Los Biden retoman la tradición rota por Trump y se mudan a la Casa Blanca con sus perros ‘Champ’ y ‘Major’
Los animales ya corren por los jardines de la Casa Blanca a la vez que la primera dama anuncia que quiere también un gato
Joe y Jill Biden no están solos en la Casa Blanca. Desde el pasado domingo 24 de enero les acompañan sus dos perros, Champ y Major. Podría parecer un anécdota, pero en un país donde todo lo que rodea al presidente de EE UU, a su familia y a su vida personal es considerado de primera línea, la llegada de estos dos pastores alemanes a Washington se ha convertido en noticia.
La cuestión está, como en todo lo tocante a esta administración presidida por Joe Biden, en el cambio. El expresidente Donald Trump rompió una tradición de siglos al no tener animales en la Casa Blanca. Como reseña en su web la Asociación Histórica de la Casa Blanca, con seis décadas de trayectoria, las mascotas de la Casa Blanca “han provisto de compañía y han humanizado la imagen política de los presidentes”. Pero Trump decidió saltarse esa regla no escrita y no traer perros, gatos o cualquier otro animal de compañía al 1600 de la Avenida de Pensilvania.
Con Biden la tradición ha vuelto a cumplirse y, como ya parece norma con él, se ha modernizado. Son dos los perros que entran en el Ala Este. El pasado lunes, cuando el presidente firmaba el acuerdo para levantar el veto a las personas transgénero en el Ejército, se les pudo oír ladrar cerca del Despacho Oval, según recoge AP.
El secretario de prensa de Jill Biden, Michael LaRosa, contaba recientemente que la llamada primera familia había querido esperar a asentarse antes de traer a sus perros desde Delaware, donde vivían, hasta Washington, de ahí que llegarán el domingo, cuatro días después que sus dueños. “Champ está disfrutando de su nueva cama junto a la chimenea y Major adora correr por la Explanada Sur”, relataba LaRosa a los medios estadounidenses, siempre interesados en los detalles de la vida presidencial.
Champ es el más veterano de los dos pastores alemanes de la familia. Empezó a vivir con ellos hace 12 años, en diciembre de 2008, poco después de que Joe Biden fuera elegido vicepresidente junto a Barack Obama —que también tuvo sus perros, Bo y Sunny—. Major, en cambio, fue adoptado en noviembre de 2018, unos seis meses antes de que Biden anunciara que se presentaría a las elecciones presidenciales de 2020 que finalmente ganó. Además, Major se ha convertido en el primer perro adoptado, proveniente de un refugio, que llega a la Casa Blanca.
Además, puede que pronto los perros no estén solos. Como declaró la primera dama a una cadena de televisión local de Washington, Fox 5, le “encantaría tener un gato”. “Me encanta tener animales en casa”, aseguró Jill Biden. Una tradición nada extraña y que se remonta a Abraham Lincoln, que fue el primer presidente (a mediados del siglo XIX) que llevó un gato a la Casa Blanca; de hecho, fueron dos, Tabby y Dixie. Los Clinton también tuvieron un gato llamado Socks (calcetines) que vivió 20 años e inspiró la celebración del Día Internacional del Gato y los Bush una gata, India, llamada así por un jugador de béisbol de los Texas Rangers cuando George Bush era su propietario. Más exóticos han sido otros mandatarios como los Kennedy, cuya hija Caroline tenía un poni llamado Macaroni (y también la perra Pushinka, regalo de Nikita Khrushchev a Jacquie Kennedy), o Theodore Roosevelt, amantes de los animales y que tenían perros, pájaros, ponis, serpientes y hámsters.
“Las mascotas”, escribió Jennifer Pickens, autora del libro Pets at the White House: 50 Years of Presidents and Their Pets (Mascotas en la Casa Blanca: 50 años de presidentes y sus animales), “han jugado un papel importante a lo largo de décadas, no solo aportando compañía a los presidentes y sus familias, sino humanizando y suavizando sus imágenes políticas”. O, como dijo el presidente Truman: “Si buscas un amigo en Washington, cómprate un perro”.
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