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Alberto y Charlène de Mónaco, primera declaración de amor diez años después de su compromiso

El matrimonio de los príncipes siempre ha estado bajo sospecha pero ahora la exnadadora se prodiga en mostrar lo encantada que está con su esposo

El príncipe Alberto de Mónaco y la nadadora surafricana Charlene Wittstock, en un acto público en junio de 2007.
El príncipe Alberto de Mónaco y la nadadora surafricana Charlene Wittstock, en un acto público en junio de 2007.REUTERS
El País

Ocurrió hace este martes 10 años, justo cuatro días después de asistir en Estocolmo a la boda de Victoria y Daniel de Suecia, la casa del Principado de Mónaco anunciaba en un breve comunicado el compromiso matrimonial del príncipe Alberto y su novia Charlène Wittstock, antigua campeona de natación de Sudáfrica. Una fotografía oficial y una nota en la que no se revelaba ni la fecha de la ceremonia ni el lugar era el final de cuento, para quienes sueñan con enlaces principescos, de una relación que había comenzado cuatro años antes. El príncipe había elegido un evento deportivo, los Juegos Olímpicos de Invierno de Turín en 2006, como el marco para presentar a su novia, dejándose hacer fotografías y mostrándose como una pareja enamorada.

Sin embargo desde días antes de su boda, celebrada el 1 de julio de 2011 los rumores alrededor de la pareja y su supuesta felicidad no han dejado de sobrevolar su unión. Su amor siempre ha estado bajo sospecha y su matrimonio cuestionado desde antes de que se celebrara. Primero fueron los rumores de que Charlène había intentado huir del Principado días antes de su boda y que finalmente terminó por firmar un acuerdo prematrimonial según el cual se comprometía a pasar cinco años al lado de Alberto y darle un heredero. Después los rumores, prácticamente confirmados por el mismo príncipe, de que ambos habían pasado su luna de miel en hoteles diferentes “por motivos prácticos”. Más tarde la llegada de sus hijos, los gemelos Jacques y Gabriella, tras cuyo nacimiento la princesa manifestó: “Me siento feliz, aliviada, orgullosa y muy emocionada”. Y más adelante sus sonadas ausencias de muchos actos oficiales, su escasa relación con las hermanas de su esposo, especialmente con Carolina de Mónaco, y su rostro casi siempre triste y meditabundo.

Sea lo que sea lo que ha pasado entre las dos partes de esta popular pareja, diez años después de ese compromiso y catorce años más tarde de las primeras imágenes juntos en las que el brillo de la ilusión se podía reflejar en los ojos de la novia reciente del príncipe de un principado de cuento, ha llegado la primera declaración pública de amor de Charlène hacia su marido. La princesa aprovechó la celebración del día del Padre, que en algunos países es el 21 de junio, para publicar un mensaje en la cuenta de Instagram de su fundación PCMF South Africa que sorprendió a todo el mundo: “Si AlbertoI era el explorador y el príncipe Rainiero III, el constructor, Alberto II es el príncipe del corazón… de mi corazón”, escribió Charlène.

Un mensaje que llega después de pequeños gestos que han dado pie a pensar en un acercamiento entre la pareja durante los últimos meses, y que también ocurre después de que el príncipe Alberto se haya recuperado del coronavirus que se supo le había afectado a mediados de marzo. No ver juntos a los príncipes de Mónaco había dejado de ser noticia y ahora vuelve a serlo el cambio de actitud de Charlène que se deja ver acaramelado, posando con la familia, comiendo en un restaurante con sus niños o abrazados.

Charlene y Alberto de Mónaco con sus hijos, Jacques y Gabriella, el 11 de septiembre de 2019.
Charlene y Alberto de Mónaco con sus hijos, Jacques y Gabriella, el 11 de septiembre de 2019.FACEBOOK/PALAIS PRINCIER

Sea que el paso de los años ha diluido las diferencias o atemperado los caracteres, o sea que la familia ha decidido darse un baño de romanticismo de cara al público para volver a atraer la atención sobre un país que fue sinónimo de glamur desde que la actriz Grace Kelly contrajo matrimonio con el príncipe Rainiero y con ella llegaron las estrellas y los millones, el caso es que aparentemente el amor parece haber vuelto al palacio de Mónaco. La princesa Charlène siempre ha dicho que no quería ser la imagen de un cuento de hadas, y que prefería “ayudar, ser eficaz para aquellos que lo necesitan”. Puede que a esas palabras tan prácticas que acompañó de una frase igual de aséptica –”Mi esposo y yo compartimos los mismos valores sobre cuestiones humanitarias, el medio, ambiente y la educación de los niños– se haya sumado ahora algo de la pasión que parecía faltar en este matrimonio. De momento, y hasta que no digan lo contrario, Alberto de Mónaco es para Charlène “el príncipe de mi corazón”.

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