Un camino para comérselo
De este a oeste, Asturias está atravesada de dos rutas jacobeas, la primitiva y la que discurre por la costa: dos excusas perfectas para disfrutar a lo grande de la gastronomía local. La caminata diaria bien lo merece. Y la etapa de mañana, también
Aunque suene a frase de Mr. Wonderful impresa en taza de desayuno, que lo importante “es el camino y no la meta” es una verdad de perogrullo. Y más en el caso del Camino de Santiago, claro está. El destino es el mismo para todos, pero depende de cada peregrino hacerlo único y disfrutarlo a lo grande… algo que es más sencillo si se transita por tierras asturianas. Aquí va una guía para convertir el Camino de Santiago en una gastrorruta de las que hacen época: más de 500 kilómetros que discurren a lo largo de 33 concejos por dos caminos diferentes: el primitivo y el de la costa. Que nadie se olvide la mochila… ni la cuchara.
El camino primitivo: fabada, embutidos únicos y sorpresas dulces
Dicen del rey asturiano Alfonso II que fue el primer peregrino, echándose al camino (a la calzada romana, más bien) en el siglo IX para llegar a Santiago de Compostela partiendo de Oviedo/Uviéu. Es por eso que a esta ruta se la conoce como el camino “primitivo”. Si decidimos seguirla, bien podemos arrancar a lo grande, cogiendo fuerzas con una buena fabada regada con sidra con denominación de origen protegida en Gascona, el bulevar de la sidra ovetense. Imposible imaginar una primera toma de contacto mejor con la gastronomía asturiana. Oviedo también es buena plaza para adentrarse en el mercado del Fontán y hacerse con viandas dulces para el camino, desde las casadielles, empanadillas de nuez, hasta los locales carbayones y las moscovitas, con la almendra jugando un papel fundamental en ambos.
La ruta continúa desde Oviedo hasta la villa de Grado/Grau, donde, si se llega en miércoles o domingo, se puede disfrutar de uno de los mejores y más surtidos mercados del Principado. ¿Qué se debe probar aquí? Pues un poco de queso Afuega ‘l pitu, de divertida traducción: es llamado así porque su textura seca y amarga “ahoga” (ligeramente, que nadie tema) el “pitu” (la garganta) y amparado por DOP. Para los amantes de las emociones fuertes, la variante roja es, además, ligeramente picante por el añadido del pimentón. Si el cuerpo pide algo dulce, en la siguiente parada, Salas, aguardan los carajitos del profesor, pastas centenarias hechas a partir de avellana molida, azúcar y huevo. ¡Alerta llambiona (”golosa”)!
Los amantes del cerdo deben marcar en rojo la siguiente parada: el concejo de Tinéu. Es la patria chica del chosco, embutido curado y ahumado a partir de lengua y cabecero de cerdo que puede tomarse tanto en potaje como con patatas o solo. La siguiente etapa es larga, de 27 kilómetros hasta llegar a Pola de Allande. Toca homenaje y nada mejor que hacerlo con alguna preparación a partir de ternera asturiana con IGP (¿hace un cachopo? ¿o mejor un repollo relleno de carne?) regada por los vinos de la cercana DOP Cangas, sorprendentes tanto en su gama de tintos como de blancos. Gasolina de la buena para acometer la última parte de este camino, con paradas en Berducedo y en Grandas de Salime; de gran belleza natural pero exigente en lo físico. Mejor tener a mano las provisiones adquiridas al principio: van a hacer falta.
El camino de la costa: grandes mesas y pescados y mariscos ‘asgaya’
Para los no iniciados en el asturianismo, puede sorprender la cercanía entre la costa y la montaña en la región. Hacer el camino a orilla del Cantábrico no significa, por tanto, dar la espalda a los placeres gastronómicos de las tierras más altas. Arrancando en Bustio y con una primera parada en Llanes, la villa marinera parece idónea para entregarse a un pantruque o emberzao (así se conoce aquí a una especie de morcilla muy peculiar) o a una tabla de quesos en la que no pueden faltar el Cabrales ni el Gamonéu (azul el primero y ahumado y con un leve desarrollo de penicilium el segundo) o un queso de la costa como el ahumado de Pría o el de Vidiago, por ejemplo. Puro lujo. Los más foodies pueden aprovechar la cercanía para caminar (si quedan fuerzas) hasta Arriondas/Les Arriondes y darse un homenaje en uno de sus muchos restaurantes. Y otra propina, también unos metros fuera de la ruta jacobea oficial: acercarse a Lastres y probar sus afamados calamares.
Imposible llegar a Ribadesella/Ribeseya con la mochila a cuestas y no aparcarla un rato para sentarse en alguna de las grandes mesas de la villa y probar pescados o mariscos. Los bígaros se toman con botella de sidra, igual que las llámpares (lapas) pero el festín se puede completar con un arroz con bugre (bogavante), unas andaricas cocidas (nécoras) o un virrey al horno. Un festín marinero.
Camino de Gijón/Xixón, no debería faltar el tiempo para hacer parada y fonda en Villaviciosa y descubrir todo lo que ha cambiado el mundo de la sidra. Además de tomar unos culines de sidra natural, es la oportunidad única para descubrir otras variedades. La sidra de mesa, la brut nature, la de hielo que funciona como un (gran) vino de postre… Todo un máster en sidrismo en tiempo récord.
En Gijón/Xixón y Avilés costará decidir la localidad para probar la fabada. También es una buena oportunidad para hacerse con productos eco, desde miel hasta mermeladas, pasando por unas buenas fabes… O tomarse unos oricios (erizos de mar), delicia yodada de textura sedosa, con la brisa marina dándonos en la cara.
Siguiendo hacia Occidente, atravesando Muros de Nalón, Luarca/Lluarca o Navia, quizá sea el momento de recapitular y pensar en todo aquello que ofrece Asturias y que hay que probar sí o sí antes de pasar a tierras gallegas. ¿Quizá un asado de gochu (cerdo) asturcelta? ¿Una suculenta ñocla (buey de mar) a la plancha? ¿Una merienda a base de frixuelos, los deliciosos crépes locales que pueden tomarse de una y mil maneras? Más al oeste sigue el Camino de Santiago y sus tentadoras ramificaciones: la costa está salpicada de pequeños pueblos marineros (Puerto de Vega, El Porto/Viavélez, Tapia…) que conservan el lujo de contar con ese pescado fresco y asequible de los restaurantes que compran al pescador de confianza, sin intermediarios. Por aquí se pesca el primer pulpo certificado como ecológico, se presume de la caldereta de pescado y marisco... Y, más allá, un tesoro único: las ostras del Eo, cuyo criadero ecológico es visitable. Lo importante es completar el camino con la sensación de haber disfrutado de todos y cada uno de los alimentos del paraíso. Buen camino. ¡Y buen provecho!