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Peter Spirer, el testigo directo de la era dorada del hip hop que metió su cámara donde no todos son bienvenidos

Este movimiento cultural, que cumple medio siglo con una fuerza y alcance envidiables, sigue siendo uno de los pocos géneros musicales que transcendieron su ámbito para convertirse en una parte vital a la hora de entender la subcultura de algunos de los barrios más deprimidos de Estados Unidos

Peter Spirer Hip Hop
Foto de Clan Wu-Tang. "El día más frío de febrero, un pequeño grupo y yo fuimos a Staten Island para entrevistar a los Wu. Method Mad escupió una rima increíble ese día. Como muchos artistas, los captamos antes que la fama y la fortuna", explica el fotógrafo Peter Spirer.
Toni García

En 1973, un joven llamado Clive Campbell, nacido en Kingston (Jamaica), pero cuya familia emigró a Estados Unidos cuando él tenía 12 años, empezó a pinchar en el Bronx usando una técnica de corte musical que le permitía regresar al punto inicial y volver a él una y otra vez con la aguja del tocadiscos. A través de su alter ego artístico, Dj Kool Herk, popularizó este estilo que decidió llamar breakbeat.

Pronto todos los jóvenes del barrio empezaron a imitar a Herk. Pocos meses después, toda Nueva York hablaba del hip hop y gracias a un puñado de radios de Nueva York y Los Ángeles, el breakbeat se extendió como un virus a lo largo y ancho de Estados Unidos. Para celebrar los 50 años de la epopeya, la editorial de culto británica Reel Art Press publica The book of rhyme & reason. Este libro de Peter Spirer es una de las obras más relevantes para entender el incendio cultural que provocó este movimiento, gracias a un hombre que estuvo allí, justo en mitad de una revolución que este año cumple medio siglo. Después de estudiar fotografía y cine en la universidad de Miami, Spirer dirigió un documental sobre la fotógrafa Sally Mann y entró en contacto con diversas figuras del hip hop, metiéndose de lleno en la escena gracias a su cámara y a su facilidad para encajar en un mundo en el que no todos eran bienvenidos.

“En aquellas memorables reuniones, las fiestas eran algo más que música; eran vibrantes expresiones de arte e identidad”, cuenta Spirer a EL PAÍS. Los grafiteros adornaban los alrededores con sus obras, los bailarines de breakdance cautivaban a los espectadores y el DJ servía de eje que mantenía unido todo el evento. La gente se redefinía a sí misma a través de la ropa que vestía, reflejando la esencia del tapiz cultural del hip hop. Para el estadounidense, existe una distinción fundamental entre el hip hop y el Rap, y es importante subrayar su significado cultural poniendo ambos términos en mayúsculas. Para encarnar realmente el hip hop, uno debe adoptar plenamente todas sus facetas, incluidos el break, el arte del graffiti, el DJ y la moda. Como dijo KRS-One: “El rap es algo que haces, el hip hop es algo que vives”.

Pero Spirer no es solo fotógrafo y testigo directo de la era dorada del género, es además el director del que muchos consideran el mejor documental sobre el universo del hip hop, con el mismo título del libro que está a punto de publicar: Rhyme & reason. “Durante mi documentación sobre el hip hop, fui testigo de un dinámico periodo de eclosión, sobre todo con el auge de los MCs [master of ceremonies, los anfitriones y auténticos protagonistas de las veladas musicales]. Cada elemento de la cultura tuvo su momento de protagonismo. Sin embargo, cuando las discográficas descubrieron la rentabilidad de la venta de discos, la atención pasó a centrarse principalmente en el rapero, y los demás componentes de la cultura empezaron a desvanecerse y acabaron pasando a un segundo plano” explica Spirer.

En el documental, estrenado en 1997 y producido por Miramax, es un contundente repaso a las luces y sombras del hip hop e incluye testimonios de figuras como Ice T, Dr Dre, Da Brat, E-40, Method Man, The Notorious B.I.G., Lauryn Hill, Nas, Q-Tip o Wu-Tang Clan, entre otros, hasta sumar más de 80 artistas esenciales para entender el boom de un estilo musical que sigue arrasando en el siglo XXI. El libro cubre el que unánimemente se considera el periodo de mayor agitación en la historia del género, entre 1994 y 1997. “Durante la época que documenté, había una increíble riqueza de estilo y diversidad dentro de aquella cultura. Tuve la suerte de estar presente durante lo que considero la edad de oro del hip hop. Porque el hip hop siempre ha trascendido el ámbito de la música; es una cultura nacida de la lucha de individuos del sur del Bronx que buscaban expresarse de una manera fresca y estimulante”, cuenta el fotógrafo y documentalista.

Para Peter Spirer, hay una cualidad intrínseca, ligada específicamente al género, que él ha tratado de reflejar en su obra: una lealtad fiera en el mundo del hip hop. “La mayoría de los artistas sienten la obligación de llevarse con ellos a la gente que les rodea. Cuando una banda de rock lo logra, no ves a sus amigos ir por el mismo camino o llevarse una parte del pastel. El hip hop era diferente, las relaciones eran distintas, el círculo era distinto. Tanto con el documental como con The book of rhyme & reason, quería que América tuviera la oportunidad de ver el lado humano de la cultura y de la gente que la integra. Las relaciones de los artistas y sus familias, amigos y padres. Quería bajar el volumen para que pudiéramos escuchar a los artistas hablar sin filtro sobre la vida, el negocio, sus esperanzas y sueños, y obtener una mirada real a su mundo. Francamente, eso es todo lo que me importaba y espero haberlo conseguido”, concluye.

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