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Benedictinos y Agustinos, duelo de voces angelicales con Ayuso y la sombra del Valle de los Caídos al fondo: “No tenemos nada que ver”

La Comunidad de Madrid declaró BIC a la escolanía de El Escorial, que data de Felipe II, al mismo tiempo que a la de la Santa Cruz, inaugurada por Franco, con el objetivo de protegerla frente a la amenaza de expulsión del Gobierno

Los niños de la escolanía del Escorial cantan durante una boda en la basílica del Monasterio.
Los niños de la escolanía del Escorial cantan durante una boda en la basílica del Monasterio.David Expósito

Poco antes de la hora del recreo, a las 11.27, el olor a incienso se hace más fuerte en la basílica del Valle de los Caídos porque una treintena de niños, uniformados y de voz aguda, cantan el Panis Angélicus en gregoriano desde detrás del altar. Son la Escolanía de la Santa Cruz de los monjes benedictinos del Valle de Cuelgamuros, que fue bautizada por Francisco Franco en 1958 durante la dictadura, y a la que Isabel Díaz Ayuso ha prometido declarar Bien de Interés Cultural (BIC). Un movimiento político para torpedear la propuesta de Pedro Sánchez de sacar a los monjes y escolanos del Valle como parte de la labor de resignificación del complejo. Este futuro reconocimiento implica también a la Escolanía del Escorial de los frailes agustinos, que aceptan el galardón, pero quieren “distanciarse todo lo posible de cualquier similitud que les asocie con los del Valle de los Caídos”. En la suya, cuentan, “prima el canto y la formación musical”, además de estudiar en el Real Colegio Alfonso XII de los Padres Agustinos, donde conviven con niños del municipio de El Escorial. La del Valle, en cambio, se centra en la religión. “Que lo que estudien se una con lo que vivan y eso les ayude a ser más santos”, dice el monje Fray José Antonio, de 28 años, en un vídeo promocional.


La basílica del Valle de los Caídos, durante la misa de las 11 de la mañana.
La basílica del Valle de los Caídos, durante la misa de las 11 de la mañana. David Expósito

Asegura el padre Pedro Alberto Sánchez, de 48 años, que “debajo de los preceptos de la Fe cristiana cada uno viste su propia camiseta”. La suya, la de la Escolanía del Escorial de los frailes agustinos del Monasterio de San Lorenzo, data de 1567, fecha en la que fue fundada por Felipe II. Según el testimonio del que fuera su consejero, el Padre José de Sigüenza, recogido en su libro Historia primitiva y exacta del Monasterio del Escorial, en el momento en el que el monarca yacía al alba —enfermo de gota— en la habitación que tenía junto al altar de la basílica, a punto de dar sus últimas bocanadas, los niños cantores del seminario entonaban sus voces durante la misa que sería a la postre la primera que se dijo por la muerte del Rey. Era el 13 de septiembre de 1568. La escolanía, entonces seminario, continuó funcionando, pero más tarde sería cerrada durante 100 años hasta que se reanudó su actividad en 1974.

A 14 kilómetros del Monasterio está la otra camiseta con la que a menudo se les confunde: la de la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de Cuelgamuros. “Agradecemos el gesto del BIC, aunque no tenemos nada que ver con ellos. Les respetamos mucho, pero representamos cosas diferentes. Venimos de la misma Fe, pero no es lo mismo. Lo nuestro es fundamentalmente la música, no la política”, explica Pedro Alberto, uno de los responsables de los escolanos en el Monasterio de San Lorenzo del Escorial. En el año 2020, unos meses después de la exhumación de Franco, los benedictinos ya veían complicarse su futuro y llamaron a los agustinos para iniciar una petición conjunta del BIC. “Lo aceptamos porque es algo que nos puede venir bien para futuras subvenciones o reconocimiento, y creemos merecerlo. Otra cosa es que se nos quiera meter en el mismo saco de la Escolanía del Valle. Hubiéramos preferido que se otorgara por separado. Y de hecho, nadie se ha puesto en contacto con nosotros aún, solo sabemos lo que se ha publicado en la prensa”, agrega.


El Padre Pedro Alberto, tocando en uno de los órganos de la basílica.
El Padre Pedro Alberto, tocando en uno de los órganos de la basílica. David Expósito

El concepto de escolanía es algo así como una especie de beca musical en medio de un contexto religioso. El Real Colegio Alfonso XII de los Padres Agustinos que se encuentra en el propio monasterio, acoge a los propios escolanos del Escorial y también a cientos de alumnos en el municipio. Es un centro educativo mixto, privado concertado y católico. En la escolanía de Santa Cruz del Valle de los Caídos, los 36 niños que tienen este curso estudian en el propio colegio de Cuelgamuros, gestionado por los monjes benedictinos, donde no hay más alumnado que ellos. En ambos lugares las familias tienen que abonar una cantidad mensual por la estancia de sus hijos. En el caso del Escorial, la cuota es de 180 euros hasta 2º de la ESO y de 280 para los mayores. En el Valle, el precio oscila entre los 360 y los 380 euros. “El eje de la escolanía es la formación musical. Nos interesa su voz. La actividad religiosa está obviamente en el día a día, pero no es el fin. De hecho, tenemos chicos que no están bautizados, hay algún ortodoxo, y no nos importaría que viniera alguno de otra religión si cumple los requisitos musicales”, asegura Pedro Alberto. “Desde 1990 no sale ningún niño de la escolanía que acabe de cura, y fui yo junto con otros dos. La mayoría continúan estudiando música clásica en un conservatorio o montando grupos de verbenas de pueblo”, añade.

Para el músico español Juan Carlos Asensio, de 60 años, especializado en música medieval, ambas escolanías tienen un valor cultural “importante”. “Su principal virtud es el embellecimiento del culto, unos en el Escorial haciendo más polifonía o participando en los entierros reales, y los otros en el Valle de los Caídos con el gregoriano. Creo que son los únicos del mundo que lo hacen a diario”, declara.

—Y si les echan del Valle, ¿cambiará su estatus?

—Eso son conjeturas. Yo creo que no debería. Lo que debe primar es el binomio de benedictinos-escolanos, no la ubicación. Está claro que el Valle es su lugar, se fundó la escolanía para que formara parte del paisaje de Cuelgamuros. Aunque también es verdad, por así decir, que “mientras se arregla un estadio se pueden ir a otro” y no debería ser perjudicial para ellos. Parece que son otras derivadas que no tienen que ver con su valor musical lo que lo va a determinar.

Un ensayo de los niños de la Escolanía del Escorial, en una imagen de 2023.
Un ensayo de los niños de la Escolanía del Escorial, en una imagen de 2023. David Expósito

La alargada sombra de Franco

La Escolanía del Valle de los caídos no ha atendido a las llamadas de este periódico ni tampoco ofrecido declaraciones en persona. Según su página web, los benedictinos siguen empleando la misma metodología desde su creación hace 50 años, basada en la enseñanza cristiana. La formación musical, aunque muy presente, es algo secundario. La filosofía del centro, así como la de los monjes que siempre van con el hábito, está orientada a la reclusión y el silencio dentro del entorno de Cuelgamuros. Allí se dedican al canto gregoriano y la oración. Los teléfonos móviles están prohibidos salvo los lunes, miércoles y viernes, cuando se les entregan durante media hora para hablar con sus padres. Teléfonos que son siempre analógicos. “Los frailes, históricamente, hemos tratado de hacer el camino inverso. Ir hacia al mundo en lugar de alejarnos de él. No tiene sentido que en ciertos momentos no puedan jugar a la videoconsola, ver una película o el partido de fútbol de sus equipos”, cuenta Pedro Alberto sobre su escolanía. “Aquí el problema es que la Iglesia habla para todo el mundo, pero luego cada uno es de su padre y de su madre. El único que nos manda a todos es el Papa”, reconoce el párroco. Ambas escolanías, eso sí, han invertido últimamente en publicitarse a través de las redes sociales para captar nuevos alumnos, algo que cada vez resulta más complicado, así como en sacar algunos discos de su repertorio o aparecer en Spotify. Los del Valle, especializados en canto gregoriano y polifonía, utilizan la tienda de souvenirs de la basílica de Cuelgamuros, donde pueden adquirirse por un precio de entre 15 y 20 euros.


La cruz del Valle de los Caídos.
La cruz del Valle de los Caídos. David Expósito

Esta estrecha adhesión al monumento franquista imposibilita que los benedictinos puedan desmarcarse del dictador. El prior de la Abadía del Valle, Santiago Cantera, nunca opuso resistencia a la exhumación de Franco y algunos dicen que lo vivió como una “bendición” para liberarse del lastre político que suponía. Sin embargo, la Fundación Franco es la entidad más activa en la defensa de los benedictinos. Tras el fracaso de las cartas que enviaron al Papa y la Nunciatura, la entidad acudió a principios de este mes al cardenal, José Cobo, para que se implicara en la defensa activa de los monjes y la escolanía. Para Pablo Orueta, concejal de Izquierda Unida en el Escorial, “al margen del esfuerzo y la belleza de su canto, la escolanía debe abandonar el Valle de los Caídos para que este lugar deje de ser el mayor monumento fascista de Europa y se convierta en un lugar para el estudio de la memoria democrática”. “Por ello mismo, creo que no deben ser tratadas de la misma manera una escolanía fundada en el siglo XVI que otra fundada por Franco”, comenta.




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