Cenas en cinco minutos con pechuga de pollo
Ya está aquí la segunda entrega de nuestra sección de cocina rápida –pero buena– por excelencia. Hoy nos rendimos a los múltiples encantos de la versátil pechuga de pollo.
Si “yo es que no tengo tiempo para cocinar” es tu credo, tu religión y tu excusa diaria para tirar de precocinados o pedir comida por teléfono día sí día también, nuestra sección Cenas en 5 minutos te va a dejar sin argumentos en menos que canta un gallo. O un pollo, ya que éste –concretamente, su pechuga– es el protagonista de esta segunda entrega, después del flamante estreno que tuvo a los huevos como protagonistas: como veis, de momento, todo queda en familia.
En las siguientes líneas encontraréis todo tipo de ideas para preparar cenas rápidas y llenas de sabor. La gran mayoría son bastante ligeras, aunque algunas un poco menos: un día es un día y el que no sucumba ante un pedazo de pollo empanado es que posiblemente no tiene corazón. Si le tienes una cierta manía a este ingrediente porque sueles pasarte de cocción y te queda como la suela de un zapato, echa un vistazo a este vídeo y dales una segunda oportunidad a tus habilidades culinarias pechuguísticas.
En la sartén
Esta saltimbocca de pollo –la receta italiana clavada paso a paso, pero sustituyendo la ternera por pechuga– no solo es una cena apañada, sino un cenorrio de lujo en toda regla al que puedes invitar a tus jefes y salir a hombros (y sin incumplir lo de los cinco minutos). Si tenéis un poco de maña usando dos fogones a la vez, mientras hacéis la saltimbocca podéis preparar un poco de polenta en un cazo y ponerla en el fondo del plato como guarnición. Si no, partid por la mitad unos tomates cherry y servidlos en ensalada con aceitunas y un poco de albahaca, o salteadlos brevemente en una sartén con unas gotas de aceite de oliva.
Unas tortillas mexicanas también pueden dar mucho juego cuando tienes una pechuga rondando: lo de saltearla con pimiento, cebolla, calabacín o puerro no sería nada canónico allá por el DF, pero es muy resultón (y también con tomate, pesto y rúcula, como si fuera una piadina italiana). Los cordon bleu –lo que vienen siendo libritos de toda la vida, pero con pollo– aceptan múltiples rellenos, y si en la pollería te preparan la pechuga abierta y no muy gruesa, no tardarás nada en hacerlos. Queso azul y frutos secos o manzana, bacon y brie, el clásico jamón y queso havarti o sobrasada y Mahón, las posibilidades terminan donde lo haga el contenido de tu nevera.
Si te apetece rebozar pero no rellenar, estas tiras de pollo especiado con hummus haciendo las veces de salsa pueden hacerte subir muchos puntos de felicidad, más o menos los mismos que si haces una versión de la escalopa milanesa, con salsa de tomate y queso fundido por encima.
Si, al contrario, prefieres saltarte el proceso del rebozado pero te apetece disfrutar de un relleno jugoso, puedes hacerlas simplemente a la plancha, como en estas con queso, olivada y piñones. No podemos terminar este apartado sin mencionar los socorridos pinchitos: solo necesitaremos unas brochetas de metal o madera y echar un ojo a lo que haya en el verdulero: calabacín, cebolla, zanahoria, tomates cherry, pimiento y otros tantos que te permitirán versionar este plato hasta el infinito y más allá. Unas hierbas de provenza, curry en polvo, orégano o tu mezcla de especias o aromáticas favoritas rematarán la jugada.
Una sartén grande o un wok también son el medio adecuado para saltear, una técnica que se lleva bastante bien con la pechuga. Aunque ya lo hemos contado casi todo sobre el salteado perfecto, añadimos un par de combinaciones que quedan especialmente bien con pechuga: las coles de Bruselas frescas con un poco de ajo y unos daditos de bacon (muy poco) y las espinacas con piñones y, ya en el plato, una cucharada generosa de yogur griego.
Para acompañar estos platos sin hacer trampa con el tiempo siempre podemos hacer una ensalada rápida: la de lechuga –lechuga de verdad, por favor– con manzana y pasas es tan simple como deliciosa y la de tomate con un poco de cebolla y aceitunas no le va a la zaga. Unas patatas cortadas y metidas en un estuche de vapor –o en un bol con papel film– unos 4 minutos al microondas o un cuscús o bulgur hidratados con agua hirviendo serán muy bienvenidos esos días en los que el cuerpo te pide algo más contundente.
Con restos ya cocinados
Mientras mi animal mitológico favorito es el muslo que sobra de un asado de pollo, las pechugas tienen todos los números para quedarse criando malvas y pasar de la bandeja a la nevera y de allí, convenientemente asecurriadas del todo por el frío, en demasiadas ocasiones al cubo de la basura. Pero hay muchísimas maneras de rescatar estos restos y, convenientemente hidratados, convertirlos en jugosas cenas.
Empezamos con esta ensalada de col, manzana, pollo y gorgonzola, que puede ser sustituido por cualquier otro tipo de queso azul, o eliminado si no os gusta. El aliño de yogur hará que la pechuga, cortada pequeña o deshilachada con los dedos, deje de estar correosa, y de paso os ahorraréis el paso de esperar a que se enfríen. Estos aguacates rellenos de pollo con cebolla, pepinillo y mostaza que preparé para El País Semanal también disimularán la textura del pollo seco gracias a la cremosidad del fruto.
Los bocadillos son otra buena manera de reutilizar esta pechuga, y sin recurrir necesariamente a la mayonesa. Si tenemos un poco de salsa barbacoa y algo de caldo, podemos improvisar un pulled chicken de esos con los que te caen chorretes hasta el codo. Para una pechuga, ponemos ⅔ de vaso de caldo en un cazo a fuego vivo. Cuando reduzca a la mitad –siendo tan poca cantidad no tardará mucho– añadimos un par de cucharadas de una buena salsa barbacoa, el pollo desmigado y removemos bien para que se empape. Mientras, abrimos un panecillo de hamburguesa y ponemos un poco de cebolla cortada fina, pepinillos, cilantro, col en juliana o el aderezo fresco y crujiente que más nos guste, rellenamos con el pollo y a disfrutar. Una mazorca precocinada –de las que se venden envasadas al vacío– hervida o pasada por la sartén será un dignísimo acompañamiento sin añadir nada de tiempo extra.
En un cazo
Convertir la clásica sopa de fideos de cabello de ángel en una cena completa es fácil si tienes un poco de puerro y calabaza a mano. Cuando el caldo hierva, añadir unos 150 g de calabaza cortada en dados y unos 10 cm de la parte blanca del puerro en rodajas, y dos minutos después los fideos y media pechuga cortada en daditos (los restos del punto anterior también irán perfectos). En tres minutos más la sopa estará lista: con pimienta al gusto y un chorrito de zumo de limón, tenemos un plato único perfecto para las noches frías. Que me perdonen los integristas de cenar en la mesa, pero esta receta tiene puntos añadidos de gustera si te la tomas en un bol, en el sofá y tapado con una manta.
Los fideos asiáticos también son los aliados perfectos de una sopa rápida y deliciosa: los instantáneos de trigo y los udon frescos no necesitan cocción, y los vermicelli de arroz se hacen en apenas tres minutos. Tener una reserva de caldo congelado –usa los días en los que sí tienes tiempo para estos menesteres– te evitará tener que tirar de tetra brik, y además podrás darle más cuerpo y sabor triturando algunas de las verduras de la cocción, por ejemplo la calabaza y la zanahoria.
Para una sopa de lentejas al estilo sureño podemos dorar un minuto a fuego vivo un poco de zanahoria rallada y cebolla picada, añadir caldo o agua hirviendo, lentejas de bote escurridas y la pechuga cortada en trozos pequeños. Un poco de vuestro picante favorito y alguna hierba fresca –por ejemplo, cilantro o perejil– darán el golpe de gracia a un guiso de legumbres tan reconfortante como sano.
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