La vida en el planeta de la comida
En el mundo fotográfico de Disparity hay señoras que rallan una naranja con una cortadora, investigadores forenses que analizan la muerte de una mora o asistentas que aspiran migas de una tarta gigante de chocolate. Esta intrigante serie de fotografías, firmada por Christopher Boffoli y construida con alimentos y minúsculas figuritas humanas de plástico, reflexiona sobre la relación de los estadounidenses con la comida, pero son su plasticidad y su sutil sentido del humor los que la han convertido en un hit en Internet. Y no sólo allí: las imágenes han sido publicadas en más de 80 países y se venden en galerías de arte de todo el mundo.
Boffoli comenzó a hacer pruebas para su serie en 2002, inspirado en el trabajo de los hermanos Chapman y en los 'Travelers' de Walter Martin y Paloma Muñoz. Las primeras imágenes datan de 2006, y no ha dejado de producir hasta hoy. "Desde que mis fotografías se han hecho famosas por la Red este año, alguna gente me ha mandado enlaces de otros artistas que hacen cosas parecidas. No me han influido, porque no los conocía, pero no me sorprende la coincidencia: los juguetes y la comida son de las cosas más comunes del mundo. Pero es importante que la gente entienda que el mensaje de mi trabajo es único, a pesar de los parecidos", explica Boffoli por mail desde la ciudad en la que reside, Seattle.
Parte de ese mensaje consiste en llamar la atención sobre la sobreexplotación de los recursos en Estados Unidos. "La mayoría de los americanos tenemos acceso a un montón de bienes, pero con demasiada frecuencia no caemos en el verdadero coste de esta bonanza, en su efecto en el resto del mundo y en el medio ambiente. Cuando ve una de mis imágenes, la gente podría decir: '¡Quiero ser esa personita que está sentada al lado de un bizcocho de chocolate 10 veces más grande que yo! ¡Quiero comerme un muro de chocolate! Pero en realidad, cuando tenemos demasiada abundancia de algo que nos gusta, nos cansamos de ello rápidamente. A veces la escasez de algo lo hace más dulce".
'CSI de mora'. / CHRISTOPHER BOFFOLI
El pozo de las bolas de cereales. / CHRISTOPHER BOFFOLI
Para Boffoli, los estadounidenses tienen una relación disfuncional con la comida. Cada año producen montañas de libros de cocina fantásticos y pueden ver canales dedicados por completo a la cocina. "Y sin embargo, muchos niños están tan acostumbrados a comer comida procesada que no saben ni identificar las verduras cuando las ven. Demasiados de nosotros comemos mala comida en cadenas de restaurantes o peor aún en casa".
Por suerte para el espectador, en la obra del fotógrafo la crítica llega bañada en cierto sentido del humor. Boffoli es consciente de que sus imágenes triunfan gracias a las sonrisas que despiertan, pero no le gusta que el público se quede ahí. "Es un gran logro entretener a la gente, pero si eso es todo lo que les llega, en algo he fallado, puesto que es el mensaje profundo lo que me importa. Hacer reír es fácil, pero a veces es mejor hacer pensar o sentir".
El artista se queja de que el uso sin permiso de sus imágenes en Internet contribuye a que pierdan parte de su sentido. "Por un lado está bien que la gente publique mis fotos porque les gustan y las quieren compartir con sus usuarios, pero por desgracia muchas veces sólo lo hacen para tener contenido gratis, conseguir tráfico e ingresos publicitarios. Más allá de que lo hagan sin mi permiso, me parece frustrante que se presenten como algo gracioso sin explicar su contexto o su intención".
Aspiradora de migas de chocolate. / CHRISTOPHER BOFFOLI
Aserradero de judías verdes. / CHRISTOPHER BOFFOLI
Funeral de arroz. / CHRISTOPHER BOFFOLI
Para construir sus fantásticas imágenes, Boffoli trabaja siempre con productos reales. "Hay mucho engaño en la fotografía comercial de comida, en la que la cola puede sustituir a la leche porque sale más blanca. Pero a mí sólo me gusta usar cosas comestibles. Ni siquiera utilizo pegamento para fijar las figuras en la comida, sino sirope de agave u otros alimentos pegajosos". Por si fuera poco, la comida suele ser de temporada. "Suelo ir al mercado y mirar qué tiene buen aspecto. Me lo llevo a casa, lo limpio, lo corto y lo arreglo. Después empiezo a colocarlo de forma que quede bonito ante la cámara. Sólo entonces eligo las figuritas y empiezo a considerar cómo disponerlas sobre la comida".
A pesar del mal tiempo habitual en Seattle, el fotógrafo también procura usar siempre luz natural, porque cree que es la mejor para subrayar la belleza y el color de la comida. Afirma que crear imágenes para esta serie puede ser muy tedioso, pero resulta más fácil de lo que parece. "Las figuras miden menos de 20 milímetros y mis manos son bastante grandes. Es difícil colocarlas. A veces, la combinación de figuras y comida no funciona, y hay que cambiarlo todo. Sin embargo, otras veces todo fluye y sale muy rápido".
Más allá de la dificultad técnica, hay algo en las imágenes de Boffoli que no sólo atrae de inmediato la atención, sino que genera una fuerte empatía en el espectador. Para el autor, la capacidad evocativa de su obra está relacionada con las muchas referencias culturales de "gente pequeña en mundos grandes" que manejamos. "Cuando yo era un crío en los ochenta, había un montón de series y películas de ese estilo, pero la idea viene de más atrás, de las películas de ciencia-ficción de los cincuenta, con insectos enormes que cazaban a personas diminutas. Y por supuesto, si miramos aún más atrás, están los habitantes de Liliput de Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift en el siglo XVIII".
¿Y por qué fascina tanto al ser humano la visión de gente minúscula en un mundo sobredimensionado? "Quizá porque cuando somos niños vivimos en un mundo que no está a nuestra escala, con los adultos alrededor. Y también de niños jugamos con juguetes que replican cosas grandes como coches, trenes o aviones a pequeña escala".
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