todo fotografías y algún objeto de arte, empezó a conducir en busca de un nuevo porvenir. La actriz aún estaba en estado de shock cuando paró en un local de productos delicatessen para comprar un sándwich y un bote de pepinillos kosher. Cuando vio que no había pepinillos se derrumbó.

“Vestirse con ropa increíble y sentirse sexy es excitante y maravilloso, pero es una trampa”, decía a The Guardian. Violada en su adolescencia y diagnosticada de joven con trastorno bipolar, Novak siempre tuvo un fuerte instinto de supervivencia. Si se quedaba en Hollywood estaba condenada a una vida amordazada. La actriz se detuvo primero en Big Sur y, según su propio relato, se bañó desnuda en el mar cómo símbolo de su nueva vida. Poco tiempo después encontró su lugar en el privilegiado paisaje de Oregón, donde aún vive dedicada a la pintura, su primera vocación, y a fumar marihuana, el único vicio de sus salidas con el Rat Pack que aún conserva.

Su casa está frente a un río, pasa el tiempo rodeada de perros y caballos, sin asomo de nostalgia. Hace un par de años falleció su marido durante 45 años, Bob Malloy, un veterinario local que conoció cuando uno de sus animales enfermó. Novak no quiso tener hijos, se dedicó a la cría de caballos y llamas con Malloy y suponemos que siempre con pepinillos kosher en la despensa.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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