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Filosofía: la formación de demócratas empieza entre pupitres

Expertos y profesores abogan por dar más peso a esta materia en edades tempranas y alertan sobre las redes sociales como freno al pensamiento crítico

EXTRA COLEGIOS 032025
Marina113 (Getty Images)

La enseñanza de la filosofía en los colegios ha sido un tema de debate recurrente a lo largo de los años, no solo por su presencia en el currículo —del que entra y sale según la reforma educativa de turno—, sino también por la forma en que debe ser abordada. Los filósofos defienden que precisamente hoy, en la era de la inteligencia artificial (IA) y la información constante, polarizada y no siempre cierta en las redes sociales, es más necesaria que nunca su reivindicación. Porque ya lo decía la Unesco en su Declaración de París de 1995: “La enseñanza de la filosofía debe mantenerse o ampliarse donde ya existe o implantarse donde aún no existe (…) porque es una herramienta esencial para desarrollar el pensamiento crítico, la libertad de juicio y la ciudadanía democrática”.

En los colegios e institutos de España, tras la aprobación en 2020 de la Lomloe o ley Celaá, es una asignatura obligatoria en los dos cursos de bachillerato, pero optativa en el último curso de secundaria, de manera similar a lo que ocurre en Francia o Alemania. Para los filósofos no es suficiente. Se quejan de cómo, una y otra vez, esta materia queda relegada a un segundo plano, a costa de ser percibida injustamente como una asignatura demasiado abstracta, alejada de los problemas cotidianos o desconectada de las demandas del mercado laboral.

El catedrático de Filosofía y escritor José Antonio Marina reconoce que la filosofía está pasando por un mal momento. “Por eso, antes de lanzarnos entusiásticamente a decir que hay que poner más filosofía en los programas, estaría bien que primero reflexionáramos sobre qué vamos a enseñar”. A su juicio, “los filósofos deben ponerse las pilas para reivindicarla con mayúsculas, como la estructura básica del sujeto democrático”. Y añade: “El pensamiento crítico permite que compitan los argumentos y no las personas”.

Por su parte, Enrique García Mesa, presidente de la Asociación de Profesores de Filosofía de Madrid y profesor de 2º de bachillerato en el Instituto Las Musas de la capital, reivindica más filosofía en los currículos, y que sea obligatoria en 4º de ESO, porque no es prescindible ni sus valores pueden diluirse en otras asignaturas. “No solo enseña a pensar, sino que enseña a pensar de una manera específica, argumentativa y racional, clave para que los niños desarrollen un pensamiento crítico, y formar ciudadanos capaces de cuestionar y analizar la realidad”, argumenta. Para García Mesa, el pensamiento crítico puede verse como una amenaza para un modelo educativo que fomenta el consumismo y la sumisión, en lugar de la emancipación y el pensamiento libre, como defendió Kant. “No existe una única forma correcta de enseñar, los profesores deberíamos tener libertad para decidir cómo impartir la clase”, concluye este experto.

Nietzsche y Schopenhauer

Una libertad por la que también aboga Marta Cabrera, jefa del departamento de Filosofía en el IES Gilabert de Centelles en Nules (Castellón), que asegura que la clave del interés de los jóvenes por la filosofía “depende de cómo se transmita”. Según su experiencia, “si el alumnado ve que las teorías filosóficas están alejadas de su realidad, desconectan; pero si se les muestra que pensadores como Platón o Aristóteles siguen siendo relevantes en su día a día, suelen interesarse y aportar sus propias reflexiones”. Para Cabrera, “la mejor estrategia es mostrar el vínculo entre las reflexiones filosóficas y la realidad del alumnado”.

Y como ejemplo explica que para hacerles entender por qué Platón piensa que hay ciertos conocimientos innatos que todos los seres humanos compartimos, ella tiene con ellos la conversación que Sócrates mantiene con un esclavo en el Menón, en la que el primero guía al segundo hasta que descubre por sí mismo la demostración del teorema de Pitágoras. Al hacer esto en clase con ellos, entienden a qué se refiere Platón”, esgrime Cabrera. Cuando se le pregunta quién cree que es el filósofo preferido entre sus alumnos, esta docente lo tiene claro: “Nietzsche”, responde sin dudarlo. “Se sienten identificados con su propuesta desafiante y rompedora, a diferencia de los filósofos medievales, que les resultan más difíciles de conectar”.

Por su parte, Abel Fernández, jefe del departamento de Filosofía del IES Juan de la Cierva en Madrid, también cree que la filosofía sí que interesa a nuestros adolescentes. “En general, noto interés por la materia, especialmente en 4º de ESO y 1º de bachillerato”, donde la asignatura se aborda de forma más temática y no tanto como una contrarreloj de autores concretos, tal y como se plantea en Historia de la Filosofía en 2º de bachillerato”, diferencia.

Repensando el presente

Para Fernández, los ganadores en el interés de los alumnos son las escuelas helenísticas y el pesimismo filosófico. “Esta visión resuena en los jóvenes. Les permiten dar un marco teórico a sus preocupaciones y racionalizarlas”. Fernández cree que “los adolescentes actuales tienen más motivos para filosofar que generaciones anteriores”, ya que se enfrentarán a grandes cambios sociales impulsados por la tecnología. Según él, la filosofía no solo plantea el porqué de las cosas, sino que también ayuda a cuestionarse el para qué: “¿Para qué deseo utilizar la IA? ¿Qué me aportan los vídeos de TikTok? ¿Por qué conectarme a un metaverso?”, formula. Estas preguntas, concluye, son esenciales para que los jóvenes vivan una vida plena y no se conviertan en “meros autómatas y consumidores pasivos de contenidos digitales”.

Es lo que José Antonio Marina define como “intoxicación por comodidad”. Y advierte cómo “los likes, el scroll, y también la IA crean un sujeto cómodo, fácilmente manipulable”. Además, incide Marina, “la proliferación del denominado mensaje corto, que sirve para un insulto, una consigna o un anuncio publicitario, pero que impide la argumentación”, es potencialmente manipulador y la filosofía pretende todo lo contario, formar individuos con autonomía crítica”, subraya.

Preescolares que debaten sobre lo humano y lo divino

Para filosofar no parece haber edad. Si se le pregunta al catedrático José Antonio Marina a qué edad debería introducirse la filosofía en las aulas, aunque no sea como una asignatura formal, no duda: en el último ciclo de la enseñanza infantil. “A esa edad el niño está aprendiendo a estructurar su inteligencia, se hace preguntas, las responde…, es una etapa perfecta para empezar”, señala. Y para que los más incrédulos vean con sus propios ojos cómo es posible hacer que los preescolares reflexionen sobre lo divino y lo humano, Marina recomienda una maravillosa película documental, Ce n’est qu’un début (Solo es el principio, en español), de Pierre Barougier y Jean-Pierre Pozzi, en la que a lo largo de un curso, sentados en un círculo alrededor de una vela encendida y con ayuda de su maestra Pascaline, un grupo de niños de tres a cinco años aprenden a reflexionar, a escuchar, a debatir sobre cuestiones como el amor, la amistad, la libertad y la muerte, mostrando espontaneidad, humor y, a veces, una lógica sorprendente. “La filosofía ayuda a los niños a fijar la atención, a hilar sus pensamientos, a escuchar, a organizar sus argumentos. En definitiva, la filosofía estructura su inteligencia”, reivindica Marina.

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