‘Tablets’ al precio de sandalias: el almacén que vende a 20 euros lo que Amazon no quiere
La tienda de remates Crazy Day Factory, que ya operaba en Parla y Leganés, abre una nueva nave en Vallecas y otra en Sevilla y se dispone a inaugurar una quinta en Murcia antes de que termine el año
Las máximas del capitalismo son tres: principio del lucro, individualismo y racionalismo económico. Crazy Day Factory, una empresa que vende televisiones por 20 euros, sabe muy bien cómo combinarlas. A las afueras de su almacén principal en Parla (Madrid), varios clientes han acampado más de tres días a la espera de ser los primeros en entrar en este palacio de las gangas. Las temperaturas, que descienden de los 10 grados en la madrugada, no disuaden al grupo de compradores que, enrollados en cobijas y chaquetas, esperan a que el reloj marque las nueve y media. Esta escena se repite cada viernes, cuando se surten las tiendas en Leganés, Parla y Vallecas con devoluciones que Amazon o AliExpress prefieren liquidar para no costear el traslado hasta la fábrica. Tales promociones atraen a cientos de revendedores que han hecho de la nave de 3.000 metros cuadrados una forma más de ganarse el sustento.
Un vigilante de seguridad abre la puerta y lanza una advertencia que será tan repetida como desobedecida: “Está prohibido correr”. Entran los primeros compradores, impostando un aplomo que, en segundos, se convierte en una carrera frenética por los productos en oferta. El recinto se convierte en un cardumen de compradores que chocan sus carros y corren por los pasillos en busca de una ganga. Los clientes coinciden en que lo más importante es llenar el carro con tantos artículos como sea posible ―principalmente electrodomésticos y herramientas―, antes de que el prójimo dé con esa tablet o aquella aspiradora de 300 euros que ellos podrían vender fácilmente en Wallapop. Antes de pagar, desecharán la mayoría de los artículos, ya sea por daños irreparables o porque solo les generarán un corto margen de ganancia. “Si no vale más de 100 euros, no lo quiero”, subraya uno de ellos.
Douglas Urbina, de 24 años, ha pasado 72 horas esperando en el polígono de Leganés para ser el primero en entrar en el segundo almacén que abrió el Crazy Day Factory en la comunidad. Ha conseguido meter en su carro dos aires acondicionados, una máquina para hacer helado y dos robots de limpieza. “150 euros... 200″, calcula el posible beneficio mientras abre y rasga cajas o se estira para alcanzar otras. “Este casco de moto: 159 euros en Amazon”, comenta sin perder la calma, a diferencia de otros clientes, menos acostumbrados a la algarabía de las grandes ofertas y que corren de un lado a otro con el carrito vacío, presos de la inexperiencia. “Es como vivir en rebajas todos los días”, menciona un señor apurado mientras desentierra una carpa de jardín de la montaña de cajas cuyo precio comprueba en internet: 400 euros. Pagará por ella apenas un billete azul de 20.
Uno de los socios propietarios de Crazy Day Factory, David Yue, comenta que compra semanalmente 5.000 devoluciones de las grandes plataformas de comercio digital. “Amazon no tiene tiempo para revisar toda la mercancía que recibe, lo que hace es acumularlo y venderlo rápido, a ciegas, y ahí es donde entro yo”, explica este empresario chino. “Estamos ayudando a evitar contaminación. Imagínate cuántos árboles hay que cortar y cuánta energía se necesita para fabricar este artículo que luego alguien va a devolver por un pequeño desperfecto”, explica, mientras señala una tetera eléctrica. “He dado una segunda vida a medio millón de artículos que antes terminaban en vertederos”, resalta Yue que, a sus 30 años, ha logrado abrir tres almacenes en Madrid, el más reciente en Vallecas, y otro en Sevilla, mientras planea inaugurar un quinto en Murcia. La empresa The Good Packets, ubicada en Burgos, fue una de las primeras en abrir este tipo de almacenes en España a inicios de este año. En la Comunidad de Madrid, por otro lado, Crazy Day Factory es pionera.
El negocio de las liquidaciones tiene su origen en Estados Unidos, donde Amazon, el padre del comercio electrónico, surgió en 1994 para luego liderar el sector. Desde entonces, a medida que crecen las ventas en línea, más aumentan las devoluciones. Estas alcanzaron en EE UU el 16,5% en 2022, frente al 10,6% de 2020, según la Federación Nacional de Minoristas (NFT). Empresas como Liquidity Services, fundada en el cambio de siglo y que surte a más de 14.000 minoristas en todo el mundo con liquidaciones, han hecho su agosto a costa de gestionar toda la mercancía que antes se quemaba o llegaba a enormes basureros. En 2022, las restituciones costaron a los minoristas estadounidenses alrededor de 816 millones de dólares (760 millones de euros), el doble que en 2020, según el estudio de NFT. En España, en cambio, la gestión de los artículos que se retornan a los vendedores puede generar un coste del 25% para los comerciantes, según datos de la consultora NTT Data.
Raúl ―nombre ficticio―, de 27 años, es el segundo en la fila de la sucursal de Parla. Lleva esperando más de 24 horas la apertura de la tienda. Aunque trabaja de mozo de almacén, asiste al Crazy Day para hacerse con “un ingreso extrasalarial”. Como todos los que encabezan la cola, evidencia desgaste en el semblante por el maldormir y el malcomer. Al final de la jornada, se lleva varios electrodomésticos y una carpa familiar. Espera venderlo todo por 600 euros, es decir, 400 euros de beneficio neto, al restarle la inversión.
Los revendedores como Raúl o Urbina han creado una comunidad en torno a las bodegas del Crazy Day Factory. Duermen en los coches o tiendas de campaña y se alimentan en puestos de comida rápida cercanos. Tienen sus reglas: solo pueden ausentarse tres veces al día para ir a comer, por un lapso máximo de una hora. Cuando van al baño, siempre deben avisar al anterior y al siguiente en la fila y nunca podrán faltar más de 30 minutos. En caso de que alguien exceda los tiempos, pierde la garantía de reclamar su puesto al regresar.
Las normas del almacén, en cambio, son escasas y claras: no se venden más de 10 artículos por persona y no se pueden abrir las cajas. “A quien descubra abriendo una, lo echo del almacén”, recuerda constantemente a gritos una dependienta de la sede de Parla. Tampoco existen devoluciones o cambios, lo que convierte en un paso obligatorio el lateral del local, acondicionado con mesas y enchufes, para comprobar los productos. Después del frenético llenado de los carros, la meta es esperar allí, a donde llegan los compradores con pilas de cajas, acomodadas como un tetris, que retan la gravedad y amenazan con derrumbarse.
El negocio, que abrió su primer local en Leganés en febrero de este año, repone las devoluciones de mayor valor los jueves por la noche y los oferta en la mañana del viernes a 20 euros. Con el paso de los días, los precios por ítem —al igual que su calidad— se reducen progresivamente. El jueves por la tarde, cuando todos los productos valen un euro, únicamente sobreviven en los cajones retazos de plástico y contados artículos escolares o para el hogar que serán reciclados si nadie los compra. En la tienda también se ofertan cajas sorpresa que pueden adquirirse desde 30 euros hasta 100. Y hay palés a la venta por 550 euros o un tráiler lleno de devoluciones por 1.700 euros. Los administradores afirman que estos paquetes aleatorios se venden a un precio muy inferior a su valor real, por lo que aseguran un buen margen de ganancia.
Los propietarios de la tienda han cambiado hace un mes el modelo de negocio. Conscientes de haber vendido productos costosos a un precio irrisorio, dividieron en tres secciones el espacio. La principal, de mayor tamaño, con ítems que tienen el mismo precio. Después, la novedad: una sección de ropa y otra con mercancía de alto valor, como móviles o freidoras de aire, que han sido probados previamente para certificar que funcionan y que tienen un precio único, que según Ángel Egea, administrador de la tienda, se mantiene “un 70% más barato que el valor comercial”.
Aunque no lo han visto con buenos ojos, los vendedores entienden el cambio. Un comprador de 37 años, que quiere permanecer en el anonimato, se queja: “Nos están quitando más productos cada vez”. Atrás quedaron los días memorables, como cuando se hizo con una memoria industrial de almacenamiento de datos valorada en 1.200 euros o cuando Mario Domínguez, de 27 años, halló tres gafas de realidad virtual Oculus Rift que vendió en 400 cada una. El capitalismo en sus tres máximas. Sobre todo la última: eso que llaman racionalismo económico o dicho en plata, lo irresistible de una televisión de 50 pulgadas cuando vale lo mismo que un par de sandalias.
Suscríbete aquí a nuestra newsletter diaria sobre Madrid.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Más información
Archivado En
- Amazon
- Oferta compra
- Madrid
- Promociones
- Rebajas
- Leganés
- Parla
- Electrodomésticos
- Wallapop
- TikTok
- Redes sociales
- Ventas
- Navidad
- Planchas
- Microondas
- Ropa
- Calzado
- Cascos bicicleta
- Tiendas
- Tiendas online
- Comercio
- Comercio electrónico
- Comercio minorista
- Comercios
- Compras
- Inflación
- Productos comerciales
- Precios
- Comunidad de Madrid
- Electrónica