Amelia del Castillo, la primera jefa
La pionera en presidir un club de fútbol en España, el Atlético de Pinto, recuerda el precio que debió pagar por su pasión
Para liderar un proyecto deportivo hace falta carácter, mano firme, y según parece, testosterona. De los 20 equipos de fútbol de Primera, 19 están presididos por hombres. Tan solo Amaia Gorostiza, dirigente del Eibar, rompe con esa monotonía masculina en el fútbol español, cada vez más abierto a las mujeres en los campos pero igual de cerrado en los despachos. Gorostiza le resta importancia a esta brecha, consciente de que su camino ha estado allanado por el esfuerzo y el sacrificio de muchas mujeres que lucharon para que se las valorase de igual manera que a sus compañeros.
En pleno franquismo, una mujer no podía trabajar o abrirse una cuenta en un banco sin el permiso de un hombre, y en muchas esferas no estaba bien visto que practicaran según qué deportes, como el fútbol. El régimen las mantuvo apartadas de muchos campos y pistas deportivas hasta los años setenta, pero hubo algún recoveco, un resquicio que una mujer supo aprovechar para colarse donde nadie la esperaba. Amelia del Castillo (Madrid, 78 años) se convirtió el 15 de octubre de 1963 en la primera presidenta de un club de fútbol en España, el Pinto. Presidenta de honor del club en la actualidad, esta madrileña de cabello carmesí y voz calmada guarda en la memoria cada instante del que fue para ella el periodo más bonito de su vida.
“Una mujer no podía arbitrar, entrenar y ni pensar en jugar”, recuerda Amelia. “Pero no decían nada de que no pudiera presidir un club. Yo quería jugar como mis amigos, era buena, pero era imposible en esa época y esta fue mi manera de seguir ligada al fútbol”, comenta. Con apenas 18 años, Amelia organizó un equipo en su pueblo, Pinto, al sur de Madrid, para competir en un torneo regional. “Exigían a alguien al frente del equipo y pregunté sí podía ser yo. Me dijeron que sí y ahí empezó todo”.
El Flecha de Pinto tuvo un gran desempeño en aquel torneo y Amelia decidió federar al equipo en otoño de 1963, convirtiéndose oficialmente en pionera en los despachos. Ella se encargaba de todos los temas burocráticos además de entrenar a los jugadores con la poca formación que contaba. “No podía ir a las clases que impartía la Federación porque era mujer, solo a las teóricas. Lo que sabía acerca de entrenamientos era lo que había aprendido en la escuela en educación física”, admite. “Trabajaba en las oficinas de una peluquería en Madrid, pero no sacaba lo suficiente para el equipo. Hacíamos rifas y de todo”.
A pesar de su porte orgulloso, a Amelia no se le caían los anillos para pedir apoyo. “Escribí a todos los presidentes de federaciones y clubes para que nos ayudaran a sacar adelante al equipo”. Fue entonces cuando se le apareció un ángel vestido de rojo y blanco. “Don Vicente Calderón me llamó a su despacho, yo creo que por curiosidad de qué hacía una mujer al frente de un equipo. Pero entablamos una gran relación y se convirtió en un padrino para el equipo. Nos regaló equipamiento, balones e incluso nos dejaba acudir a sus servicios médicos cuando teníamos algún lesionado”, revive Amelia del Castillo. Ella, colchonera desde la cuna, decidió cambiarle el nombre a la Flecha de Pinto por Atlético de Pinto como reconocimiento al presidente del Atlético de Madrid.
Amelia encontró en el mundo de fútbol el respeto que la sociedad le negaba. “Nunca tuve un problema con alguien del fútbol, ni presidentes, ni árbitros ni jugadores. Yo era una persona más y se me trataba como tal, sin privilegios pero también sin discriminación. Otra cosa era la gente de a pie”, lamenta. “Mis amigas dejaron de ir conmigo y en los campos me decían barbaridades innombrables. Pero a mí me daba igual, tenía el respeto y el apoyo de mi gente”, recuerda hoy.
La fama de Amelia fue creciendo con el paso de los años y el club, que nunca ha llegado a superar la Tercera División (su categoría actual), fue portada en medios internacionales con su presidenta en los titulares. “¡Vino a entrevistarme incluso la CBS de Nueva York!”, resalta mientras ojea los recortes de prensa de la época.
Todo iba sobre ruedas para Amelia, con el equipo asentado y una masa social cada vez más grande. El club empezó a aumentar su número de socios y la dirigente recibió en 1975 la medalla del mérito deportivo de la Comunidad de Madrid.
Pero fue entonces cuando sufrió el peor mazazo posible. Al mes de recibir la distinción, el alcalde de Pinto, Daniel Martín, quiso arrebatarle lo que más quería, su club. “Me llamó y me dijo que tenía que apartarme porque el fútbol no era cosa de mujeres, según él. Yo me negué en principio pero me amenazó con que si no lo hacía, crearía un equipo patrocinado por el Ayuntamiento”, recuerda sobre el que es el peor día de su vida. “No podía ni moverme. Tuvieron que venir a buscarme para llevarme a casa porque estaba destrozada”.
Amelia decidió dar un paso al lado para que el club, su “hijo”, pudiera seguir creciendo. “Planté la semilla y el árbol había crecido. No podía permitir que lo cortaran”, lamenta. Tras dejar el equipo, Amelia pasó años sin pisar Pinto, vigilando desde la distancia cómo su retoño se iba haciendo mayor. Aumentaron las categorías y consiguieron edificar un estadio. Que el Pinto tuviera un campo propio había sido una de las grandes ambiciones de la presidenta, que no vio cómo se puso la primera piedra.
Nunca tuve un problema con alguien del fútbol, yo era una persona más y se me trataba como tal, sin privilegios pero también sin discriminación. Otra cosa era la gente de a pieAmelia del Castillo en su domicilio en Getafe (Madrid). Foto: Víctor Sainz
El reconocimiento llegó tarde. En 2000, el club organizó una recogida de firmas para nombrar a Amelia presidenta de honor y poner su nombre al estadio. La propuesta fue apoyada por unanimidad. “Fue una sorpresa y lo más bonito que me podía pasar. Al final siempre hay gente buena”. En el fondo del Amelia del Castillo reza desde entonces una frase: “Hemos nacido de una mujer y por eso llevamos coraza de campeones”.
Hoy, esa coraza parece haberse deshecho, ya que Amelia del Castillo no puede entrar al Amelia del Castillo y la placa con su nombre ha sido retirada. El Pinto se encuentra en manos de un grupo de empresarios. “El Ayuntamiento no los reconoce y los tiene denunciados por ocupas, el campo es municipal. Sabemos que lo que quieren es venderlo para sacar dinero”, lamenta Amelia. Desde el club, transmitieron que no podría entrar nadie de fuera del equipo hasta que no se solucionaran los litigios, lo que sumió a la presidenta de honor en una profunda tristeza. “Al principio me sentí humillada, pero he visto la reacción de la gente, todo el apoyo que me han mostrado, y me ha llenado el corazón. Nadie alzó la voz cuando me echaron del club hace casi 50 años, pero ahora, la gente sí parece dispuesta a decir basta a la discriminación”.
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