No lo llames antiedad, llámalo ‘efecto brillo’: por qué la era pospandemia y TikTok han desterrado el ‘contouring’
La promesa de una piel radiante y luminosa ha sustituido al denso maquillaje que supuso la gran tendencia de la era Instagram en favor de una falsa naturalidad que solo se consigue en la juventud
Brillo. Según el diccionario de la lengua española, es la luz que emite o refleja un cuerpo. Brillar también significa, referido a una persona, sobresalir en talento o hermosura. En los últimos años, conseguir un efecto brillante en la piel se ha convertido en la última obsesión que nace entre las usuarias de las redes sociales y que, posteriormente, la industria de la belleza y la cosmética absorbe y devuelve en forma de productos —desde el cóctel de vitaminas al sérum de vitamina C, las cremas con efecto glow o productos como el highlighter o iluminador— que prometen conseguir una piel radiante, luminosa o resplandeciente.
El brillo también es la antítesis de las tendencias en cuanto a maquillaje y cuidado facial que triunfaron la pasada década, cuya máxima representación fue el contouring. Esta pesada técnica de maquillaje, que explotó gracias a (o por culpa de) las Kardashian y el crecimiento de Instagram, consistía en tapar defectos y potenciar virtudes a través de juegos de color con puntos de luz y sombras que requerían un pormenorizado ritual de aplicación, así como una gran variedad de productos en el neceser. La del brillo también es una de las tendencias más desconcertantes, una palabra tan evocadora como difusa que, más que un resultado concreto, representa una promesa: irradiar luz. Aunque a menudo no seamos conscientes, las modas y las tendencias en cuanto a estética suelen funcionar como espejos que reflejan el momento sociocultural actual. Si partimos de esta premisa, ¿qué refleja el brillo?
“El efecto del brillo está muy ligado a la idea de juventud y de lozanía”, explica desde Baltimore, Maryland (EE UU) Hillary Belzer, fundadora y conservadora del Makeup Museum, un espacio dedicado a la preservación, investigación y exhibición de cosméticos desde la antigüedad hasta el siglo XXI. “En este sentido hay dos aspectos fundamentales que han hecho que la tendencia explote en los últimos años: el primero, es el efecto negativo que tienen las etiquetas ‘antiedad’ o ‘antienvejecimiento’ en los productos cosméticos”. En un momento en el que el empoderamiento femenino también sirve para vender cremas corporales, la industria de la belleza ya no puede permitirse dar el mensaje de que envejecer es algo negativo, de modo que busca sinónimos que sigan correspondiendo a la misma idea de forma velada, como ‘resplandor juvenil’.
El segundo aspecto tiene que ver con los efectos derivados de la pandemia y el creciente interés por la salud, que en términos de belleza se traduce en una búsqueda de un aspecto saludable: “El brillo también está relacionado con salud y vitalidad, ya que, al final, representa lo contrario a estar enfermo, cansado y con aspecto de pasar todo el día encerrado en casa”, explica Belzer. La historiadora Laura Fitzachary, especializada en historia y evolución de la cosmética, es de la misma opinión: “Por un lado, está el creciente interés por el estilo de vida saludable derivado de la pandemia, traducido en comer mejor, hacer ejercicio o dormir las horas de sueño necesarias, que se ha trasladado a una estética acorde a este estilo de vida. Al final, no hay mayor ‘brillo’ que el que tenemos después de hacer algo de ejercicio de buena mañana”, apunta la experta. Pero también añade otras razones: el auge del teletrabajo y los cambios en el ritmo de vida, donde el día ha ganado peso sobre la noche y los maquillajes densos, más apropiados para la vida nocturna, tienen menos cabida en la nueva normalidad. En palabras de la experta: “¿Para qué vas a pasarte 45 minutos aplicándote la técnica del contouring si ese día solo vas a tener un Zoom de 10 minutos, en el que quizás ni siquiera tienes que encender la cámara?”.
Si el contouring fue la tendencia que nacía de los estándares de perfección y aspiracionalidad propios de Instagram, el ‘efecto brillo’ también se nutre del universo de las pantallas y los efectos que produce mirarse a través de la cámara, pero adoptando una filosofía más propia de TikTok: una mirada más realista, que premia la espontaneidad y la naturalidad, tanto en forma como en contenido. “El contouring era una técnica que se veía muy bien en fotos, pero no tan bien en vídeos”, explica Hillary Belzer. “Los mileniales jóvenes y los zoomers han crecido rodeados de efectos, desde programas como Photoshop a aplicaciones de uso sencillo como Facetune, pasando por los filtros de Instagram. El efecto brillo se acomoda mejor al movimiento y, además, es más fácil de crear”, añade. Ambas expertas opinan que el abuso de filtros y densas técnicas de maquillaje utilizadas prepandemia olvidaban por completo cómo luce una piel natural, que suele tener arrugas, líneas de expresión, rojeces, granitos y demás imperfecciones: “La alta definición en fotografía nos trajo técnicas de maquillaje que difuminaban, tapaban o cubrían mejor cualquier textura que tuviera nuestra piel”, apunta Laura Fitzachary. En TikTok, los vídeos excesivamente editados tienen menos éxito que aquellos que parecen más naturales. La cara idílica de Instagram se aleja de la cara deseable en TikTok.
Existen muchos productos que han influido en el auge del brillo ―como las vaselinas, utilizadas tradicionalmente en cine y fotografía de moda; el colorete o blush, encargado de aportar ese rubor natural a las mejillas; los aceites faciales o los iluminadores― pero, sin duda, una de las grandes precursoras de esta tendencia en occidente ha sido la irrupción de la rutina de belleza coreana de 10 pasos que trajo tendencias como la Dolphin skin (piel de delfín) o la glass skin (piel de cristal): “En los países asiáticos, tradicionalmente y en la actualidad, la tendencia es ‘piel primero, maquillaje segundo’. Mientras que en países occidentales, quizás con la única excepción de Francia, la tendencia ha sido al revés”, explica Hillary Belzer. “Sin embargo, ahora, en parte debido a la amplitud de conocimiento que nos ha proporcionado internet y, en parte, por la tendencia hacia el autocuidado personal, estos rituales se han popularizado y los hemos integrado en nuestro día a día. Ahora preferimos cuidar primero la piel antes que cubrirla con maquillaje”, reconoce.
La luminosidad siempre ha sido deseable. Y enormemente buscada: “Casualmente, otro momento histórico en el que hubo un enorme interés por la búsqueda de la luminosidad en el rostro fue en 1950, cuando se empezaron a utilizar técnicas de maquillaje pensadas para obtener un mejor resultado en cámara en los sets de rodaje de las películas de Hollywood”, argumenta Laura Fitzachary, que considera que, antes de las redes sociales, muchas tendencias cosméticas ya estuvieron altamente relacionadas con las pantallas. Pero antes, ya existían textos de consejos cosméticos que hablaban de ese “no se sabe qué”: “Hay un texto de 1858 firmado por Lola Montez, condesa de Landsfeld, en el que decía que ‘el brillo es el toque final de toda buena dama’. Para conseguir ese brillo, la condesa recomendaba ‘templanza, ejercicio y aseo’, algo que no la separaría de las chicas que vemos ahora en TikTok dando consejos de estilo de vida saludable”. La historia tiende a la repetición. También en cosmética.
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