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Aconsejar siempre pero imponer nunca

Padres, madres y el entorno más próximo juegan un papel fundamental en la elección de los estudiantes sobre qué carrera realizar

EXTRA ELIGE TU CARRERA 19-06-22
Yuri Arcurs peopleimages.com (Getty Images/iStockphoto)

Hace unos años, una estudiante de 2º de bachillerato acudió a Rubén Loureiro, orientador en el centro público integrado (CPI) Ramón Piñeiro de Lugo (escuela rural con educación infantil, primaria y secundaria) para hablar de la Universidad. La acompañaba su madre, que no estaba de acuerdo con ninguno de los estudios que quería cursar la joven. Después de un rato de tiras y aflojas, la madre zanjó: “Mira, que sepas que yo, esa carrera, no te la voy a pagar”. Loureiro pone la anécdota como ejemplo de lo delgada que es la línea entre ayudar e imponer. “Los chicos tienen el derecho a equivocarse, y a afrontar las consecuencias de sus decisiones. Me pongo en la piel de ellos y no hay nada más triste que pasar 20 años de tu vida haciendo algo que no quieres, y que además no has elegido”, comenta. “Aconsejar, sí; imponer, nunca”, remacha.

No permitir elegir a los hijos, decidir por ellos o poner en duda su elección de estudios es uno de los errores frecuentes que cometen las familias, a juicio de María Fernanda Chocomeli, orientadora educativa del IES Jordi de Sant Jordi y profesora del grado de Pedagogía de la Universidad de Valencia. “Muchos padres y madres dan por hecho que sus hijos no son lo suficientemente maduros para tomar decisiones, y el verdadero problema es que ellos mismos no les han dado la oportunidad de elegir en la mayoría de los problemas de la vida diaria”, precisa. “En ocasiones, las propias familias ponen nerviosos a los estudiantes cuando condicionan los futuros estudios diciéndoles que han de estudiar lo que ellos les aconsejen, puesto que son los que pagan; o que mientras vivan en su casa harán lo que ellos les digan. Esta actitud no hace más que preservar la inmadurez de los jóvenes y fomentar la dependencia”, lamenta.

Para Chocomeli es clave el diálogo y el interés por conocer qué quiere hacer el alumno con su futuro académico y profesional. Y, desde ahí, “acompañar con respeto y supervisión”. En ese acompañar, la experta se refiere, también, “a unir miradas, observar, prestar atención, tocar, abrazar, achuchar, derrochar cariño”. Es ahora, tras la selectividad, PAU o Evau, cuando los jóvenes, “protagonistas de su toma de decisiones”, han de sentir el apoyo de su familia, opina la experta. Pero para ofrecer un apoyo más actualizado y veraz es hay que estar informados, advierte Chocomeli. “Es difícil hablar con los hijos de estudios desconocidos, de pasarelas entre carreras que antes no existían, incluso de profesiones emergentes y totalmente nuevas”. Para solucionarlo aboga por contactar con el Departamento de Orientación Educativa y Profesional del centro de secundaria correspondiente. Y, entre todos, “poner sobre la mesa todos los itinerarios de estudios, encontrar posibilidades viables, becas o ayudas, y aportar soluciones”, enumera.

La orientación es vital para los futuros universitarios en general, y para aquellos con necesidades educativas especiales en particular, resalta Chocomeli, que el día anterior a esta entrevista informaba a una alumna de que la matrícula en la Universidad es gratuita para personas con discapacidad. “Ella lo desconocía”, señala. “La charla con el orientador reduce la incertidumbre y ofrece mucha información”, insiste. Por ejemplo, sobre adaptaciones disponibles en las pruebas de acceso o en la propia Universidad. También recuerda que todos los centros universitarios cuentan con un servicio de atención al estudiante con discapacidad.

Introspección del aspirante

Por su parte, Rubén Loureiro defiende un “diálogo socrático”, un proceso de introspección sobre las fortalezas y debilidades del aspirante universitario; sobre sus conocimientos, habilidades blandas, intereses; incluso sus aficiones, dice, pueden ofrecer una información valiosa que poner encima de la mesa. “Las familias pueden preguntarles: ‘¿A ti qué te apasiona?’, investigar con ellos por internet, o recurriendo a otras fuentes”, receta. Y tratar de orientar cuando vean que lo que van a cursar no encaja ni con lo que son ni con lo que saben ni con su manera de entender la vida. De hecho, hay ocasiones en las que la injerencia familiar proviene de la convicción de que el futuro alumno universitario se va a estrellar. “En ese caso hay que poner las cartas boca arriba y explicar las consecuencias de cada decisión”, recomienda Loureiro. ¿Y si el chaval insiste? “Dejarlo; que vaya y lo compruebe por sí mismo; nadie aprende en cabeza ajena”, responde.

En realidad, la fórmula información-diálogo-clima de confianza-exposición de consecuencias es la llave para cualquier situación que pueda originarse en torno a la elección de estudios universitarios. Para abrirle puertas a quien está lleno de dudas. “Muchas veces el problema estriba en que desconocen las opciones”, coinciden los expertos. O a quienes tienen una vocación de libro, en la que confluyen intereses, habilidades y competencias, en algo sin salidas profesionales (léase el clásico ejemplo de Filosofía o Bellas Artes). “Yo le preguntaría si es consciente de que, eligiendo Bellas Artes, las probabilidades de ser artista son escasas. Si la decisión es consciente, madura y meditada, pues adelante. Es su vida”, sugiere Loureiro, que rebate argumentos como “tú haz ADE o Derecho, que es algo seguro”. “¿Qué es seguro? Hoy hay trabajos desconocidos hace cinco años”.

O a quienes no tienen expectativas realistas. “Los lemas de ‘Con esfuerzo todo es posible’, o similares, que leemos en las carpetas están bien… para las carpetas. Rafa Nadal solo hay uno, ¿o es que el resto de tenistas no se esfuerza ni se entrega?”, plantea Loureiro, que cree que, como sociedad, vendemos a los jóvenes “mucho humo” del tipo “Lucha por tus sueños y lo conseguirás”. “Puede que sí que lo consigas, o puede que no”, apostilla. Este orientador recuerda una entrevista leída en prensa con el actual director del Museo del Prado (Miguel Falomir): “Afirmaba que no te puedes marcar como objetivo ser director del Prado, porque es algo que no depende de ti; puedes darlo todo para saber muchísimo de historia del arte, y después, si las circunstancias te son favorables, quizás puedas convertirte en director del Prado”.

Chocomeli detecta errores frecuentes y comunes en las familias con las que ha trabajado: no hablar ni comunicarse con sus hijos; desconocer sus cualidades y virtudes; hacer comparaciones con otros familiares o amigos; hablar en masculino de las profesiones o proyectar escepticismo cuando una chica se decanta por una carrera tecnológica. Y pensar que la decisión que van a tomar es irreversible o irrevocable: “Eso no ayuda. En algunas ocasiones, los jóvenes con 18 años no tienen la suficiente madurez para decidir qué hacer con su vida profesional”. Loureiro hace un llamamiento a la calma, sobre todo porque los chavales tienen toda la vida por delante y el sistema universitario les ofrece más posibilidades que nunca para reorientarse. “Las familias no deben tomarse a la ligera el momento, pero tampoco pensar que es el fin del mundo. Los chicos ya están bastante estresados como para añadir más tensión”, argumenta. “La decisión es importante, pero no nos volvamos locos”, pide.

Recomendaciones

Participa en el proceso de toma de decisiones de tu hijo acompañándole y dotándole de herramientas para que sea él quien tome la decisión.

La elección profesional no implica necesariamente estudios universitarios. Abrir la puerta a la formación profesional puede aumentar su autoestima y su seguridad en las herramientas para gestionar su vida y su práctica profesional.

Las chicas de la familia también pueden elegir los estudios mejor remunerados y valorados socialmente, como son los más técnicos.
Suprimir la barrera de la sobreprotección es responsabilidad de la familia: los límites a las capacidades y habilidades de los hijos no han de partir de casa.

El ambiente familiar repercute en el rendimiento del alumnado. Afecta a la motivación para el estudio, a la disposición emocional para el aprendizaje y al planteamiento de expectativas de éxito.

Los padres deben hacer ver a sus hijos que el tiempo juega de su parte, que van a tener tiempo para todo; para acertar, equivocarse, para retomar y emprender proyectos, iniciarlos y terminarlos.

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