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Una brújula para elegir mejor

La orientación académica de calidad es una de las mejores herramientas para generar oportunidades y un plan de futuro

Group of young adults, photographed from above, on various painted tarmac surface, at sunrise.
Group of young adults, photographed from above, on various painted tarmac surface, at sunrise.Klaus Vedfelt (Getty Images)

Hay dos momentos en la vida de todo estudiante donde es fundamental contar con una buena orientación académica. En la escuela, al acabar la ESO y en 2º de bachillerato; en la Universidad, cuando se busca empleo. La ausencia de esta orientación tiene consecuencias.

El abandono en el primer curso universitario ronda el 20%. En el caso del grado medio de FP está en el 35%. A esto hay que sumar casi 4.000 grados universitarios y de FP donde elegir, una explosión de nuevas profesiones y otras que están en camino, y una realidad compleja que cambia rápidamente.

Por eso es esencial contar con una brújula que ayude a acertar en la elección. Tener un buen departamento de orientación académica “es una palanca de motivación que no se ha descubierto todavía y que sirve para generar oportunidades, para abrir la mente y tener una idea de futuro”, explica Beatriz Morilla, directora general de la Fundación Empieza por Educar.

Junto con la Fundación Bertelsmann, son los impulsores del proyecto Xcelence Escuelas que Inspiran, financiado con 2,3 millones de euros por el banco internacional JP Morgan Chase, y que comenzó en el curso 2020-2021 en 45 colegios de Madrid y Barcelona. Este año se ha extendido a otros 75 centros y el que viene lo hará a 180, siempre en entornos complejos y vulnerables. El objetivo es que el futuro de un estudiante “no dependa del código postal” donde nace, señala Morilla.

“Pretendemos que el colegio aborde la orientación de una forma transversal”, resalta Juan José Juárez, director del proyecto Orientación Profesional en la Fundación Bertelsmann. En el Reino Unido, donde ya se aplica una herramienta similar hace años, “se ha logrado una menor tasa de abandono escolar, mayor rendimiento académico y mejor preparación para tomar una decisión cuando acaba el colegio”, sostiene.

Los centros que participan hacen el primer año un diagnóstico de su departamento de orientación. También se forma a un coordinador de la estrategia académico profesional (CEAP) para que giren en torno a la orientación.

El segundo año “empieza con la estrategia que ha elegido cada colegio”, señala. Aquí entran en juego los asesores que se reúnen periódicamente con los CEAP. “Su labor de acompañamiento con los educadores es fundamental”, describe Miguel Costa, director de relaciones institucionales de la ONG Empieza por Educar, que los aporta. “Ayudan a descubrir a los estudiantes profesiones, vidas y perspectivas de futuro que no conocían”.

Sobre el terreno

El colegio concertado Nazaret, en el distrito madrileño de San Blas, forma parte del programa desde el año pasado. Ha pasado ya por la fase de diagnóstico. “Fue un desastre”, confiesa la madre Pilar Yusta, su directora. Y añade: “A partir de ahí nos hemos puesto las pilas y vamos avanzando”. El colegio está “en una zona compleja”, tiene 850 alumnos, la mayoría no son españoles. “Tenemos dos serios problemas. Primero, acabar la ESO y, luego, el no tener expectativas. Queríamos cambiar ese discurso”.

También en San Blas está el IES Las Musas, que se ha incorporado este año. “Nos hemos planteado tres grandes objetivos”, afirma Chus Jiménez, jefa del departamento de orientación. “Fomentar el autoconocimiento de los alumnos, explicarles los itinerarios posibles que tienen para llegar hasta donde quieren ir y aumentar el contacto con el mundo laboral”.

Alejandro Sánchez, alumno de 2º de bachillerato, ya ha decidido lo que va a estudiar: Ingeniería de Telecomunicaciones, y de ahí al Ejército como oficial. “Me ha ayudado mucho la asistencia a la feria Aula y las charlas que han dado en el instituto para informarme”, asegura. También a Marta Aramayo, que estudia 2º de bachillerato en el colegio concertado CEU San Pablo Sanchinarro (Madrid); se ha decantado por estudiar Protocolo y Organización de Eventos tras las “charlas y encuentros organizados en su centro”.

La orientación se trabaja desde la ESO y continúa en bachillerato. “Los ayudamos a conocerse a sí mismos, a descubrir lo que mejor se les da y a averiguar dónde serían más felices trabajando. Y todo esto en medio de la presión familiar y económica, y de la incertidumbre”, argumenta Francisco Cancer, responsable del departamento de orientación.

De la mezcla “entre lo que ven en casa”, lo que “les gusta” y lo que les mueve, “ayudar a los demás, hacer algo por el mundo”, surge lo que quieren hacer los alumnos del colegio San Patricio El Soto de Madrid, dice Manuel Alpañés, orientador de bachillerato y formado como CEAP en Xcelence. Todo es transversal y se organiza en torno a “las familias, las universidades y las empresas”.

La orientación no acaba aquí, prosigue en la Universidad. “Hay que enseñarles cómo afrontar los cambios que se van a suceder en su vida, de trabajo, de proyectos”, arguye Marta de Llauder, fundadora y directora de Talent Point, consultora especializada en universitarios y perfiles júnior. En este punto de encuentro entre el talento y la empresa es donde se obtienen mejores resultados en la búsqueda de empleo si uno continúa profundizando en “el autoconocimiento y en las competencias blandas”.

Es algo a lo que dedican muchos esfuerzos en Esade. “La orientación profesional está presente desde el primer curso”, detalla María Obiols, directora de carreras profesionales. Por eso tienen un plan en el que traen a empresas y especialistas en distintos sectores para “abrirles los ojos a la realidad del mercado laboral y continuar formándose en nuevas habilidades”, concluye.

Sistemas que funcionan

Cómo saber si la orientación académica funciona es uno de los principales interrogantes que los profesionales de la educación se plantean al impulsar estos programas. 
Para responder a esta pregunta, la OCDE ha seguido la evolución de un grupo de personas de 10 países durante 10 años, desde la escuela hasta una temprana edad adulta, poco después de acabar sus estudios universitarios o de FP. 
Los datos muestran resultados positivos sobre el impacto que una buena orientación académica tiene en su desarrollo vital y profesional: menores tasas de convertirse en ninis (ni estudian ni trabajan), mayores sueldos donde trabajan y, sobre todo, un empleo mejor que encaja con lo que querían hacer. Están más satisfechos y alineados con su decisión.  

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