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La paradoja y el estilo
Columna
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‘House party’

Este tipo de iniciativas rafitican que en el encierro nos vemos más que nunca

Victoria Marichalar, en Madrid.
Victoria Marichalar, en Madrid.gtresonline
Boris Izaguirre

Conforme avanza el confinamiento agota un poco la incesante creatividad de mis amigos. Muchos tienen Instagram Live y todos quieren que participe en ellos, haciéndome sentir como si estuviera en una promoción de algo sin tener claro qué retribución percibiré. “Se trata de dar un mensaje de alegría, de apoyo, de buen rollo”, me comentan. En realidad, es un pasatiempo. Intento advertir que mi aspecto actual, con barba entrecana de 15 días, podría disuadir a los potenciales espectadores. Otros me engatusan y empiezan sus conexiones atacando la mala gestión de la crisis. Incluso repiten lo dicho por políticos del PP que dicen echar de menos un liderazgo fuerte. Y es normal, pienso pero no digo, porque su líder fuerte está en Marbella, paseando el perro.

Yo no tengo perro, pero prefiero un buen perro que un líder fuerte. Pero lo cierto es que este tipo de iniciativas, hacer un vídeo colectivo cantando una canción esperanzadora, celebrar a seres queridos con fotos personales, conectar a las tres de la madrugada con gente despierta en América, ratifican que en el encierro nos vemos más que nunca. De hecho, se han puesto de moda unas aplicaciones con nombres como Houseparty o Zoom que garantizan que puedes tener a más de diez amigos en pantalla simultáneamente. He luchado por mantenerme en los razonables cuatro amigos que me permite el vídeo del WhatsApp pero me han calificado de soso. “Hace tiempo que la persona más anodina tiene más de cien amigos”, me dicen muchos. El problema con la aplicación es que no venga con un moderador, una persona extra, un líder fuerte que contenga la ansiedad que se acumula con el encierro, que cambie drásticamente de tema cuando la conversación se politiza. Y sugiera propuestas más conciliadoras. Como comentar las ultimas declaraciones de la infanta Margarita acerca de la herencia del rey emérito rechazada por su hijo el Rey. “No sabía nada”, ha dicho doña Margarita, apelando a la frase favorita de su familia real, no saben nada casi siempre. “Eso que estuve con Juan y no nos comentó nada”, agregó. Vale, me lo creo porque, la verdad, quienes nos empeñamos en hablar de herencias con la familia somos justamente los que no tenemos millones que discutir.

Otro tema que abordaré en mi próxima house party es ese posible distanciamiento milenial entre Victoria Federica Marichalar de Borbón con la novia de su hermano, Mar Torres. Mar no es real, ni de sangre ni de aspecto (es aficionada a los retoques plásticos) pero también es una joven y rica heredera. Eso no es el problema, la rozadura se produjo cuando Torres rompió la cuarentena impuesta a todo el país debido al coronavirus para ir al cumpleaños de una amiga. “Vivimos a 200 metros” escribió en un post en defensa propia, “es como si hubiera ido a la farmacia”. Victoria Federica le lanzó un escueto pero potente “Borderline”, desde sus redes. Temí lo peor, pero Mar, muy rápida e ingeniosa, le respondió: "Ay, Vic, que ilusión saber de ti, hace tanto que no nos vemos”. No se zanjó la cuestión y hoy el debate está en si borderline es el nuevo término cool para irresponsable o para líder milenial.

Lleno mis tardes con ideas para las house parties. El tinte de cabello, ahora que no hay peluquerías abiertas, y la pedicura me preocupan. No es mi aspecto el que me atormenta sino también el de los demás. O llegar a ese momento en el que alguien lidere el house party desde el baño. Y tire de la cadena.

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