María Jiménez: “Me dieron por muerta pero ahora estoy de cachondeo”
Tras pasar tres meses en coma y una dura rehabilitación, la cantante de 70 años anuncia sus ganas de vivir y su regreso triunfal con actuaciones y nuevo disco
A María Jiménez (Sevilla, 70 años) la dieron “por muerta”, pero ahora está “de cachondeo”. “Ni he visto la luz ni nada de eso. Luz la que dan estos focos que tienen que apagarlos”, dice mientras señala unas lámparas y despliega una amplia sonrisa y su característica sorna al hablar de la grave crisis de salud que sufrió el pasado año cuando un problema intestinal casi se la lleva por delante. “Fue como todo un sueño en el que no me enteré de nada. Como si hubiera sucedido todo el día antes”, comenta. “Cuando me dijeron que llevaba casi tres meses dormida, me lo tomé de cachondeo. Y sigo igual. De verdad. Ahora, me encuentro maravillosamente bien”.
Sentada en un butacón de la sala Manuel de Falla del Teatro Real, la cantante presenta su participación en la sexta edición del Universal Music Festival, que se celebrará del 23 de junio al 28 de julio en Madrid, y no traslada ningún dramatismo sobre el delicado estado de salud por el que muchos empezaron a preparar su necrológica. Todo sucedió cuando el pasado 2 de mayo ingresó en el Hospital San Rafael de Cádiz para ser operada de urgencia a causa de una obstrucción intestinal. Su situación se complicó por problemas “circulatorios crónicos y metabólicos”, según afirmaba uno de los partes médicos, y tuvo que ser trasladada a la UCI del centro hospitalario “bajo intubación orotraqueal y conectada a ventilación mecánica”. Tres semanas después y ante el agravamiento paulatino, fue llevada a la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Virgen del Rocío, donde continuó su tratamiento y pasó algunos momentos al borde de la muerte. A su lado siempre estaban su hijo Alejandro, fruto de su relación con el actor Pepe Sancho, y su hermana Isabel. Cuando despertó, no se había enterado de nada. “Mi hijo me decía: ‘¡Mamá, te amo! ¡Mamá, te amo!’. Y yo miraba también a mi hermana que no paraba de llorar y dije: ‘Oye, ¿qué ha pasado aquí? Se empezaron a reír”.
Del llanto a una risa que preside su vida desde el primer día que salió del hospital. Jiménez recibió el alta a mediados del mes de julio y cuenta que ya entonces pudo comprobar cómo de camino a casa se encontró con gente que la creía bajo tierra. “El primer día que nos montamos mi hermana y yo en la ambulancia, se subió una señora y yo me quedé atrás del todo en la silla de ruedas. La señora iba delante con mi hermana y otra persona mayor. Se puso a hablar con todos, se giró para atrás, hacia mí, y me preguntó: ‘¿Oye, y la María Jiménez? ¿Murió ya?’. Y le contesté: ‘Oiga, señora, que María Jiménez soy yo’. Ella dijo que cómo iba a ser yo María Jiménez. Y ya le dije: ‘Pues nada, señora, soy Gracita Morales y la que usted quiera’. Resulta que la mujer estaba casi ciega y no veía nada”. Sin necesidad de ser Gracita Morales y sí María Jiménez, una voz colosal de la rumba, afirma que ha sentido “muchísimo, pero muchísimo” el cariño de la gente. “Yo no sabía que me querían tanto”, dice.
Ahora asegura que “no mira atrás” y que solo piensa hacer “una vida normal”. “Al salir del hospital me encontré muy bien, encantada de la vida. Es verdad que estaba muy flojita, pero poquito a poco me he ido recuperando. Comía mal. Tan mal que no comía nada. He ido comiendo bien porque me quedé escuálida. Pero ya no quiero engordar más”, explica. No sigue ninguna dieta, pero sí ha tenido que hacer seis meses de rehabilitación, reconociéndose “buena enferma” de las que “no dan la lata”.
Recuperada y sonriente, la cantante, como un ave fénix, volvió a la música el pasado octubre para acompañar al cantaor Miguel Poveda en la canción ¡Qué felicidad la mía!. Fue el preámbulo de toda la actividad que está por venir este año. Dará en verano en el Teatro Real un concierto muy especial en el Universal Music Festival rodeada de amigos como Mari Peña, Antonio Moya, Carmen Ledesma, Remedios Amaya y Pitingo. Antes está previsto que salga publicado un nuevo disco, que empezará a grabar la semana que viene y del que no puede dar mucha información: “Estará formado por canciones maravillosas de Sudamérica de varios autores, algunas de Vicente Fernández, y que son versionadas por mí”.
Con su voz desgarradora y pasional, Jiménez ya supo lo que fue el éxito cuando versionó composiciones de Joaquín Sabina en el álbum, Donde más duele, que llegó a vender más de 600.000 copias. Compañero de correrías y noches canallas, Sabina también ha dado varios sustos con su salud y en alguna ocasión ha dicho que algunos esperan que los músicos palmen para poder reconocerles su obra. ¿Sucede así con ella? Jiménez frunce el ceño: “Nunca he sabido lo que represento ni quién soy. Soy más bohemia que todo eso”. Y añade: “Yo me adelanté 40 años a este país. Lo que he hecho con Miguel Poveda ahora yo lo llevé a Japón en el año 1979. Resulta que ahora la gente está flipando con ese tema cuando yo me traje el segundo premio de Japón para España. La gente en este país no se enteró de nada. El tema tiene 40 años. Y Se acabó tiene 43. Se acabó era un himno, una verdadera bandera. Y yo solo digo que estoy encantada con lo que he hecho”. Y, con su particularísimo desparpajo, asegura que también está encantada con su actual vida: “Hago lo que me apetece. Si está nublado, no salgo. Si hace sol, pues a la calle que voy. Digo por la casa: ‘contes, a tomar el aperitivo, un vinito. O vámonos a comprar. Vámonos para acá y para allá’”.
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