Los estilistas de las celebridades, un trabajo a la sombra de la fama
Cristina Reyes, Blanca Unzueta, Freddy Alonso, Paco Casado y José Juan Rodríguez son algunos de los gestores de los armarios más conocidos, una maquinaria mediática y publicitaria muy rentable
A Cristina Reyes el anuncio del confinamiento le pilló volviendo de la ceremonia de los Oscar. “Vestí a Nicole Kimpel, la mujer de Antonio Banderas. Pasé de estar en la gran alfombra roja a estar metida en mi casa. Por suerte pude sobrevivir gracias a trabajos en formato digital con distintas marcas”, explica. Ahora está en Málaga, preparándose para una extraña ceremonia de los Goya que mezclará la presencia física con la videollamada. “Nosotros este año solo trabajaremos con Nathalie Poza, que está nominada. Es una pena que se haya perdido el photocall. Y no tiene sentido vestirse para estar en casa, claro”, afirma José Juan Rodríguez quien, junto a Paco Casado, viste a más de una decena de actrices con perfiles muy distintos, de Bárbara Lennie a Carmen Ruiz pasando por Inma Cuesta o Aitana Sánchez Gijón. Llevan haciéndolo casi 30 años. “Éramos casi los únicos. Luego las redes sociales lo cambiaron todo, claro”, comentan.
Todos los ojos están puestos en la imagen pública de ciertas celebridades. Sus elecciones indumentarias están sometidas a la tiranía del Me gusta y pueden ser el inicio de lucrativos acuerdos con firmas. Sin embargo, durante años, el trabajo de vestir a los demás no ha sido lo suficientemente valorado. “En Estados Unidos lleva años siendo importante; aquí ha empezado a tener relevancia hace poco. Los artistas no eran conscientes de que una buena imagen puede ser un negocio que te reporta contratos publicitarios”, comenta Cristina Reyes, que empezó en este sector en 2009 a través de su amigo de la infancia, Enrique Iglesias: “Vestí a Tamara Falcó para un evento con un vestido de Marchesa. En aquel momento la marca estaba en pleno apogeo, porque era mucho antes del escándalo de Harvey Weinstein (la dueña de Marchesa, Georgina Chapman, era su esposa) y yo, novata, les envié un powerpoint explicándoles todo para que me enviaran un vestido desde Nueva York”. Cristina se convirtió en la responsable de imagen de los Preysler, la familia que lleva más de tres décadas siendo juzgada por su estilo. “Sé que Isabel no necesita asesoramiento, pero yo le hago la vida mucho más fácil”, comenta.
“Hace 30 años en España no existía el concepto de estilista, o al menos yo lo desconocía. Ni siquiera firmábamos nuestros editoriales en las revistas”, explica Blanca Unzueta, quien, tras una extensa carrera vinculada al mundo editorial, ahora también se encarga de la imagen de otro miembro del clan: Tamara Falcó. “Nuestra relación surgió de manera natural. Nos conocíamos a través de la revista ¡Hola! y en 2019 me llamó. Empecé una nueva vertiente en mi carrera. El estilismo de celebrities en España es algo más reciente, pero creo que con el tiempo pasará como en otros países donde algunas estilistas de famosas tienen un nombre”, opina.
“Cuando damos clase a estudiantes solemos decirles que hay mucho mundo más allá de las revistas de moda. Está la tele, las series, las actrices…y al final esos sectores son los realmente prescriptores”, señala José Juan Rodríguez. Eso sí, en este negocio hay que dejar de lado, por definición, las ansias de notoriedad. “Es verdad que antes no se nos nombraba tanto, pero sinceramente tampoco creo que se nos tenga que nombrar más de lo que se hace. Nosotros deberíamos estar en un segundo plano, porque nuestro trabajo es hacer sentir bien a la persona con la que trabajamos. El problema viene cuando el estilista necesita destacar o sobresalir más que su clienta”, comenta Freddy Alonso, responsable de la imagen entre muchas otras, de Juana Acosta, Adriana Ugarte o Greta Fernández. “Sí, la discreción es básica en esto”, añade Cristina, “yo puedo hablar de ello porque llevo muchos años trabajando con las mismas personas, pero es fundamental mantenerse al margen, porque tu labor consiste precisamente en dar todo el protagonismo a tu cliente”. La discreción… y la psicología, porque la paciencia y la empatía son la clave para que la relación estilista-cliente se extienda en el tiempo. “No son modelos; en nuestro caso, son actrices, y hay mucha inseguridad”, comenta José Juan. “La clave es hacerles sentir bien, que confíen en ti. Solo así puedes experimentar y sacarles de su zona de confort”, añade Freddy. “Es que todo el mundo puede tener un mal día y verse fatal. La idea es que se fíen plenamente de tu criterio. Si tú las ves bien, ellas saben que están bien”, dice Cristina Reyes.
Ellos, en la sombra, ponen en marcha una maquinaria mediática y publicitaria muy rentable, así que cada elección cuenta. “Aquí no hay horarios, pero lo compensa la satisfacción de que reconozcan tu trabajo”, explica Blanca Unzueta. El problema, sin embargo, es que pese a cargar con la presión de la alabanza o la crítica masiva que lleva consigo el paso por cualquier fotografía o alfombra roja, la industria sigue sin ayudarles. “Hay firmas que no te prestan prendas para algún personaje importante porque ‘no les encaja’ su estética, o porque no tiene los suficientes seguidores en Instagram. Eso por no hablar del problema con las tallas. Gente muy famosa que no tiene qué ponerse porque no encaja en el canon de algunas grandes firmas. Imagínate la inseguridad que a ellas les crea”, explica José Juan. Y añade: “Por suerte, la época en la que todas tenían que lucir el vestido de lentejuelas y corte sirena ha pasado. Ahora al menos se puede jugar a ser diferente”.
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