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Más eficiencia para lo que se enchufa en casa

Desde el frigorífico y la lavadora hasta la plancha, los fabricantes se vuelcan en la innovación para lograr que sus productos consuman menos

Extra Energía 27-02-22
Peter Cade (Getty Images)

Frigoríficos que reducen la dispersión del frío y ayudan a conservar y restaurar la temperatura original. Lavadoras con doble giro del tambor que ahorran hasta un 50% de energía y evitan el uso de agua caliente. Campanas extractoras que desinfectan el aire mediante una solución tecnológica que reproduce los iones. Planchas con sistemas de alta presión que aceleran las sesiones de planchado y permiten gastar menos tiempo y electricidad.

En pocos años, la tecnología ha transformado el universo de los electrodomésticos, cada vez más eficientes y conectados. La innovación y el continuo desarrollo de nuevos modelos desempeñan un papel primordial en un mercado altamente competitivo. Y los fabricantes invierten mucho dinero y recursos para conseguir que sus productos sean más sostenibles e inteligentes, para que consuman menos energía.

Según la consultora Deloitte, los electrodomésticos suponen más del 60% del gasto eléctrico del sector residencial. Por eso, comprar aparatos más eficientes implica importantes ahorros en la factura de la luz y del agua, y contribuye a la reducción de emisiones. Desde el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) recuerdan que el consumo de energía puede diferir hasta un 40%, en función de si el electrodoméstico gasta más o menos electricidad.

La conclusión de fabricantes y expertos es unánime: las mejoras en la eficiencia tienen un fuerte impacto en la reducción de consumo en el hogar. “El consumidor ahorra cada año y durante toda la vida del producto grandes cantidades de energía”, apuntan fuentes de la patronal española de electrodomésticos Applia. Pese al desembolso inicial que supone la compra de un nuevo aparato, los ahorros mensuales garantizan que la inversión se amortice en poco tiempo.

El frigorífico es el que más luz consume (19% de la electricidad), ya que funciona sin descanso, mientras que la lavadora (7%) y el lavavajillas (4%) tienen un consumo alto, pero solo cuando están en marcha. Para hacernos una idea, sustituir un frigorífico por uno nuevo de máxima eficiencia energética (etiqueta A) se traduce en un ahorro anual de 211 euros. Con las lavadoras nos podemos ahorrar 73 euros al año, más o menos lo mismo que con los lavavajillas (75 euros) y con los hornos (64 euros). La cantidad es aún mayor con las secadoras (hasta 157 euros anuales) y con los congeladores (196 euros).

Las marcas son conscientes de que para poder destacar sobre el resto deben apostar por la I+D+i para desarrollar y comercializar tecnologías cada vez más eficientes. Los paneles de aislamiento en vacío en frigoríficos y congeladoras, las bombas de calor incorporadas en las secadoras y la inclusión de fuentes de iluminación de bajo consumo son avances tecnológicos con un impacto relevante en términos de eficiencia. Lo mismo ha ocurrido con las placas de inducción, cuyo gasto energético es menor que la vitrocerámica tradicional. En esta carrera constante en busca de nuevas patentes, los fabricantes exploran “procesos de automatización que les permita reducir costes y mejoras adicionales en eficiencia”, afirma el presidente de la Comisión de Energía del Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid, Jaime Segarra. También que sean más fáciles de usar con controles más intuitivos y telemáticos.

Parámetros variables

El consumo de estos nuevos aparatos se determina a partir de varios parámetros, que varían según cada electrodoméstico. Que una lavadora gaste más o menos electricidad y agua dependerá de su capacidad (en kilos de ropa), del desarrollo del programa de lavado Eco 40-60 y del motor. En el caso de los frigoríficos influyen aspectos como el motocompresor, el aislamiento y el volumen de las cavidades. En opinión de Segarra, “la eficiencia de los motores y de las bombas y sistemas de calentamiento, junto al recurso a ciclos naturales para el proceso (programas Eco)” son los factores determinantes. Sin olvidar las ventajas que tienen los modernos sistemas electrónicos sobre los antiguos controles electromecánicos.

La lista de avances técnicos es casi interminable. Existen hornos que cocinan a la perfección sin necesidad de precalentar, con ahorros de energía superiores al 20%; lavadoras con carga inteligente, en las que el consumo de agua y el tiempo de lavado varía en función de la cantidad de ropa que introducimos al tambor; lavavajillas con programas de reconocimiento de suciedad, que adaptan el tiempo y la temperatura del lavado al estado de los platos y vasos; aspiradores sin cable con una mayor autonomía, robots de limpieza con programas personalizados, planchas con autoapagado y tablas de planchado que regulan el caudal de agua y la temperatura… Tecnología de última generación que es un simple aperitivo de lo que está por venir.

La próxima (e inminente) revolución de los electrodomésticos llegará a través de la tecnología 5G y el internet de las cosas (IoT), que permitirá el funcionamiento masivo en remoto de todos estos dispositivos y la posibilidad de interactuar con ellos a través de nuestra propia voz. “Incluso es posible que aparezcan tecnologías disruptivas como la sustitución del agua y el jabón de las lavadoras y lavavajillas por iones que eliminen la suciedad”, avanza el profesor de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC) Álvaro Luna. Una conexión a internet, bien a través del móvil o de una red wifi, que abre un mundo de posibilidades infinitas.

Ahorro de hasta un 50% en la factura de la luz

La etiqueta energética es una gran aliada de los fabricantes, ya que es la herramienta que utilizan para mostrar comercialmente a los consumidores las mejoras tecnológicas que han implementado en sus productos. Obligatorias en frigoríficos, congeladores, lavadoras, secadoras, lavavajillas, hornos eléctricos o aires acondicionados, estas etiquetas emplean clasificaciones que van de la letra A a la G. Los aparatos marcados con la letra G y el color rojo son los menos eficientes. Mientras, la letra A y el verde son los mejores energéticamente. Pasar de un frigorífico con certificación G a uno con A supone una reducción de más del 50% en consumo de electricidad, según Deloitte.

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