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Espacios flexibles y polivalentes donde se educa con bienestar

Un ambiente ventilado, luminoso y bien dimensionado mejora la experiencia de los estudiantes, mientras que colores y acústica inciden en su confort

EXTRA COLEGIOS 10/03/24
Drazen Zigic (GETTY IMAGES)

El entorno físico en el que se lleva a cabo el proceso de enseñanza y aprendizaje desempeña un papel que va más allá de proporcionar espacios funcionales. La arquitectura de los centros educativos también supone un factor que influye en el desarrollo de los estudiantes, en su bienestar o en la forma en que interactúan.

En opinión de Santiago Atrio, director de la Escuela en Arquitectura Educativa de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), “un colegio no es un edificio o un contenedor de actividades, sino que forma parte del material educativo, y si queremos ir más allá del mero cumplimiento técnico, hay que analizar cómo lo utilizamos, cómo evoluciona ese uso y la percepción que tienen los usuarios”. Algo que conforma una línea de investigación que no se ha contemplado como tal en el pasado, pero que en los últimos tiempos está atrayendo a muchos colectivos interdisciplinares.

En este sentido, aunque la arquitectura educativa ha experimentado una evidente evolución a lo largo del tiempo —toda vez que el concepto se remonta al siglo XVII—, los cambios más significativos se han producido recientemente, influenciados por factores como los avances en la pedagogía y los tecnológicos, pero también por la evolución de la propia sociedad.

De hecho, como ejemplifica el arquitecto Fermín Blanco, miembro fundador de la Asociación Ludantia, “las obras desarrolladas en el ámbito público en estas décadas han estado vinculadas a esa evolución. Así, el comedor ha ido ganando peso como una pieza fundamental de los centros, mientras que las normativas de accesibilidad han generado cambios en la aparición de rampas o ascensores; también ha habido una gran demanda de pistas a cubierto para protegerse del sol”.

Necesidades cambiantes

Como apunta Blanco, una tendencia cada vez más relevante es la búsqueda de espacios flexibles y polivalentes que puedan satisfacer las necesidades cambiantes de los estudiantes y los profesores. Algo que corrobora el también arquitecto Gabriel Verd: “Ante la tradición de una comunicación unidireccional y jerarquizada entre profesor y alumno, surgen nuevas metodologías pedagógicas de trabajos colaborativos, gamificación, aula invertida, educación por competencias…”. Y en tanto que las aulas se configuran alrededor de esas metodologías, explica, ahora se exige más de ellas, lo que implica mejores dotaciones para los espacios, “como mayor conectividad o mobiliario que responda a esa flexibilidad”.

“Es crucial integrar estrategias de diseño humanizado que velen por la conexión, la empatía y la dignidad de sus usuarios”, afirma Patricio Martínez, socio fundador de PMMT, asegurando que “es importante diseñar considerando todos los sentidos que influyen en la percepción espacial, la vista, la audición, el olfato, el tacto y la termorrecepción”. En la práctica, esto abarca conceptos como la iluminación natural, la ventilación, el control térmico o el acondicionamiento acústico, e influye en aspectos como los materiales de construcción, “siendo preferibles, por ejemplo, aquellos acabados interiores que no vayan a emitir compuestos volátiles que afecten al aire”.

Sin embargo, los centros educativos en España se ven aún aquejados en su mayoría por un “diseño institucional, cuasi ministerial, que se rige por la normalización de módulos”, sostiene el doctor en arquitectura Jesús Anaya, profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid y responsable del estudio Anaya Arquitectos. “Nada que ver con las tendencias más innovadoras del norte de Europa, como es el caso tan difundido y exitoso de las guarderías del bosque”. Dentro de nuestras fronteras, encontramos que los parámetros de diseño más extendidos adolecen de una “generalización dimensional”, tratando de universalizar las aulas y los espacios de uso colectivo, pensados más como zonas de circulación que como de socialización e intercambio. Tanto es así que “muchos de estos espacios están completamente desnudos”, añade Blanco. “En los patios, con frecuencia, no hay donde sentarse para comer un bocadillo ni hay una sombra”.

Como solución, la propuesta de Atrio es la de “contar con una normativa estatal que unifique los requisitos y recomiende unos estándares, buscando que la experiencia educativa se personalice en función de las características geográficas y sociales de su entorno”. El Real Decreto 132/2010, desarrollado en la etapa de Ángel Gabilondo, establece los requisitos mínimos de los centros de enseñanza y “fue un éxito, pero necesita actualizarse”. En este sentido, el Manual de nueva arquitectura pedagógica de la Xunta de Galicia es “todo un ejemplo a escala internacional”, recomienda.

Transformación digital en el aula

El impacto de la tecnología viene a impulsar nuevas técnicas y experiencias de aprendizaje, y además ayuda a los estudiantes a aprender a desenvolverse en un mundo digitalizado. Así, “la arquitectura educativa debe tenerlo en cuenta para garantizar tanto la actividad de enseñanza como el bienestar y la salud del alumnado”, declara Màxim Torruella, socio fundador de PMMT. 
Por un lado, se contemplan procedimientos como la integración de las instalaciones y aparatos en el mobiliario o en los paramentos verticales para “evitar los excesos de estímulos y promover la concentración”. Mientras que, de cara a la seguridad, se busca minimizar los campos electromagnéticos mediante “criterios de bioconstrucción, cables apantallados o interruptores bioswitch”. Asimismo, es importante el control de la humedad ambiental y evitar el uso de materiales que se cargan fácilmente, “como plásticos y fibras sintéticas”, aclara Torruella.
Aunque la digitalización ha de ser integrada de una forma natural en el diseño, el arquitecto Gabriel Verd defiende que “no puede ser el tema central de la planificación de escuelas; hubo un momento en los que si un aula no estaba digitalizada se quedaba obsoleta, de ahí la incorporación masiva de pizarras digitales o tablets”. En contraposición, han surgido nuevos modelos educativos, precisamente en zonas hipertecnificadas como Silicon Valley, “en los que se postula la digitalización cero”, advierte.

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